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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

A lo largo de la historia, el progreso de la humanidad ha estado intrínsecamente ligado a la curiosidad, la creatividad y la perseverancia de quienes se atrevieron a explorar lo desconocido. Entre ellos, las mujeres científicas han desempeñado un papel fundamental, a menudo en la sombra, pero siempre con una influencia incuestionable. Este columna es una celebración de sus contribuciones, un reconocimiento a las mentes brillantes que, a pesar de los obstáculos y prejuicios, cambiaron el curso de la ciencia y la historia.

En un mundo que durante siglos subestimó y marginó a las mujeres en todos los ámbitos del saber, las científicas no solo se abrieron camino en disciplinas dominadas por hombres, sino que redefinieron lo posible, desafiaron paradigmas y abrieron nuevas fronteras del conocimiento. Desde la medicina hasta la física, desde la química hasta la biología, estas pioneras no solo avanzaron en sus campos, sino que sentaron las bases para las futuras generaciones de científicas que continuarían su legado.

Haré un pequeño recorrido a través del tiempo para descubrir las historias de algunas mujeres que, con su trabajo incansable y su visión innovadora, dejaron una huella indeleble en la humanidad, siendo claves para el avance de la ciencia. De esta forma no solo trato de rendir un homenaje a estas mujeres, sino también destacar la importancia de la diversidad en la ciencia. Me baso en un excelente libro de Jorge Bolívar titulado “Científicas”, con un subtítulo un poco grande, pero muy descriptivo: “la apasionante historia de las mujeres detrás de los grandes descubrimientos de ciencia”, que me leí recientemente, y me inspiró para escribir esta columna.

Les transcribo parte de la contraportada del libro, para que se den cuanta de lo interesante del tema, y que fue lo que me enganchó a comprarlo y leerlo.

¿Sabía que el primer programa informático fue escrito por una mujer un siglo antes de que existieran las computadoras? ¿O que fue una matemática quien clarificó los aspectos más extraños de la Relatividad de Einstein? ¿Ha oído hablar de que nuestra imagen actual del universo se debe al trabajo de varias astrónomas casi desconocidas? ¿O que el código genético no fue explicado por los dos hombres que ganaron el Premio Nobel por ello, sino por una bioquímica a la que le robaron los resultados de sus experimentos?

Ahora bien, el libro narra la historia de diez mujeres científicas: Hipatia de Alejandría, Sophie Germain, Ada Lovelace, Henrietta Swan Leavitt, Emmy Noether, Marie Curie, Rosalind Franklin, ChienShiung Wu, Vera Rubín, y Margarita Salas. Cada una se merece una columna, así que por el momento solo haré un pequeño resumen, que es apenas un abrebocas, y eventualmente escribiré, ya más en detalle, sobre cada una de ellas y su aporte a la ciencia.

Para la descripción, me pareció bonito incluir el destacado de cada capítulo del libro, dedicado a las diez científicas.

Estás son (en orden cronológico):

Nos olvidamos del cielo: Hipatia de Alejandría (c. 370-415). Fue una filósofa, astrónoma y matemática griega, conocida por su trabajo en la Biblioteca de Alejandría. Fue una de las primeras mujeres en hacer contribuciones significativas a la matemática y la astronomía. Hipatia escribió varios comentarios sobre las obras de Ptolomeo, Euclides y Apolonio, y desarrolló mejoras en los astrolabios y los hidrómetros.

Un tal mounsieur Le Blanc: Sophie Germain (1776-1831). Fue una matemática francesa que hizo importantes contribuciones a la teoría de números y la elasticidad. A pesar de la discriminación de género en su tiempo, intercambió correspondencia con algunos de los matemáticos más destacados de su era, como Carl Friedrich Gauss. Su trabajo en la teoría de números incluyó la resolución parcial del último teorema de Fermat para el caso n=5.

Tejiendo números: Ada Lovelace (1815-1852). Nacida Ada Byron, es conocida como la primera programadora de computadoras. Trabajó con Charles Babbage en su máquina analítica y escribió un conjunto de notas que contenían lo que se considera el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina. Su visión de la capacidad de las computadoras fue muy adelantada a su tiempo.

Faros para medir el universo: Henrietta Swan Leavitt (1868-1921). Fue una astrónoma estadounidense cuyo trabajo en la medición de la luminosidad de las estrellas variables cefeidas permitió a los astrónomos medir distancias astronómicas de manera precisa. Su descubrimiento de la relación entre el período de las cefeidas y su luminosidad absoluta fue fundamental para establecer la escala de distancia cósmica.

El orden secreto del mundo: Emmy Noether (1882-1935). Emmy Noether fue una matemática alemana reconocida por sus revolucionarios trabajos en los campos del álgebra abstracta y la física teórica. El teorema de Noether, que vincula simetrías y leyes de conservación, es uno de los pilares de la física moderna. A pesar de las barreras que enfrentó por ser mujer, su trabajo ha tenido un impacto duradero en las matemáticas y la física.

Con la fuerza del rayo: Marie Curie (1867-1934). Fue una física y química polaca-francesa conocida por su investigación sobre la radiactividad. Fue la primera persona en recibir dos premios Nobel en diferentes campos científicos: uno en Física (1903) por su trabajo en radiactividad y otro en Química (1911) por el descubrimiento de los elementos radio y polonio. Su trabajo pionero sentó las bases para importantes avances en la física y la medicina.

La helice de la vida: Rosalind Franklin (1920-1958). Fue una química y cristalógrafa británica cuyas investigaciones fueron cruciales para el descubrimiento de la estructura del ADN. Sus fotografías de difracción de rayos X del ADN, especialmente la famosa Foto 51, proporcionaron la evidencia clave que permitió a James Watson y Francis Crick desarrollar su modelo de la doble hélice del ADN.

Un enigma en el espejo: Chien-Shiung Wu (1912-1997). Fue una física experimental china-estadounidense que realizó importantes contribuciones en el campo de la física nuclear. Es conocida por el experimento de Wu, que demostró que el principio de conservación de la paridad no se sostiene en interacciones débiles. Su trabajo fue crucial para que sus colegas, Tsung-Dao Lee y Chen-Ning Yang, recibieran el Premio Nobel en 1957.

Ahí hay algo invisible y extraño: Vera Rubin (1928-2016). Fue una astrónoma estadounidense cuyo trabajo sobre la rotación de las galaxias proporcionó la evidencia más convincente de la existencia de la materia oscura. Sus observaciones demostraron que la materia visible no es suficiente para explicar las velocidades de rotación de las galaxias, lo que llevó a un cambio fundamental en nuestra comprensión del universo.

Una enzima, una revolución: Margarita Salas (1938-2019). Fue una bioquímica española conocida por su investigación en el campo de la biología molecular. Descubrió y caracterizó la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, una enzima clave en la biotecnología por su capacidad para amplificar el ADN. Su trabajo ha tenido un gran impacto en la biología molecular y las técnicas de ingeniería genética.

Estas mujeres notables no solo rompieron barreras en sus respectivos campos, sino que también allanaron el camino para futuras generaciones de científicas y matemáticas.

Espero que hayan disfrutado la lectura de esta columna, tanto como yo disfrute escribiéndola.

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Referencias: Libro Científicas de Jorge Bolívar, la wikipedia y otras fuentes menores.

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