Por Verena Wolff (dpa)
La capital de Estados Unidos es desde hace más de dos siglos un lugar central en el mapa político mundial. Le debe su nombre al general George Washington, quien lideró a los militares en la guerra de independencia contra los británicos.
La ciudad fue planeada por Pierre L’Enfant en un pantano entre Virginia y Maryland. Con un tamaño de diez por diez millas, está organizada según una cuadrícula de calles con letras y números individuales, cruzadas por grandes avenidas con los nombres de los estados norteamericanos.
El río Potomac recorre de norte a sur la ciudad, que está dividida entre las zonas noroeste, noreste, sudoeste y sudeste. Hubo un tiempo en que lo mejor era quedarse en el noroeste y no perderse detrás del Capitolio. Era la época en que Washington era también la capital de los asesinatos en Estados Unidos. Pero eso fue hace tiempo.
Con sus 700.000 habitantes, la ciudad ha recorrido un largo camino en los últimos años y décadas. Aquí, cuatro buenas razones para visitar Washington:
1. Los museos a lo largo del National Mall
Un británico es el responsable de la variedad de museos que existen a lo largo del parque National Mall, que va desde el Capitolio, pasando por el Monumento a Washington hasta el Reflecting Pool delante del Lincoln Memorial. A lo largo de él hay once Museos Smithsonian. Museos de categoría mundial que no tienen parangón en el país y que no cobran entrada.
De acuerdo con los Archivos Smithsonian, James Smithson, mineralogista y químico británico, fundador de la Institución Smithsonian, puso a disposición su dinero tras su muerte en 1829. Y eso a pesar de que nunca había pisado suelo estadounidense.
Entre los Museos Smithsonian más nuevos se encuentra el National Museum of African American History and Culture, tras cuyo característico enrejado de metal color bronce se aborda la historia de los afroamericanos en Estados Unidos en cuatro pisos subterráneos y cuatro pisos sobre el nivel del suelo.
Más allá del Mall también hay museos únicos, entre ellos el International Spy Museum, que en sus numerosos pisos se centra en la historia de los servicios secretos del mundo y su trabajo.
2. Los monumentos y memoriales
Georgia Lucas pedalea sobre las anchas sendas para bicicletas y levanta la mano. Esto significa «¡stop!» para los demás ciclistas. Los visitantes llegaron al primer destino del tour, el Jefferson Memorial. Columnas griegas, mármol claro, una cúpula impactante, y dentro de todo esto una estatua de bronce de unos 6,50 metros de alto del tercer presidente de Estados Unidos, que también fue uno de los principales autores de la Declaración de la Independencia.
El próximo monumento, destinado al presidente número 32 de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, es bien distinto. Él es el único que logró cumplir cuatro periodos en la Casa Blanca. Rodeado de árboles, este monumento no cuenta con barreras de ningún tipo, ya que el mismo Roosevelt usaba una silla de ruedas.
Uno de los monumentos más nuevos es el dedicado el defensor de los derechos civiles Martin Luther King. Tanto el monumento de King como los de Roosevelt y Jefferson se encuentran alrededor del Tidal Basin, un pequeño lago entre el Mall y el río Potomac.
La próxima parada en el «Monuments and Memorials Tour», un tour en bicicleta a través de la sólida red de sendas para bicicletas, es el Lincoln Memorial, en el extremo oeste del Mall. El arquitecto Henry Bacon lo diseñó inspirado en el Partenón de Atenas. La idea era que Abraham Lincoln, el décimo sexto presidente, tuviera un monumento que recordara a la cuna de la democracia. La estatua de Lincoln, al que se ve sentado en un sillón, mide más de seis metros.
Una vez de nuevo sobre la bicicleta se pasa por importantes monumentos dedicados a la guerra, los Vietnam Veterans y Korean War Veterans Memorials, así como el National World War II Memorial. El Monumento a Washington sobre su pequeña colina es la última parada del tour. Desde allí, los ciclistas pueden observar la Casa Blanca, el Capitolio y todo el National Mall.
