Ágora*
Guido Mora
guidomoracr@gmail.com
Hace unos años mantuve una conversación con un amigo sobre este tema. Sus conclusiones me turbaron. Conversando con este colega, que había que tenido que dejar una oficina pública, por recibir amenazas por su trabajo, concluía diciéndome: el problema de la corrupción en este país es muy profundo. La sociedad costarricense es una sociedad corrupta.
Esta afirmación me impactó profundamente y me ha estado golpeando la cabeza desde entonces.
Hace unos días, en un supermercado de compras con mi hija -que vive en Europa y está de visita para estos días-, me preguntaba ¿por qué no existían cajas de auto pago en Costa Rica?. Me comentaba que en el país donde vive, la gente toma los productos de las tiendas, no hay cajeros y cada consumidor pasa por las cajas, marca los productos, paga sus compras y sale de los establecimientos con los bienes adquiridos. Me relataba que una vez había consultado a un amigo ¿si la gente no salía del establecimiento sin pagar? y que el amigo la había dicho: no, la gente es honesta y confía en el sistema. Si los ciudadanos fueran deshonesta y no pagan, el sistema no funciona, pero en este caso, todos somos responsables y asumimos nuestros pagos.
En Miami, por otra parte, me ha tocado ver cómo, cuando no hay nadie en una casa, el correo deja las cajas en la puerta y nadie se atreve a sustraer una de esas entregas.
En contraposición, en nuestro país, una vez dejé unos lentes de sol en el mostrador de una plataforma de servicios de un banco estatal, regresé a recogerlos cuando me percaté del extravío y nadie me dio razón de los lentes, ni siquiera el empleado bancario. Solicité los videos, pero al final me di por vencido y perdí los lentes.
¡Deje usted una caja en la puerta de una casa, a ver si encuentra algo cuando regresa!.
Algunos costarricenses sustraen cable eléctrico, tapas de alcantarillas y ahora hasta las recién instaladas agujas de los cruces de los trenes.
Ni se hable mejor de la realidad que hemos vivido en los diversos gobiernos de todas las banderas políticas, en donde grupos de mafiosos de cuello blanco, se han apropiado de los dineros de todos los costarricenses.
De lo que ocurre con empresarios, que evaden el pago del impuesto de la renta o se apropian ilegalmente del impuesto de ventas. De los profesores que reclaman sus salarios o abandonan sus lugares de trabajo, para luego exigir que no les toquen sus salarios.
Si, definitivamente la sociedad costarricense es una sociedad corrupta hasta lo más profundo de su ser.
Los datos que arroja la encuesta publicada el día de ayer por la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica, así lo refleja: un 7.6% de los costarricenses consultados, considera que los ticos somos corruptos.
El reconocer(nos) como corruptos tiene la virtud de que refleja claramente la imagen que tenemos de nosotros mismos. Sin embargo, este reconocimiento representa una realidad más profunda. Los ticos somos corruptos, cada uno de nosotros lo es y, por lo tanto, la sociedad costarricense, como conglomerado humano, también es corrupta. El razonamiento lógico no tiene otra conclusión.
Estimado Randall, me costó darme cuenta, pero tienes razón: la sociedad costarricense es una sociedad corrupta, hasta su ser individual. Me duele reconocerlo y me duele más, que no existan iniciativas que nos permitan superar esta cruda y dura realidad.
Estamos condenados al subdesarrollo, no por la explotación de recursos en manos de terceros, no por la culpa de extranjeros que vienen a Costa Rica, no por los sinvergüenzas de otras latitudes. Estamos condenados a la pobreza, al subdesarrollo y a existir como nación en manos de inescrupulosos, porque en cada uno de nosotros “subyace” un evasor, un “vivillo”, que no respeta las reglas y se salta la fila; un costarricense que está totalmente convencido de que tiene el “derecho”, sobre todos los demás, de ver cómo le pasa por encima a sus semejantes, cómo se apropia de los bienes que no le pertenecen y cómo se enriquece a costa de otros costarricenses.
Políticos, empresarios, educadores, sindicalistas, cooperativistas, curas o pastores, profesionales en general, el ciudadano común en Costa Rica, todos tenemos un pequeño corrupto dentro.
Lo más grave es que, como seres individuales, no aceptamos qué para cambiar esta realidad, tenemos que cambiar internamente, de manera individual, cada uno de nosotros porque, en definitiva, somos proclives a violentar la ley, a recibir “una mordida”, a no pagar un impuesto y a no pedir factura.
Me entristece cerrar este año con una conclusión tan lamentable y tener conciencia de que no existen iniciativas para adecentar la sociedad costarricense y qué, al contrario, el narcotráfico tiende a profundizar y entronizar la corrupción en los diversos sectores sociales, sobre todo a los grupos más jóvenes de la sociedad.
En Costa Rica, estimados lectores, somos deshonestos, cada uno de nosotros lo es y no acepta qué, para cambiar la sociedad, debemos de cambiar internamente. Ante los graves problemas sociales, políticos y económicos que sufre nuestro país, dejemos de buscar causas externos o enemigos fuera de nuestro ser.
Estimados amigos y amigas, si no cambiamos nuestro comportamiento y la moral individual, el sistema ni funciona ni funcionará.
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.