Coltán: sangre y muerte

Pedro Pozas Terrados

Coltán: sangre y muerte

La extracción de Coltán, un mineral muy escaso y que es empleado para uso de alta tecnología; ha provocado un largo conflicto bélico interno en la República Democrática del Congo, que desde 1997 hasta nuestros días, ha causado más de cinco millones de muertes. El control por las minas de este mineral escaso, así como por la extracción de diamantes, ha originado que este conflicto durara tantos años y se cobrase tantas muertes ante los ojos cerrados de la comunidad internacional. Han existido y existen aún verdaderas hambrunas en muchas regiones de este país que soporta una deuda externa casi insostenible. Sin embargo, es uno de los países con mayor riqueza, siendo “La cuenca del río Congo”, la segunda selva más importante de la tierra.

En las montañas del parque Nacional Kakuzi Biega, donde se extrae el 80% del coltán del mundo, han acabado con la vida de cientos de gorilas, perdiéndose para siempre poblaciones muy importantes para la supervivencia de este simio en peligro de extinción. Para la declaración de Parque Nacional, se expulsó a tribus indígenas abandonándolas a su suerte sin que nada se haga por ellas. Los niños mueren de enfermedades y malnutrición cada día porque son incapaces de conseguir un hospital mejor equipado. Miles de civiles han huido al interior de la selva, donde se enfrentan al hambre y a las enfermedades. Ha sido la guerra que más muertes ha generado desde la segunda guerra mundial, con mil víctimas mortales diarias. Otros miles acabaron con sus manos mutiladas, violaciones a menores y hasta la incalificable aberración de obligar a padres a cometer canibalismo con sus propios hijos una vez asesinados. Un verdadero infierno en la que el mundo cerró los ojos por claros intereses económicos. Mercenarios extranjeros alimentaban los enfrentamientos cambiando armas por los preciados metales, mercenarios pagados por el mundo civilizado, el mismo que utilizaba las materias primas con olor a muerte, el mismo que se horrorizó de las matanzas, el mismo que mando a los cascos azules a estar de brazos cruzados mientras la muerte inundaba las calles.

Leonaro Da Vinci: una profecía oculta.

Leyendo el libro de “Cuadernos de Notas” de Leonardo da Vinci, en uno de sus apartados dedicado a diversas profecías, me sorprendió hallar una advertencia clara y concisa, sobre la destrucción de los bosques tropicales y la eliminación de sus moradores que coincide plenamente con el conflicto ocasionado por el coltán. Ciertamente nadie hasta ahora había puesto atención a ese mensaje oculto entre sus cuadernos, a esa claridad en la que nos advierte sobre nuestra mala gestión, nuestro ímpetu arrasador, nuestro espíritu destructor. Leonardo (1452-1519) nos advertía con insistencia y no bajo un código secreto, sino abiertamente en uno de sus cuadernos dejados como legado de su aportación a la ciencia, que:

«Se verán sobre la tierra seres que siempre están luchando unos contra otros con grandes pérdidas y frecuentes muertes en ambos bandos. Su malicia no tendrá límite. Con su fortaleza corporal derribarán los árboles de las selvas inmensas del mundo. Cuando se sientan hartos de alimentos, su acción de gracias consistirá en repartir muerte, la aflicción, el sufrimiento, el terror y el destierro a toda criatura viviente. Su ilimitado orgullo les llevará a desear encumbrarse hasta el cielo, pero el excesivo peso de sus miembros les mantendrá aquí abajo. Nada de lo que existe sobre la tierra, debajo de ella o en las aguas quedará sin ser perseguido, molestado y estropeado, y lo que existe en un país será traspasado a otro. Sus cuerpos se convertirán en tumbas de todos los seres que ellos mismos han matado.»

En otra de sus hojas escritas nos dice:

«Los metales saldrán de oscuras y lóbregas cavernas y pondrán a la raza humana en un estado de gran ansiedad, peligro y confusión…….¡Qué monstruosidad! ¡Cuánto mejor sería para los hombres que los metales volvieran a sus cavernas!. Con ellos, las inmensas selvas serán arrasadas de sus árboles y por su causa perderán la vida infinito número de animales».

El nombre ‘coltán’ procede de la abreviatura de columbita y tantalita, minerales que contiene este tipo de roca. De estos minerales se extrae el tantalio y el niobio, utilizados en distintas industrias de aparatos eléctricos, centrales nucleares, misiles, fibra óptica y otros, aunque la mayor parte de la producción se destina a la elaboración de condensadores y otras partes de los teléfonos móviles y ordenadores, así como necesarios para la navegación espacial de nuestros satélites y naves espaciales.

