Complicidad y oportunidad de dos crisis contemporáneas

Ricardo Sancho Ch.

Ricardo Sancho Chavarria miembro de Directorio Político del PLN. Foto: Perfil FB
En semanas recientes hemos presenciado la rivalidad de dos crisis irreverentes con la especie humana: el cambio climático y la pandemia del coronavirus. Las dos crisis tienen mucho en común, su capacidad destructiva del progreso humano, el severo impacto económico y el que gran parte de su mitigación depende de políticas públicas emanadas del Estado y sus liderazgos. Pero lo que más revienta a los ojos de la humanidad con estas dos crisis, es que su existencia presenta una complicidad insólita: el cambio climático que viene provocando daños incrementales hace décadas frena su impulso pues la pandemia está causando mejora de ecosistemas, reducción de emisiones, renacimiento de la vida silvestre, en síntesis una descarbonización inducida que aunque no será por mucho tiempo, pone en evidencia lo egocéntricos que somos al asombrarnos de nuestra propia destrucción. Se espera un rebote igual de perturbador.

Lo cierto es que el alivio que nos causa el coronavirus en el medio ambiente es el acto más cínico que podamos concebir en nuestra generación. Parece que no hemos caído en cuenta de la época en la estamos, una nueva era geológica llamada Antropoceno y que la comunidad científica ha documentado desde hace mediados del Siglo anterior como el tiempo en el que el ser humano interviene en la vida del planeta, cambiando irreversiblemente su rumbo natural.

Si tornamos el cinismo en redención podemos todavía hacer algo positivo para combatir tanto la crisis pandémica como el cambio climático y apaciguar las consecuencias que vendrán luego de este “verano climático”. Lo primero es la reforma del Poder: un nuevo equilibrio de fuerzas al mando de las políticas públicas que van más allá de un período de Gobierno y que “vacunen” los sistemas políticos contra los populistas, los líderes como Trump, López Obrador, Ortega o Bolsonaro que con su liderazgo temporal deciden sobre la vida o la muerte de millones de seres humanos. Una nueva gobernanza global que ataque crisis como la pandemia y como el cambio climático sin la indiferencia de un Presidente cuyas acciones impasibles entren en la categoría de crímenes de lesa humanidad.

El segundo tema es el papel de las ciencias sociales. Adonde están los abogados, los internacionalistas, los sociólogos, antropólogos, economistas, administradores, psicólogos y otras brillantes disciplinas sociales? Así como los médicos y científicos han reaccionado y merecido nuestros aplausos con el Coronavirus, deberíamos ya ver a los especialistas sociales tratando de salir de esta crisis pandémica y de la del cambio climático con sus teorías, instrumentos y metodologías de interacción humana. Hay que reformar la ciencias sociales y ponerlas al servicio de la sociedad y no lo ocurre hoy, una sociedad al servicio de las ciencias sociales. Pareciera que la orden del distanciamiento social hubiese sido entendida por las ciencias sociales como un distanciamiento de la historia y de su razón de ser.

El tercer motor de cambio es que la reactivación económica sea sostenible y eficiente. Como hacer para que frente a la pausa y el reinicio de todo lo que hacemos, producimos, intercambiamos podamos internalizar la sostenibilidad, la eficiencia energética y de agua, las prácticas de conducta social empresarial, la economía circular, la nueva gestión pública, las alianzas público-privados. Todo lo que hemos hablado y propuesto por años y que no hemos practicado por inercia del mercado y que ahora cuando venga la ignición de la empresa y de la institución pública si lo podamos hacer.

Un cuarto aspecto es lo que va a pasar con la esfera de las relaciones internacionales. Ante el escaso avance de los ODS se hace necesario un nuevo objetivo dieciocho que remueva la agenda internacional hacia un multilateralismo cooperativo y solidario del Siglo XXI. Ante el fracaso de la cumbre climática de 2019 en Madrid y el aplazamiento de la COP 26, no será este el momento de reformular la forma que se relacionan las naciones para que no sucedan las cortapisas, los aislamientos, la amenaza armamentista, el exceso de burocracia en los organismos internacionales.

Finalmente, esta crisis pandémica y la del cambio climático han sido aleccionadoras respecto al papel de las ciudades y comunidades, la forma de movilizarnos y nuestras prácticas parecen cambiar definitivamente. Este es el momento de reinventar nuestras ciudades, de apostar al desarrollo local y comunitario, de resolver las crisis en la esfera del territorio. Es el tiempo de pasar de una descarbonización inducida a una resiliencia inteligente.

Abogado, politólogo, profesor en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Costa Rica.

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