Además, pueden apreciar desde allí una curiosidad en el obelisco de 169 metros. Como explica la guía, Georgia, «durante su construcción se terminó el dinero, por lo que hubo que completarlo luego con otras piedras».
3. Vivir cerca del agua
El río Potomac mide unos 600 kilómetros de largo y desemboca en la Bahía de Chesapeake y con ello en el Atlántico. Si bien corre a lo largo del borde occidental de la capital estadounidense, hace varias décadas solo se podía llegar directamente a él en unos pocos puntos.
En el actual District Wharf se comerciaba hace poco con mercancías. Era una zona industrial en la que vivían las personas pobres y el índice de criminalidad era alto. Luego se decidió darle otro impulso a la vida al borde del agua y surgió un proyecto multimillonario para el District Wharf.
«Es un barrio todo nuevo, directamente sobre el río, entre Georgetown y Buzzard Point», dice Rob Reuter, capitán de la empresa Potomac Riverboat Company, mientras conduce un taxi fluvial de color amarillo fuerte hacia Georgetown.
La primera parte logró concretarse en 2017. El barrio en la zona de Southwest, no muy lejos del Mall, en el que hay viviendas, oficinas, restaurantes, hoteles y bares, abarca alrededor de una milla o 1,6 kilómetros. Lo único que sigue en pie es el Fish Market, una de las instituciones de la capital. Allí es posible comprar desde 1805 y sin interrupciones todo lo que descargan allí los pescadores de la zona.
4. Siguiendo el rastro de George Washington en Alexandria
Mientras que la capital lleva el nombre del general Washington, Alexandria, en el estado de Virginia, unos pocos kilómetros al sur, es probablemente el lugar en el que el primer presidente estadounidense pasó la mayor parte de su vida. Allí nació. Y allí también es posible imaginar aún hasta hoy en día cómo recorrían sus calles los carruajes en tiempos de Washington.
En el Farmer’s Market, que se sigue celebrando todos los sábados, se vendían ya antaño los productos que Washington cultivó en su finca de Mount Vernon, que se encuentra algunos kilómetros más al sur bajando por el río Potomac, y que se puede visitar.
En tanto, la taberna con paredes de madera Gadsby’s Tavern en Alexandria, en la que se sirve desde hace siglos «peanut soup» (sopa de maní), era uno de los lugares preferidos de Washington para celebrar. Incluso cerró uno que otro negocio allí.
Apenas unas manzanas más lejos se puede pasar la noche en una réplica de la casa de la familia Washington («George Washington Town House»), aunque por supuesto con las comodidades del siglo XXI. Los precios arrancan a partir de los 300 dólares la noche.
Información sobre Washington D.C.
Llegada: la ciudad cuenta con dos aeropuertos internacionales. Washington Dulles (IAD) se encuentra en el estado de Virginia, y Baltimore-Washington International (BWI) en Maryland. A los dos llegan vuelos de United Airlines, Delta Air Lines y otras aerolíneas.
Llegada: los visitantes necesitan un pasaporte vigente y tienen que sacar un permiso electrónico (Esta) dependiendo de su ciudadanía. Otros necesitan una visa. Además, es necesario demostrar que se cuenta con un esquema completo de vacunación contra el covid-19.
Época para viajar: los veranos pueden ser muy calurosos en Washington, mientras que en invierno puede haber tormentas de nieve. Las épocas más agradables para viajar son la primavera y el otoño, aunque ya puede estar cálido y soleado en abril y hasta entrado noviembre.
Hotelería: es posible encontrar en la ciudad muchas grandes cadenas de hoteles y también hay hoteles legendarios en los que se celebran una y otra vez encuentros de políticos. En Georgetown y otros barrios es posible alojarse en hoteles boutique. En Maryland y Virginia hay varias opciones para pasar la noche directamente a la orilla del agua.
dpa