Enrique Gomáriz Moraga
Cuando faltan muy pocos días para que este domingo 3 de abril la ciudadanía costarricense acuda a las urnas para elegir al próximo presidente de la República, el escenario de la campaña sólo presenta algunos cambios. Las encuestas de intención de voto siguen dando vencedor al exministro Rodrigo Chaves, frente al expresidente José María Figueres, pero la distancia entre ambos candidatos se ha acortado apreciablemente. El sondeo de la Universidad de Costa Rica, que a principios de marzo le otorgaba a Chaves una ventaja de 11 puntos porcentuales, en su último sondeo, este 29 de marzo, le otorga solamente 4 puntos. No obstante, otras encuestas, (Opol, IDESPO, Enfoques) siguen entregando a Chaves una cómoda ventaja, similar a la inicial. Lo que sí ha crecido es la cantidad de electores que rechazan a ambos candidatos, con el consiguiente aumento de los indecisos, que ascienden del 15% al 18%, y el aparecimiento de grupos que llaman abiertamente a la abstención o al voto nulo.El curso de la campaña muestra cada vez con más nitidez la diferencia entre las marejadas de superficie y los movimientos gruesos del mar de fondo. En la última semana han emergido diversos sucesos que afectan la imagen de ambos candidatos, que han sido utilizados profusamente por ambas tiendas para llenar de invectivas personales y poco edificantes la contienda electoral. De parte de la campaña de Figueres se han ido cometiendo errores gruesos, como el sorprendente viaje del candidato a República Dominicana, pagado por un conocido empresario, o la emisión de un impresentable video que mostraba a varios jóvenes cometiendo suicidio al saltar al vacío desde la terraza de un edificio (escenificando la acusación de Figueres de que votar a Chaves representa un salto al vacío).
De parte del candidato Rodrigo Chaves, no ha podido desprenderse del recuerdo de las acusaciones por acoso en Banco Mundial, pero el problema más grave refiere al procesamiento que lleva el Tribunal Supremo de Elecciones acerca de un financiamiento paralelo ilegal de su campaña, mediante un fideicomiso que fue creado antes de presentar oficialmente su candidatura, pero que supuestamente continuó operando después. Se ha extendido en medios políticos y periodísticos un enorme suspenso acerca de si el Tribunal emitiría sentencia antes del día de las elecciones y sobre las consecuencias que tendría ello si Chaves o miembros de su equipo son encontrados culpables.
Bajo estos movimientos de superficie -que pueden resultar decisivos- el mar de fondo que agita el país centroamericano presenta menos novedades. Antes del arranque de la primera vuelta, los estudios mostraban que cerca del 80% del electorado presentaba un fuerte rechazo del estatus quo económico y político. Sin haber salido del todo de la depresión productiva ocasionada por la pandemia, una serie de casos de corrupción y una percepción de que las élites políticas no sabían o no querían cambiar las cosas, provocaron una extendida molestia social, que, agravada por los bajos niveles de confianza mutua existentes en el país, impidió que se llegaran a consensos básicos sobre el desarrollo nacional. En esta situación, buen parte de la población buscó alguna solución fuera del estatus quo y, por ese camino, encontró a Rodrigo Chaves. Este candidato no sólo procedía del exterior de la clase política, sino que además proponía una forma de actuar que rompía con las trabas institucionales que impidieran actuar para superar la crisis.
El enorme apoyo que concitó esta propuesta guarda relación con el nudo gordiano que el país no ha conseguido superar. Se ha dicho que Costa Rica se ha enfermado gravemente de su propio éxito. El país estaría padeciendo las consecuencias del desarrollo exitoso logrado en décadas anteriores, que compactó instituciones y grupos sociales que hoy son verdaderos obstáculos en el siglo XXI. Algo que se refleja particularmente en el propio Estado. El logro de haber configurado un Estado fuerte de aspiración social, que cubriera bien su pequeño territorio, parece haber desembocado en una extensión de la administración pública a un ritmo mayor que el aumento de su eficiencia. Ello se aprecia en la configuración de sectores corporativos en su interior, que frenan cualquier intento de modificación que pueda dotar de mayor flexibilidad al aparato público para adaptarse a las nuevas exigencias societales. El resultado de ese proceso es que el Estado comienza a funcionar para sí mismo, sobre la base de sus propios intereses funcionariales y corporativos, mucho más que para satisfacer los intereses del resto de la sociedad.
Cuando Chaves señala a los monopolios internos, a las entidades ineficientes o a las pensiones de lujo que cobran determinados funcionarios, está aludiendo a problemas reales que proceden de esa enfermedad y son reconocidos por gran parte de la ciudadanía.
Desde el campo contrario se pone énfasis en señalar que el modo hiperpresidencial que propone Chaves pone en riesgo la institucionalidad del país. Y la acusación parece bien fundada. El problema es que ello interesa menos a una mayoría ciudadana que lo que exige es atacar de una vez los problemas de fondo. Y que, según los sondeos, percibe que la candidatura de Figueres está formada por la misma clase política, apoyada también en un sector de la población que añora la Costa Rica exitosa del pasado.
Por otra parte, los temores que genera Chaves todavía no parecen suficientes para superar la división que muestran las otras fuerzas políticas, movidas por un rechazo rencoroso hacia el candidato José María Figueres. Según el estudio de la UCR, una proporción elevada de socialcristianos y de votantes del PAC, estarían más dispuestos a votar por Chaves que por Figueres. Así, el resultado electoral dependerá en buena medida de la fortaleza con la se mantengan este domingo los dos factores más prominentes de este mar de fondo: la rebelión de la gente común contra las elites y el cobro de cuentas pendientes al candidato representante de la clase política tradicional.
Todo parece indicar que en estas elecciones Costa Rica se enfrenta a sí misma. Y lo hace, en el mejor de los casos, dividida prácticamente por la mitad. Algo que hace prever un mandato muy difícil a cualquiera de los dos candidatos que lograra llegar a la silla presidencial este próximo domingo. Cualquiera de los dos posibles presidentes carecería de ningún periodo de gracia desde el mismo día de iniciar su mandato.