Colaboración mutua, punto de partida de la civilización

Eduardo Robert Ureña

Homo Sapiens

En el siglo veintiuno, los avances tecnológicos nos asombran y lo que era posible exclusivamente en la ciencia ficción, parece haber escapado de la literatura o la cinematografía para materializarse a la realidad cotidiana, haciendo más fácil nuestra vida; bueno, en principio así debería suceder. Sin embargo, parece que la modernidad nos esta alejando de nuestras raíces como especie, lo que nos deshumaniza, tornándonos indiferentes ante el mal ajeno.

Dos características que definen la Era actual son la información y la interdependencia. Nunca antes el homínido estuvo tan claro de lo que pasa a su derredor, esta información permite enterarnos en tiempo real de lo que ocurre, no como en el pasado en nuestro entorno inmediato, sino, en otros países y en otros Continentes. Este saber que le sucede al otro; se acompaña de una comunicación igualmente global que nos permite dialogar con otras personas, con una facilidad inédita y sin importar donde estén ubicados. No obstante, a pesar de este saber del otro, cada día estamos más aislados. La deseable empatía que esta comunicación e información deberían producir, se ve erradicada por una indiferencia hedónica, narcisa y egocéntrica.

En cuanto a la interdependencia; el conocimiento alcanzado por la especie, nos llevó a reconocer la Tierra como, nuestra casa común, seguros de que somos parte de la biodiversidad del planeta y que los ecocidios antropogénicos terminarían afectándonos a nosotros. Este conocer no influye, sin embargo; en el comportamiento del colectivo de individuos pues, en su mayoría a pesar de estar enterados, no parece importarles el dañar el ambiente o a sus semejantes.

Planteándose la autoextinción hoy, como una opción viable; pero, ¿qué es lo que sucede, hoy en día con nuestra especie? Realizando n análisis retrospectivo, encontramos la respuesta.

Por civilización, según el diccionario de la Real Academia Española, se entiende: el estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades más avanzadas, identificando como su antónimo la barbarie.

Desde el punto de vista antropológico, la Doctora Margaret Mead, indica que a su juicio, el hallazgo de un fémur que había estado fracturado y después había sanado, marca la primera señal inequívoca de civilización. Esto por cuanto, en el reino animal, si te rompes un hueso, estas muerto. No puedes correr del peligro, no puedes caminar al río para beber agua, ni puedes cazar para comer. Te conviertes en presa para un predador. Asevera, por tanto, que, ningún animal es capaz de tener un hueso roto y sobrevivir lo suficiente para sanarlo. Un fémur que estuvo roto y fue sanado, significa que alguien se quedó un tiempo para atender a una persona lastimada, limpió su herida, la llevó a un lugar seguro, le dio de beber y comer y estuvo en a su lado hasta su recuperación. “Ayudar a alguien en momentos difíciles, o cuando lo necesita, es cuando comienza la civilización”, dijo la Doctora Mead. Así que somos civilizados cuando servimos al prójimo.

Además, un artículo publicado por la Revista National Geographic, señala las habilidades únicas; como la creatividad, la conciencia de sí y el comportamiento cooperativo, como las características que permitieron al Homo sapiens la sobrevivencia y a su vez las principales razones de la extinción de los neandertales. Con un sentido de creatividad superior, surgió el desarrollo tecnológico que propicio la creación de las herramientas y el planteamiento de nuevas alternativas para resolver problemas. Esta habilidad, combinada con la cooperación entre individuos y el altruismo, estimuló el pensamiento crítico; un pilar que permitió la resolución de conflictos y la flexibilidad de comportamientos, sin poner en riesgo el bienestar colectivo.

Trascender al yo, para pensar en el nosotros y cuidar al prójimo como a sí mismo, devela una nueva connotación, que podría ir más allá de la moral; tornándose en la estrategia evolutiva clave del homínido, que permitió su sobrevivencia.
Así pues, podríamos calificar la corrupción, la indiferencia hacia el prójimo, el hedonismo, el narcisismo y el egocentrismo actual, como una involución del Homo sapiens hacia lo que denomino; Homo singular pues, lo importante para este no es el bienestar común, sino, el exacerbado culto al yo.

Parafraseando al escritor mexicano, Juan Rulfo, nos salvamos juntos o nos hundimos separados.

Seamos civilizados y retornemos nuestra evolución, hacia el sapiens, ósea, a la sabiduría del comportamiento cooperativo.

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