El chofer de bus de un solo ojo

Crónicas interculturales

Por Remy Leroux Monet

Remy Leroux

Desde que me pensioné, hace como diez años, no dejé de sufrir incidentes con choferes de buses del valle central del país. La mayoría de los aparatos lectores de cédulas instalados en las unidades no cumplen con su tarea: no pueden leer las cédulas, tanto las de los residentes como a menudo también las de los nacionales.

Pero los choferes suelen considerar que la culpa la tienen los pasajeros.

Y les cuesta aceptar que los residentes (que en su nivel de cultura creen que todos son gringos cubiertos de billetes verdes) también tienen el derecho de no pagar sus pasajes. Nunca nadie les explicó el contenido de la ley que remonta al año 1999 o bien 2000.

Entonces les hacen mala cara cuando la empresa les obliga a apuntar el número del Documento de Identidad Migratorio para Extranjeros DIMEX que cuenta con nada más ni nada menos que doce dígitos. Y ¿apuntar dónde, en qué documento, qué hoja? Muchas veces no les queda más que utilizar la hoja de conteo de dinero cuando entregan la espuma a la jerarquía de la empresa al final de su jornada. No les proporcionan un documento, una hoja elaborada con ese fin.

Y es frecuente que tienen que poner lentes para poder escribir. A menudo esos lentes están muy sucios, entonces iniciamos con una sesión de limpieza. Después, hay que encontrar un bolígrafo, animal malicioso que a menudo se esconde. Y que sea un bolígrafo que sirva puesto que suele no escribir y los choferes piden uno al mismo viajero o al cheque.

Lo más triste y acongojante que he vivido es cuando uno percibe que en realidad el chofer no sabe escribir. No es siempre que ve mal. Entonces es el pasajero él que dicta el número de su cédula y el escribano cumple de lo mejor que puede.

Mi peor momento fue cuando un chofer no quiso arrancar si yo no pagaba mi pasaje – a lo que me rehusaba – y que una señora propuso pagarle por mí…

Últimamente, algunas líneas de bus instalaron pequeñas cámaras para filmar o escanear las cédulas. Tampoco funcionan al 100%. Como los choferes dejaron de apuntar el trayecto del residente, sólo injustamente nos queda una opción: pagar o pagar.

Un día me tocó un conductor muy experto en el manejo con un solo ojo… Mientras manejaba a toda velocidad, supongo con el otro ojo, instaló mi DIMEX sobre el dash para poder apuntar los doce dígitos de mi número de cédula de residente leyéndolos a través de los radios de la rueda.

Mientras tanto, yo me mantenía de pie detrás de él esperando que me devolviera mi bendita cédula, a la vez que capeaba las curvas del camino, agarrado de las dos manos con todo lo que colgaba del techo del bus para no perder el equilibrio. Me sentí como James Bond cuando intentaba deshacerse de un maleante instalado sobre el capó de su carro.

Para esa sesión de escritura, el chofer tardó buen rato. Yo me había montado en el centro de San José cerca del Hotel Balmoral y me devolvió mi cédula… hasta la Fuente de la Hispanidad. Tenía que bajar en la Iglesia de San Pedro.

¿No creen que yo merecía un descuento por haber viajado casi todo el trayecto de pie?…

Remy Leroux Monet, ciudadano francés, visitó por primera vez Costa Rica en 1978, y desde entonces no se ha separado nunca de nuestro país. En 1993 migró definitivamente. Siendo un atento observador de su entorno, tiene por afición resaltar diferencias entre sus dos países, el de nacimiento y el de adopción.

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