Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com
Al principio pidieron como requisito para ir a un bar o un restaurant, anotar la dirección, email y el número de teléfono, al parecer hubo un protesta muy fuerte porque eliminaron dejar el número de teléfono, el argumento fue pérdida de privacidad.
Y para todos los que creen que pronto volverá el turismo a nuestros países (van casi 30 mil suizos al año a Costa Rica y se quedan unos 17 días dejando unos 65 millones de dólares), las autoridades suizas han sido específicas: Le risque d’une infection au coronavirus existe dans le monde entier.
Cette situation ne changera vraisemblablement pas durant l’été.
(Hay riesgo de contraer el nuevo coronavirus en todo el mundo. La situación probablemente no cambiará durante el verano.)
Desde que esta locura empezó he visto una diferencia más abismal que nunca entre Suiza y Costa Rica, que encontré oportuno comentar y resumir en este cuadrito:
Hay algo no me calza…
Viendo esos datos al 8 de mayo, si Costa Rica hubiera tenido el mismo patrón de enfermedades y muertes que Suiza y haciendo una reducción por tamaño, deberíamos tener un equivalente de 17.826 enfermos y de 904 muertos, y haciéndolo al revés, o sea aumentando los datos de Costa Rica, en Suiza debería tener 1.326 enfermos y 10 muertos, entonces me pregunto una y mil veces: ¿Cómo un país tan rico, con un PIB per cápita 4,7 mayor que el de Costa Rica, con un presupuesto casi 20 veces mayor, con 4 veces más camas de hospital, con 3,69 veces más doctores… tiene casi 23 veces más enfermos y 153 veces más muertos que Costa Rica?
Mi primera explicación fue que era por la cantidad de pruebas y por controles más específicos, pero luego de oír la explicación del Ministro de Salud, que me satisfizo ampliamente, lo dispar de los datos me hacen suponer que los suizos no siguieron lo que se pregona en los Evangelios y que fuera muy bien escrito por San Juan: El Buen Pastor, que es el que no permite que se pierda ninguna oveja de su rebaño, que ninguna se lastime…
En medio de ver que no se aplicó la parábola del buen pastor y de los análisis numéricos de ingeniero, conversé de nuevo con mi amigo, el que su pareja se quebró la pierna…
Me contó que tuvieron que volver a una cita de control al hospital, dice que al igual que la vez pasada cero aglomeraciones, ya no había toldo blanco, que el muchacho cachetes colorados de Protección Civil seguía todavía, ahora inmediatamente después de las puertas de ingresos, saliendo a fumar cada cierto tiempo, poniendo gel de alcohol y dando mascarillas, que la cita se atrasó una hora, y que por lo menos 5 asistentas y 2 veces el doctor salieron a pedirles perdón, que el atraso era que el sistema se había caído, aunque habían cero carreras en el hospital y todo el mundo relajado por el covid 19 la caída del sistema los tenía locos, cuando de repente apareció “Bob”, el robot encargado de transportar muestras del lugar de colecta al laboratorio….parando en cada vuelta o cuando pasaba alguien, también sin prisas y sin carreras…Dice que tuvo que controlarse en la tomadera de fotos y videos para no aparentar un comportamiento más polo que el que ya había mostrado…
Yo una vez en China en un tren de alta velocidad no pude controlar mi polada: iba tomándole fotos a la pantalla que mostraba la velocidad, 200, 250, 280, 290 y en 300 hasta grité, todo el mundo se me quedó viendo y venía un grupo de jóvenes, claramente ingenieros (entre nosotros nos distinguimos…) y uno se levantó y me preguntó: “—¿de dónde es?” y yo le contesté sin pensarlo mucho y en automático: “de Liberia” y él casi que dijo: “con razón”, y seguramente me imaginó corriendo bajó el sol de la sabana africana…
Terminada la cita, y con la recomendación del doctor de regresar “la bota biónica” que les habían dado, que se usa en lugar del tradicional yeso y de las botas negras que dan en tiquicia, se fueron al correo a enviar el paquete, a La Poste, que estaba por supuesto—dice mi amigo—todo lleno de recipientes con alcohol, cajitas de guantes y cajitas de mascarillas y el suelo marcado con precisión cada dos metros, apenas entraron se cerró la puerta porque era la hora de almorzar, con el paquete a cuestas vieron que en las ventanillas iban poniendo el letrerito de fermé, pero que quedaba una abierta, y el que la atendía se les quedó viendo con esa cara de alguien que ha pasado toda la mañana trabajando, con cara de querer jalar pa’l almuerzo y con cierta cólera que causa el ver gente que vienen a esta hora, mi amigo comentó: “—este guevón con esa cara de perro rabioso como que ya quiere jalar, no nos va a querer recibir el paquete, puta que agüevado, me tengo que llevar el paquete para la choza de nuevo…—“ y atenido a que no lo entendían volvió a decir: “—como no cabe por el huequito de la ventanilla este guevón no lo va a querer recibir—“, de repente el de la ventanilla se movió unos cuantos metros y le dijo: “ici” o “aquí”, dice que para los efectos para él era lo mismo, y recogió el paquete.
Dice mi amigo que se él se hizo el tonto pero que le fue claro que el dependiente entendió todos sus comentarios…
La vida sigue en Suiza, con más flexibilidad, yo esperando vuelos para Costa Rica, cada día en lugar de verlos más cercanos los veo más lejanos, antes decían que después del 15 de mayo llegarían vuelos, hace unos días el Ministro de Seguridad dijo que la frontera para extranjeros se abriría el 15 de junio, y cuando he comentado eso me han dicho: “di mae, pero usté puede entrar cuando quiera, no ve que pa’los ticos no hay restricciones” mi respuesta ha sido: “cierto, pero no puedo volar cuando quiera, normalmente los ticos somos los menos en los vuelos, somos los completamos los asientos que quedan, y no creo que eso cambié y menos ahora… —y para no seguir siendo más pesado de la cuenta agrego—…todavía no hay vuelos, chequea las páginas de las aerolíneas o del aeropuerto, todas dicen: vuelos suspendidos hasta nuevo aviso…”
Por ahora sigo con mi rutina:
Me levanto temprano, me lavo los dientes, me veo al espejeo, me piropeo, preparo desayuno, echo un vistazo a las noticias de la DW, BBC…hago ejercicios, me baño, me alisto, me pongo a trabajar y cada cierto tiempo me estiro, me veo al espejo y mi piropeo, ahora con más ganas y entusiasmo…
Y con mi mantra, que repito a todo momento: mantené el distanciamiento social, yo puedo con la nueva normalidad, mantené el distanciamiento social, yo puedo con la nueva normalidad, mantené el distanciamiento social, yo puedo con la nueva normalidad.