La escalada de precios del coltán comenzó hace relativamente poco tiempo y tuvo que ver con el uso de tantalio para la fabricación de microchips de nueva generación que permitían baterías de larga duración en teléfonos móviles, videojuegos y portátiles. Los precios se dispararían aún más, unos años antes del año 2000, cuando comenzaron a escasear las reservas de coltán en Brasil, Australia y Tailandia. Las multinacionales pusieron el punto de mira en la República Democrática del Congo y fomentaron un conflicto que aun tiene secuelas y continua en algunas regiones, donde se intercambiaba armas por el preciado mineral indispensable para que los países occidentales puedan avanzar tecnológicamente…¿pero a costa de qué? De sangre inocente, esclavitud, violación de los derechos humanos, violaciones a mujeres y niños, miles de niños muertos aplastados y asfixiados al extraer el coltán, mutilaciones…millones de muertos que pesan sobre nuestra conciencia porque estamos permitiendo este crimen de lesa humanidad a cambio del bienestar y la tecnología de los países ricos. ¿Podemos dormir tranquilos ante tanta injusticia y asesinato? ¿Qué precio estamos pagando? Hoy día todos condenamos la esclavitud de los negros y lo vemos como una aberración humana o el exterminio nazi de los judíos. Sin embargo nadie se escandaliza por este otro exterminio oculto que es igual de aterrador y espeluznante que los realizados en los siglos pasados. Interesa no saberlo, pasar de puntillas ante las débiles denuncias que de vez en cuando salpican los medios de comunicación.

Las compañías de telefonía móvil no son capaces de unirse y tomar soluciones ante este panorama que se desarrolla en las minas de coltan que están controladas por el ejército o guerrilla y donde el tráfico ilegal es un hecho permanente y donde compañías incluso españolas e intermediarios españoles como se vio en un documental del programa “Tierra Hostil”, no les importa cómo adquirir el coltan. Solo buscan que les salga lo más barato posible. La sangre de decenas de miles de hombres y mujeres, la muerte de miles de niños y el uso de la esclavitud llevado a lo más miserable de un ser humano, les deja totalmente indiferente.

Cuanta maldad hay en los seres humanos y cuánta razón tenía Leonardo Da Vinci en su descripción sobre los metales de la tierra. El hombre autodenominado “sapiens”, no es capaz de utilizar los recursos naturales de una forma sensata y con el respeto a los valores más fundamentales de esta Tierra: la vida.

Cuando tengamos en nuestras manos el teléfono móvil, la tablet, el portátil, el ordenador…..no debemos olvidar nunca de la sangre inocente vertida por tener este lujo ya imprescindible en nuestro desarrollo tecnológico, social y científico. Aún sin asesinar a nadie, nuestras manos están manchadas de almas inocentes que mueren sin aliento, sin vida, sin sonrisa, sin alegrías en beneficio de nuestra sociedad.

¿Qué podemos hacer?

Debemos emplear todos nuestros conocimientos en la técnica para que la humanidad avance, pero lo debemos hacer con el respeto a la naturaleza, sin que esos avances signifiquen por otro lado destrucción, desolación y muerte en la extracción de materia prima. Es importante el respeto al medio ambiente, a las poblaciones locales y que la recogida del coltán, no se realice con enfrentamientos bélicos o destrucción de la biodiversidad. La Comunidad Internacional debería adquirir un Código de Conducta para impedir el comercio de minerales, madera o cualquier otra materia prima, que provenga de regiones en conflicto donde no se respete el fundamental derecho: la vida. No debemos permitir que estos recursos sean extraídos de países pobres donde el hambre, conflictos bélicos, dictaduras, explotación humana y destrucción de recursos naturales sea la norma, ya que el dinero obtenido solo beneficia a los mandatarios de turno y su pueblo seguirá pasando hambre y miedo de vivir.

Hay que buscar mecanismos suficientes para reciclar los teléfonos móviles al objeto de ser empleados nuevamente en la fabricación de los nuevos y un sistema de evaluación internacional que prohíba la entrada en el mercado de estas materias primas procedentes de zonas dudosas y sancionar de manera ejemplar, a las multinacionales que lo incumplan.

Aún estamos a tiempo de parar este eco-genocidio anunciado por Leonardo y que hace tiempo ha comenzado a destruir las vidas de millones de personas. El consumidor tiene la fuerza. Debemos de exigir que todos los artículos de venta incluidos los teléfonos móviles procedan de manos limpias, de palomas de la paz y no de sangre, muerte y destrucción. Las multinacionales deben de informar con que recursos fabrican sus productos y la procedencia de los mismos. Deberían existir leyes que así lo exigieran.

Con otras materias primas, como por el ejemplo el cobalto, los diamantes, el oro, está pasando igual o la obtención de madera tropical con concesiones abusivas de destrucción en numerosos bosques sin el respeto a la biodiversidad, las especies en peligro de extinción o el derecho de los pueblos indígenas y de sus tierras. Podríamos hablar extensamente de todos estos abusos que los países “desarrollados” hacen a los “no desarrollados” con la complicidad corrupta de los gobiernos de origen que lo permiten sin importarles el bienestar de su pueblo.

Nuestro corazón ha de ser sensible al sufrimiento del mundo, sensible a cuidar una Tierra única en la que nuestros hijos y las generaciones futuras tengan derecho a vivir de igual forma que nosotros y por ello tenemos la responsabilidad de proteger nuestro entorno y los seres vivos que en él habitamos.

Pressenza

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