Carlos Revilla Maroto
Resulta vergonzoso el silencio cómplice de Liberación frente a una tragedia humanitaria que el mundo entero observa horrorizado. No hablamos de un conflicto lejano, sino de crímenes contra la humanidad, de miles de vidas arrebatadas, de un pueblo arrasado. Guardar silencio no es neutralidad: es tomar partido, y en este caso es ponerse del lado equivocado de la historia.
Liberación se precia de ser heredero de una tradición democrática y humanista. Bajo líderes como José Figueres Ferrer o Daniel Oduber, Costa Rica levantó la voz contra dictaduras y atropellos a los derechos humanos, ganándose prestigio internacional. Pero hoy el PLN parece haber perdido ese coraje, refugiándose en un mutismo que, en la práctica, lo convierte en cómplice pasivo de un genocidio.
Ese silencio no es casual. Dentro del partido existen corrientes muy cercanas a Israel y a sus intereses diplomáticos y económicos, lo que en los hechos actúa como un lobby que condiciona sus posturas. La cautela se convierte en autocensura, y la dignidad se sacrifica en nombre de conveniencias.
Pero la realidad es clara: el mundo entero está tomando posición. Decenas de países han reconocido a Palestina o condenado los crímenes en Gaza. Y lo expresó con firmeza el secretario general de la ONU, António Guterres: “Seamos claros: la creación de un Estado para los palestinos es un derecho, no una recompensa”. ¿Hace falta mayor claridad moral?
Además, el Israel de hoy no es el de los padres fundadores con los que Liberación mantuvo estrechas relaciones en el pasado. Aquel Estado naciente, que inspiraba simpatía y admiración, se ha transformado bajo gobiernos de extrema derecha en un régimen de ocupación y violencia sistemática contra el pueblo palestino. Aferrarse a esa narrativa histórica es un autoengaño que solo prolonga silencios insostenibles.
Liberación debe decidir si quiere seguir atrapado en esta contradicción: proclamarse defensor de la justicia social y la democracia mientras guarda silencio ante uno de los mayores crímenes de nuestra época, o recuperar el espíritu de valentía que alguna vez le dio legitimidad moral dentro y fuera de nuestras fronteras.
El PLN aún tiene la oportunidad de rectificar. Puede volver a colocarse en la senda de su tradición histórica y demostrar que no todo está perdido en la política costarricense. El ejemplo de España y de otros países abre la puerta: lo que falta es la voluntad de cruzarla.
La historia no se detiene. Algún día se pedirá cuentas a quienes callaron cuando debían hablar. Ojalá para entonces podamos decir que Liberación Nacional rectificó y, finalmente, eligió estar del lado correcto de la historia.