De precandidatos, cantos de sirena, populismos y ocurrencias

Ágora

Por Guido Mora

Guido Mora

Abiertos los fuegos electorales, ya hemos tenido oportunidad de ver y escuchar opiniones y propuestas de algunos personajes auto postulados precandidatos, para ocupar tanto la presidencia, como las curules de la Asamblea Legislativa a partir de 2022.

Estos acontecimientos me trajeron a la memoria la imagen de G. W. Villalobos.

Para quienes no lo conocieron, Gerardo Wenceslao Villalobos, fue candidato del Partido Demócrata en los años 70. Era un personaje pintoresco que, adelantándose al populismo que vivimos en la Costa Rica contemporánea, se daba la libertad de acometer acciones y expresar criterios, que otros costarricenses no se animaban siquiera a conceptualizar. Sus ocurrencias, propuestas y actos, eran considerados por muchos ciudadanos como disparatados. Recuerdo como anécdota, que siendo quien escribe un poco más joven, G. W. Villalobos, como se le conocía popularmente, se parapetó frente a la casa de Robert Lee Vesco -otro personaje de la época- y comenzó a disparar a las paredes de la propiedad, reclamando su salida de Costa Rica.

Las ocurrencias, anécdotas y tácticas de ese personaje, marcaron la década de los años 70 en la política costarricense.

Se me vienen a la mente estas imágenes, porque parece ser que algunos de los precandidatos del liberacionismo y fuera de él, se han esforzado por asumir ese papel, generando una tragicomedia qué, ante las condiciones políticas y económicas que vive nuestro país, pueden convertirse en acciones y actitudes muy peligrosas que atentan contra la estabilidad política y económica de nuestro país.

Hasta el día de hoy, entre los precandidatos tenemos: reciclados, aparecidos, teócratas, resucitados, conservadores y neoliberales. Esta realidad me hace añorar los tiempos en que se requería formación, estudio, compromiso, disciplina, trayectoria y reflexión, para postularse en un cargo público. En los tiempos en que Liberación Nacional era un partido progresista y prevalecían los intereses de las mayorías, por sobre los de pequeños grupos de interés.

Estoy seguro qué, entre los costarricenses prevalece el criterio que ante la crisis económica actual -la que se gestaba antes de la pandemia y se profundizó con esta catástrofe sanitaria y económica-, son necesarias acciones, planteamientos y propuestas serias. Al país no le haría nada bien enfrentar cuatro años más de improvisaciones y ocurrencias.

Frente a esta lamentable realidad, el Partido Liberación Nacional en particular, -y todos los demás partidos políticos-, deberían de realizar un esfuerzo y actuar con responsabilidad, promoviendo y auspiciando la participación de postulantes que tengan experiencia en el ejercicio del poder y que puedan enfrentar con conocimiento, experiencia y trayectoria, los retos a que nos enfrentamos como sociedad.

No podemos permitir que en 2022 sea electo en el Poder Ejecutivo un improvisado, que no haya tenido experiencia ni siquiera en administrar una pulpería, o que se haya ganado su postulación a punta de cantos de sirena y discursos vacíos, sin presentar propuestas realistas y serias, que nos permitan superar la profunda crisis que estamos enfrentando.

Requerimos que el partido y la persona que sea electa en el digno cargo de Presidente de la República tenga al menos una noción del funcionamiento de la cosa pública: más que el manejo de conceptos teóricos, el arte de gobernar se sustenta en la habilidad de llevar a la práctica ideas efectivas, viables y posibles.

Estamos a las puertas de la elección de un nuevo Presidente y de nuevos diputados. Tenemos la obligación, por Costa Rica, de tomar las mejores decisiones y no dejarnos envolver con discursos de demagogos y vendedores de humo.

Cada uno desde su posición: la clase política y los electores, tenemos como nunca, la obligación de actuar responsablemente, en beneficio de la institucionalidad y de los más débiles de nuestra sociedad.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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Un comentario

  1. La democracia es un rico platillo del que todos pueden comer, se queremos que los comensales guarden modales y no se comporten como jauría hambrienta, la educación política es indispensable. Un consumidor exigente, conocedor y experimentado, es quien induce a una oferta política de calidad.

    La expresión idiomática: “cada pueblo tiene el gobierno que merece”, es a la vez una sentencia y una conclusión de realidad.

    Me encantó este último escrito de ÁGORA.

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