Ágora*
Guido Mora
guidomoracr@gmail.com
Conversando días atrás con grupos de amigos, me decían que veían una actitud muy pesimista de mi parte, en relación con el presente y el futuro de nuestro país.
Les explicaba que no era una actitud negativa, sino una posición crítica y realista, por dos razones:
1- Costa Rica por años no ha tenido un buen capitán y, por ende, es como un barco a la deriva;
2- Lamentablemente, toda esta situación que ha ocurrido con el tema del cemento, quedará impune.
Veamos por qué:
Ausencia de capitán; barco sin rumbo:
Sin ánimo de ser mezquino, tengo la impresión de que el último presidente que se trazó una meta realmente trascendente y transformadora, fue el Dr. Oscar Arias, durante su primera Administración 1986-1990.
La lucha que libró por articular y firmar los Acuerdos de Paz, fue titánica. Venció a fuerzas muy poderosas. Su persistencia y la de sus colaboradores, fue premiada con el Premio Nobel de la Paz.
Después de ese Gobierno, las que le siguieron sólo “administraron” el país, incluso de forma intrascendente. Fue algo así como navegar un barco en un lago: no realizaron grandes o importantes transformaciones y permitieron el deterioro de la institucionalidad y la gobernabilidad del país.
Adicionalmente, la mayoría, por no decir todas, terminaron con escándalos de corrupción más grandes o más pequeños, que son las razones para recordarlas, por encima de sus logros.
Valga recordar la de los Ángeles: ambos tuvieron unas vacaciones en la cárcel y finalmente salieron librados de los cargos que enfrentaban, por tecnicismos jurídicos.
La de José María Figueres, que después de convertirse en la más impopular hasta ese momento, se destaparon dos escándalos en el período de Gobierno y, después de su mandato, salió a relucir el tema Alcatel, que tan caro le costado a él en su imagen personal y a Liberación Nacional, como partido político.
Del Gobierno de Laura Chinchilla y del Abel Pacheco, ni que decir. Ambos se equipararon en iniciativas y obras. Aunque, es importante reconocer que el de Abel endeudó menos el país y el de Laura cargó con el escándalo de la Trocha.
La segunda Administración Arias, lamentablemente dejo grandes sinsabores, amén de una sociedad dividida con el tema del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, cicatriz que aún no sana.
Finalmente, la actual Administración que, aunque llegó con la promesa de cambiar la ética en la función pública, ha venido acumulando sombras, dudas y fardos, producto de la designación de autoridades incompetentes, fracciones legislativas inconsistentes, acusadas de manejos poco claros -para no señalarlos como corruptos-, terminando con el famoso cementazo, que nos tiene a todos asombrados, por la profundidad a que llegan las raíces de este triste y penoso episodio de corrupción política y económica.
En definitiva, Costa Rica por muchos años, ha sido un barco sin capitán y sin rumbo.
El cemento, el escándalo y la impunidad:
Espero equivocarme con la afirmación que he venido haciendo semanas anteriores en mis columnas, pero creo que con este tema del cemento, como ha ocurrido con otros tópicos en que se han visto involucrados personajes políticos, no va a pasar nada.
Quienes de una manera u otra han sido mencionados en sus relaciones con este amargo episodio, no asumirán ninguna responsabilidad, no tendrán impacto alguno negativo en su imagen, seguirán siendo candidatos a la Presidencia de la República, algunos serán diputados y otros posiblemente hasta ministros en una próxima Administración.
Privará la impunidad, la ausencia de vergüenza y se registrará, en la historia de este país, un nuevo caso profundo de corrupción en el ámbito político, público y privado.
Adicionalmente, no veo en ninguno de los candidatos la voluntad y el temple, para asumir posiciones que despierten en el electorado, la esperanza de un futuro mejor para el país.
Para mencionar a los que supuestamente encabezan las encuestas, encontramos a un Juan Diego Castro con un discurso monotemático, realizando un ataque furibundo, que más bien despierta dudas, contra el candidato liberacionista y una absoluta ausencia de propuesta. Una propuesta inconsistente y vacía.
En el caso de Antonio Alvarez, vemos un mensaje calculado, sin asumir compromisos o generar expectativas, estudiando más bien la reacción de sus adversarios, sin tomar la iniciativa en la propuesta y el mensaje.
De los demás candidatos, ni hablar: acartonados, calculadores, vacíos o sencillamente esperando la articulación de fuerzas religiosas conservadoras, para cosechar algunos puestos en el Congreso, que les permitan ser moneda de cambio para las propuestas conservadoras que acuerpan en el púlpito o la política.
¿Cómo entonces no ser crítico y realista?, ¿cómo no ser negativo?, al fin y al cabo, todo parece indicar, que tendremos cuatro años más con la misma falta de imaginación. Impregnado de la misma modorra política, ha prevalecido durante los últimos treinta años caracterizada por: incapacidad, ausencia de propuestas, de imaginación y con corrupción, con mucha más corrupción. Esto es lo que estamos vislumbrando en el horizonte político nacional.
Ojalá que no lamentemos, como lo están haciendo algunos países de América del Sur, esta peligrosa combinación de factores que conforma la realidad política costarricense.
Al final, nuestra responsabilidad estriba en dejar un país mejor para las nuevas generaciones. En mi criterio, no lo estamos logrando.
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.
Estoy de acuerdo con su apreciación
Yo le denomino a esto qué pasa “ el irrespeto al tiempo” , seguiremos varados por mucho tiempo, hasta q aparezca un líder, que realmente asuma una actitud de hacer, hacer y hacer