Pensamientos sueltos…
José Solano Saborío
Sigo con interés la política gringa desde mi etapa de estudiante. Comencé en la lejana época de mediados de los 80, viendo un Estados Unidos en manos de una derecha empoderada dentro de los dos partidos Republicano y Demócrata, con la única diferencia en el tema de derechos civiles, aborto y minorías, pero con un fuerte Tea Party conservador en el partido del elefante rojo; muy diferente del actual MAGA, cuya cara electoral actual es un millonario fracasado en los negocios, pero exitoso en vender su imagen de “mesías contra el Estado Profundo”, mientras que antes era un actor de westerns que se decía evocaba la necesidad de “volver a la ley y el orden”, el vaquero Ronald Reagan. El actor se mete en política después de un ciclo liberal con movimientos pacifista y civiles exitosos en la era hippie de la segunda mitad de la década de los 60 y toda la de los 70, pero con base en valores mínimos universales de respeto a la disidencia, los derechos civiles para mujeres, negros y otras minorías, libre discurso y pensamiento y los logros para libertades básicas como el aborto terapéutico y hasta libre, con restricciones en cada estado, lo que redundó en una sociedad gringa -más o menos- homogénea.Los extremismos, tanto de izquierda, como de derecha eran fácilmente identificables y contenidos, como los supremacistas blancos (KKK) o los Panteras Negras, limitados a zonas y a la clandestinidad.
La política exterior gringa, siempre errática, imperialista e intervencionista, se paseaba libremente por el mundo, no por un éxito propio, sino por el fracaso del estalinismo que traicionó postulados básicos del marxismo-leninismo en la Unión Soviética nacida de la Revolución Bolchevique, que era su único contrapeso post Segunda Guerra Mundial, ante una Europa que le costó mucho levantarse de la devastación de ese conflicto bélico mundial librado mayormente en su territorio, que le obligó a concentrarse en su reconstrucción; una Asia asolada por conflictos y acomodos de la post guerra, con Japón devastado por la explosión de bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, economías muy desiguales y una China muy aislada y opresiva, muy distinta a la de hoy en día.
Pero volviendo a los Estados Unidos, teníamos una educación gringa siempre dominada por los intereses de grupos de una élite económica corporativa y otra de las uniones de trabajadores (lo que para nosotros sería el movimiento sindical, aunque sea muy diferente), que resultó en una sociedad que producía tecnócratas neo analfabetos en temas políticos, que respondían a la necesidad de obreros para sus industrias de automóviles, fracking, petróleo y algo de minería; qué no cuestionaron el status quo.
Pero empezó a darse un fenómeno a partir de la década de los 90s, la información y el pensamiento que antes se controlaba a partir de las estrategias de manipulación del electorado y la opinión pública, muy bien definida por Noam Chomsky y su Decálogo para la Manipulación de Masas, basado en la concentración de los medios de comunicación en manos de las élites, que les permitía crear sujetos fácilmente enajenables.
De pronto se encontraron con un fenómeno de comunicación masiva difícil de controlar y que hizo surgir una nueva élite, de una nueva industria, en manos de una nueva generación. Las NTI (Nuevas Tecnologías de Información), el Internet y las famosas redes sociales.
Consumida por su propia avaricia, resultado de los altos rendimientos financieros, la élite tecnológica de Silicon Valley se frotó las manos con su nueva revolución tecnológica, qué fue toda una nueva “mina de oro”… y nunca imaginaron que su desarrollo descontrolado, iba a ser su propia perdición.
Los tomó desprevenidos.
No esperaron nunca como esa libertad y universalización del conocimiento y manejo de la información, les quitó de las manos esos sujetos que, antes, eran fácilmente controlables.
La población mundial, no sólo la gringa, NO estaba preparada para absorber, positivamente, todo ese caudal de información abrumadora, ahora, a su alcance.
Entonces la ultraderecha neoconservadora populista se avivó, absorbió el fenómeno, lo entendió y lo manipuló. Las teorías conspirativas paranoicas y las mentiras se confundieron con el conocimiento académico, la ciencia y la tétécnica. En la mente de la colectividad, ahora, tenemos verdades a medias, desinformación y caos, confundida con la realidad verdadera. Como universos paralelos que narran las películas y películas de Marvel o DC Comics.
Esa élite desarrolla entonces, aprovechando esa nueva plataforma, una agenda para satanizar los derechos civiles y humanos, confundiendo logros y avances humanistas, con una supuesta culturalización “perversa e inmoral”, que ha producido una psicosis colectiva y nos ha regresado a una realidad alterna de inicios del siglo pasado, con una sociedad xenófoba, homofóbica, racista, chovinista, ultra religiosa y moralista.
El principal objetivo de la nueva élite ultra conservadora de los tipos como Elon Musk y sus acólitos extremistas como el nuevo vicepresidente electo, JD Vance, es abolir la democracia para concentrar todo el control y el poder.
Costa Rica no es la excepción y ya tenemos en Zapote a un producto de ese mismo fenómeno.
Si no somos capaces, como izquierda progresista, históricamente responsable de las conquistas obreras, igualdad de género y de las libertades civiles para minorías étnicas, salud pública y la interminable búsqueda de la igualdad social y el orden social con justicia, el entender y contrarrestar este fenómeno global, que antes combatimos desde diferentes foros, en las aulas universitarias y la academia, seguiremos, cada vez más, a expensas del caos de esa ultra derecha neo conservadora populista desatada en todo el mundo occidental.
Esta, nos llevará a una mayor deshumanización, a la normalización de la autocracia, del genocidio como el de Gaza, del fanatismo religioso y conspirativo… a la desaparición de nuestro Estado Social de Derecho y de la democracia que, por más imperfecta y aún injusta, es el único sistema viable de organización social.
Entonces…
¿Estamos haciendo algo para prepararnos y luchar o simplemente nos rendimos y quedamos en el análisis excesivo sin soluciones concretas?
¿Estamos en disposición de guardar nuestro complejos de superioridad intelectual y moral, para tener un gran acuerdo entre los demócratas a pesar de las ya casi inútiles dogmas ideológicos?
Y en Costa Rica… ¿Estamos todos?… volvería hoy a preguntar don Pepe.