Política entre bastidores
Manuel Carballo Quintana
Fue trabajador bananero en la Zona Sur (Coto 47), en la década de los 40. Ahí se convirtió en dirigente sindical, luchando contra las injusticias de la United Fruit Company. Su entrega y solidaridad lo llevo incluso a servir de paramédico, según su propio decir, de los bananeros. Se alojaba don Danilo, como lo hacían los trabajadores bananeros, en lo que llamaban los bachers (derivado del inglés bachelors), donde agrupaban a los solteros. Uno de los problemas que enfrentaban es que cada vez que requerían atención médica y tenían que viajar al hospital de Golfito, la Compañía Bananera les rebajaba el día de trabajo. Don Danilo hacía todo lo posible por evitarles el traslado a Golfito. Por ejemplo, cuando algún trabajador tenía síntomas de diabetes -según don Danilo-, le decía: “No se vaya a Golfito sin antes hacer aquí este examen: en la noche, en una chapita de cerveza o coca-cola recoja una muestra de sus orines, déjela en el marco de la ventana toda la noche; si amanece con hormigas tenga seguridad que tiene diabetes y entonces sí debe viajar a consulta con el doctor en el hospital de Golfito”. Risible e increíble su relato, pero él aseguraba que no fallaba. A las semanas se multiplicaban las consultas de los trabajadores de los otros bachers o barracones.
Me relató el Dr. Arístides Mejía Castro, quien fuera Ministro de Trabajo de Honduras, que Danilo Jiménez y el trabajaron juntos en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra, Suiza. Ahí cultivaron gran amistad. En el gobierno de don Pepe el Dr. Mejía visitó Costa Rica como dirigente sindical, para asesorar a los sindicatos ticos en una huelga bananera que estaban organizando. Al enterarse don Danilo, mandó a llamar a don Arístides y le comunicó que el Gobierno de Costa Rica no aceptaba su intromisión y lo expulsaba del país de manera inmediata. El distinguido hondureño lamentó la decisión y preguntó en cuánto tiempo debía salir del país. Don Danilo le respondió: “Arístides, yo te daría 24 horas, pero como sos mi amigo, te voy a dar 48 horas para salir”. Según me dijo don Arístides Mejía, ese hecho nunca melló su amistad.
Como Ministro de Trabajo en la administración de don José Figueres de 1970, se presentó ante don Pepe, le presentó la renuncia porque contraería matrimonio con su hija Muni y a todas luces no convenía tener a su yerno en el gabinete. Ya en la Administración de don Luis Alberto Monge, casado con Muni, se convirtió en Ministro de la Presidencia. Ahí los conocí a ambos con una mayor cercanía. Fue una pareja ejemplar que despertaba simpatías; don Danilo un ferviente enamorado de su esposa Muni. Muy temprano en las mañanas llegaban a trotar en el parque de La Sabana. A él los amigos le expresaban admiración por su condición física, y entre serio y broma respondía: “Gracias a Muni. Son los ejercicios que hago con ella en La Sabana; no me canso porque la pongo a correr delante de mí y yo la sigo con el mayor entusiasmo”.
Se molestaba que ante sus requerimientos de diversa índole le respondieran con un yo no sé. Entonces acotaba: ah bueno, le voy a preguntar a Julio Jirón. Según sus palabras, en su infancia vivió con su abuela en las cercanías del Parque Bolívar, teniendo como único vecino la residencia de don Julio Jirón y su familia. Don Danilo siempre que le respondía a su abuela no sé, o por qué me pregunta a mí, la abuela le respondía: ¿A quién más le preguntaré? Tendré que preguntarle a Julio Jirón.
En sus tareas de Ministro de la Presidencia, no gustaba tener tareas pendientes. Fue perseverante en estar al día y acostumbraba trabajar en solitario los días sábado en su despacho. En una ocasión le pidió a su jefe de despacho presentarse a trabajar también el día siguiente, sábado. Éste le aclaró que estaba al día en sus labores, que no necesitaba presentarse el sábado. Don Danilo le ripostó: “No importa, venga; si usted no viene, ¿entonces a quién voy a regañar?” Siempre me quedó la duda si lo decía en serio. Pero lo cierto es que su Jefe de Despacho ya estaba en la oficina desde las 8 de la mañana del sábado.
Como Ministro de la Presidencia, le correspondía coordinar las acciones de los distintos ministros y presidentes ejecutivos de las diversas instituciones; y semanalmente se reunía por separado con ellos para revisar las tareas pendientes y planificar acciones con el respaldo de la Presidencia de la República. En esto don Danilo fue muy estricto y a veces imperativo, particularmente cuando surgían conflictos en las comunidades.
Durante su gestión se presentaron serios problemas en Guadalupe de Goicoechea relacionados con el servicio de agua por parte de AyA, cobros desmedidos y largos cortes y racionamiento del agua. Noche a noche se producían manifestaciones y conatos de violencia por parte de los guadalupanos. Y nada de respuesta por parte de AyA. Don Danilo llamaba a cuentas al Presidente Ejecutivo y nada que respondía. Lo buscaban y no lo encontraban; lo llamaban por teléfono y no respondía. Ante tal situación, don Danilo señaló, más por un decir que una orden: ¡A éste vamos a tener que traerlo en radiopatrulla! Eso fue en la mañana, en la tarde llega a Casa Presidencial una patrulla con el Presidente del AyA a bordo. Aunque nadie dio la orden, el jefe de la guardia presidencial estaba escuchando al ministro y sin ninguna orden se fue personalmente a buscarlo, y lo encontró. El presidente de AyA llegó más asustado que un conejo. ¡Nunca había viajado en radiopatrulla!
Sería interminable hablar de Danilo Jiménez Veiga. Estos pocos apuntes son para destacar pequeños vivencias aisladas que me correspondió compartir de cerca, no sin mi admiración.
En el discurso de despedida, en su funeral, el expresidente Luis Alberto Monge manifestó: “Danilo fue un hombre de fe. Siempre me impresionó su profunda devoción por la Patria. Siempre buscaba poner al servicio de ella muchos de sus talentos; lo mejor de su formación y su experiencia”.
Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración de simples hechos reales poco conocidos que al cabo del tiempo se convierten en históricos.