El comunicado público de don Enrique Obregón

Ágora*

Guido mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

El pasado martes se dieron a conocer dos documentos a los que quiero referirme el día de hoy.

El primero es el pronunciamiento del Directorio Político Nacional del Partido Liberación Nacional, en el que, como instancia política superior de esta agrupación, reasume su dirección y hace un llamado a sus militantes para que asistan a las urnas electorales el próximo 1 de abril, a ejercer el sagrado derecho del sufragio. Simultáneamente y de manera bastante responsable, libera de ataduras a sus seguidores y les llama a votar por el candidato que satisfaga los dictados de su conciencia.

Bien hace el órgano político superior de esa agrupación en no apoyar abiertamente a alguno de los candidatos que participan en el balotaje, pues está claro que ninguno de los dos representa los intereses económicos, sociales y políticos que ha defendido históricamente el Partido Liberación Nacional.

Esta declaración pública del Directorio Político reafirma el compromiso histórico del Partido, por respetar la voluntad popular y el derecho al sufragio, conceptos estipulados en la Carta Fundamental y en el Artículo 1 de los Estatutos que rigen su accionar y que, en el marco de la socialdemocracia, procura, como lo expresó don Pepe, en la Segunda Proclama de Santa María de Dota, “el bienestar del mayor número”.

El segundo documento a que quiero hacer referencia es la declaración publicada por don Enrique Obregón. Don Enrique, el último representante de los ideólogos históricos de la socialdemocracia costarricense, hizo público un comunicado en que, por una parte, señala los problemas y la encrucijada en que estamos muchos costarricenses entre un partido cuestionado y una congregación religiosa, con deseos de poder político.

Nos dice don Enrique:

Es difícil analizar el desarrollo democrático de un país con sereno criterio, y menos como en esta etapa final de la política costarricense que obliga a prescindir de toda subjetividad.

Estamos frente a una imperiosa obligación de intervenir en un hecho concreto, algo sin precedentes en nuestra historia política; no hay un punto de referencia que oriente. No queda más que valorizar los hechos desde los hechos fuera de toda clase de consideraciones ideológicas o filosóficas.

Tenemos un pastor protestante que emergió de la nada, con un partido político inexistente y que, de pronto (pretendiendo gobernar desde la religiosidad) cuenta con un apoyo popular inesperado. Y del otro lado, a un joven que apenas ha comenzado a hacer pinitos en la política, con un partido de cierta tradición, pero con un gobierno sumamente cuestionado, presidido por un señor que nunca había sido de ese partido y a quién le cayó del cielo el cetro de presidente. Este es el hecho concreto al que se aboca la ciudadanía costarricense sin otra alternativa, sin otra posibilidad.

A los liberacionistas que me han solicitado mi opinión, les digo: frente a ese hecho político concreto, ante esta inesperada realidad, votemos por Carlos Alvarado, aunque sea por una sola razón: impedir que una democracia centenaria como la nuestra termine gobernada por una tendencia religiosa de grave dogmatismo y de inaceptable vinculación internacional” (Sic).

Al igual que don Enrique, don Francisco Morales, otro representante del liberacionismo histórico, Leonardo Garnier y María Luisa Ávila, militantes liberacionistas de nueva generación, -para mencionar a quienes hicieron pública su decisión-, han expresado su apoyo coyuntural a Carlos Alvarado, frente a su contrincante político.

Comprenden, estos liberacionistas, -y es lo que tenemos que entender todos los costarricenses-, que lo que está en juego en esta elección no es solamente el triunfo de uno u otro partido político. Lo que se juega en esta segunda ronda electoral, es el triunfo de una cosmovisión liberal y progresista, en contraposición con una conservadora, fanática religiosa, que no por ser evangélica debe considerarse como inconveniente, porque este no es un asunto religioso. Debe considerarse inconveniente, porque como se ha señalado en múltiples oportunidades, los líderes de esas congregaciones han sido cuestionados por la manipulación y la estafa a que someten a miles de sus seguidores.

He interpretado, y así lo han hecho saber quiénes han ocupado importantes puestos en pasados gobiernos liberacionistas, que las manifestaciones de voluntad de voto a favor de Carlos Alvarado, no pueden ni deben interpretarse como la adhesión a ese partido político. Esas manifestaciones no son sino, la confirmación de estos costarricenses, con el compromiso por el respeto a los Derechos Humanos, posición que ha caracterizado nuestra idiosincrasia y que en reiteradas ocasiones el candidato de Restauración Nacional, ha amenazado verbalmente y, por escrito, en su programa de gobierno.

En la concepción política liberal de don Pepe o de Daniel Oduber, estoy seguro que no cabría siquiera, la posibilidad de respaldar a un representante de un partido político religioso fundamentalista, “aparecido de la nada” por una razón meramente coyuntural.

En esta misma línea, y como una manifestación clara a lo que representa en lo ideológico y lo político, el mensaje conservador y neoliberal de los candidatos de Restauración Nacional; con la claridad meridiana de no tener ningún peso específico en las estructuras partidarias, llamo a la reflexión a los integrantes de los diversos partidos políticos que están fuera de esta contienda, para que superen “la resaca de la derrota” y piensen en el bienestar de la Patria.

Al fin y al cabo, la responsabilidad de la pérdida de cada uno de los partidos en la pasada contienda electoral, estriba en la incapacidad propia para construir una imagen y un mensaje que conquistara a los votantes costarricenses. En este sentido, que cada dirigencia partidaria y cada comando de campaña cargue con sus pecados.

Hago un llamado a que reflexionen y piensen seriamente en el tipo de país que queremos para nuestros hijos y nietos.

En la Costa Rica que hemos disfrutado, la que deseamos heredar. No podemos permitir que nuestro país se convierta en una Nación en la que turbas manipuladas por grupos religiosos, actuando irracional e irreflexivamente, priven del derecho de la educación a nuestros hijos, o pretendan secuestrar funcionarios públicos.

Queremos que Costa Rica siga siendo un país en el que prive la libertad de pensamiento, el respeto a los Derechos Humanos y la posibilidad de elegir y disentir abiertamente, sin temores, aun ante quienes no compartan nuestros planteamientos.

Estimados lectores, los invito, tal como lo hacen don Enrique Obregón, don Francisco Morales, Leonardo y Maria Luisa, no a votar a favor de Carlos Alvarado, sino a manifestarse contra lo que representa en lo económico, lo político y lo ideológico, a nivel local e internacional, los líderes del Partido Restauración Nacional.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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