Luis Paulino Vargas Solís
El presidente habla. Los periodistas no parecen periodistas. Su pasividad y silencio no es lo esperable en ningún periodista que se respete. Es más bien lo característico de un grupo de lacayos cuando escuchan a su amo.
El presidente está en el ambiente en el que le gusta estar. Todo bajo su control, nadie lo incomoda y él ejerce su poder a placer. El ambiente, pues, donde puede fingirse valiente, bravo y firme.
Cuando se le saca de ese ambiente, el hombre cambia. Es decir, cuando se enfrenta a una realidad que no está bajo su control. Entonces lo veremos derretirse, y veremos al supuesto jaguar transformado, como por encanto, en un minino aterrorizado.
Pero no es el caso presente. Aquí está rodeado de los periodistas amigos, asalariados de un medio amigo. Está donde le gusta estar. No hay riesgo de que nadie lo cuestione ni lo incomode. Cada hilo está bien amarrado, el rompecabezas está completo. Es un ajedrez donde el presidente mueve las piezas blancas y él mismo contesta con las piezas negras. El resultado final, sea el que fuere, se acomodará a sus veleidades.
Como a él le place que sea.
El presidente especula, elucubra. Más bien delira. Los dis-que-periodistas escuchan; silenciosos, obedientes, mansitos.
Si en 2026 –dice el presidente– se logra unificar bajo el control de una sola fuerza tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativo, podremos cambiar la Constitución.
No es necesario ser muy inteligente para comprender en qué consistiría el cambio: eternizar al mismo Chaves como presidente de Costa Rica y eliminar cualquier control, cualquier juego de pesos y contrapesos.
Todo el poder en manos de Chaves y Chaves haciendo todos los desmanes que le dé la gana. Sus amigos personales serán los primeros que lo festejarán.
Son los delirios de un tipo absolutamente incapaz de gobernar en democracia, un señor que carece, al completo, del coraje, la lucidez y la generosidad para liderar en un contexto complejo, diverso, heterogéneo y pluralista.
Los delirios de alguien que se cree dueño absoluto de la verdad, que no escucha, que no respeta, que no tolera ningún disenso.
Los delirios de un tipo perezoso que desea que todo se le acomode a su capricho y odia tener que vérselas con cuestiones que demanden trabajo y empeño.
Son, en fin, los delirios de alguien que se sueña tirano y dictador, reinando sobre una sociedad homogénea, gris y monocolor, de la que fue extirpada, a la fuerza, la diversidad cultural, el pluralismo de las ideas, la deliberación ciudadana y la participación.
En fin, los delirios de un tipo que repudia los valores republicanos y aborrece la democracia.
– Economista jubilado