Por Armando Vargas Araya
´The New York Times´ informó: “El expresidente Mora fue cordialmente recibido por el presidente y el secretario de Estado. Luego visitó el Capitolio y manifestó asombro por su magnificencia y dimensión”. También reportó la ´Gaceta Oficial del Salvador´: “En Washington, tuvo una larga entrevista con el presidente Buchanan y otras con varios de los principales hombres de Estado del país”.
Los Estados Unidos favorecían el restablecimiento de la Federación Centroamericana, a fin de poner coto a sus guerras recurrentes, ayudarlos a resistir las presiones e intervenciones europeas, y dar estabilidad a una región donde se construiría un canal interoceánico.
Buchanan dijo a Mora: “Hace años que buscamos entre los prohombres de esos países del centro, una figura superior que sea conocida y respetada en los cinco Estados. La ruidosa guerra que usted inició y sostuvo contra el filibusterismo, lo señaló a la gratitud de todo el Istmo. Su nombre es conocido en las cinco repúblicas. Pienso que a usted toca la misión de unir esos pueblos en una sola nacionalidad que se dé a respetar”. Le ofreció que los representantes de los Estados Unidos en Centroamérica y los comandantes de dos buques de guerra lo apoyarían “a conseguir nuestro propósito, bajo su dirección. Además, usted solicitará un empréstito de dos millones de dólares [unos $974 millones hoy] a los banqueros que le indicaré y que mi gobierno garantizará. Tómese dos días y espero pasado mañana su respuesta”.
La contestación de Mora a Buchanan fue rápida, breve, clara y sólida: “Agradezco infinito la alta idea que usted tiene de mí y la altísima honra que me brinda, pero no puedo aceptarla sin ser un mal costarricense. Centroamérica en general ganaría mucho con la unión de las cinco repúblicas, pero Costa Rica lo perdería todo: su tranquilidad, sus hábitos de orden y trabajo, y hasta su sangre que estaría en la necesidad de derramar sofocando revoluciones y procurando un acuerdo imposible, dada la grandísima diferencia que hay entre mi país natal y las otras cuatro agrupaciones del Centro. Diferencias de raza, de costumbres y de aspiraciones nos separan de un modo radical. Sé que para muchos mi patriotismo es estrecho y mezquino, pero mi conciencia, quizá por mi ignorancia o poca ilustración, me obliga a proceder así”.
Transcurridos 123 años, a mediados de marzo de 1982, el presidente electo Luis Alberto Monge conversó en Indian Wells, oasis en el desierto de Sonora al sur de California, con el exsecretario de Estado Henry Kissinger, quien convalecía de una cirugía de corazón abierto. Este inició el diálogo: —“Somos hegemónicos en Centroamérica. Si decidimos acabar militarmente con la guerrilla cubano-soviética en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, habrá una gritería mundial pero se impondrá nuestra voluntad. Si usted, señor presidente, es nombrado dictador de Centroamérica, con potestades omnímodas, ¿cuál será su primera decisión?” La respuesta: —“Soy un luchador democrático y ni siquiera como hipótesis puedo concebir la dictadura. Soy costarricense de raíz campesina y jamás podría aspirar a gobernar más allá de nuestras fronteras. Le propongo, señor Kissinger, comenzar la conversación de nuevo”. El intérprete era quien esto escribe.
¡La sonora voz de la dignidad y el honor!