Chaves resultó un vendedor de humo

La seriedad de la política en broma y con fisga

William Hayden Quintero

William Hayden

Después de dos malos gobiernos consecutivos del Partido Acción Ciudadana (PAC), el de Luis Guillermo Solís y el de Carlos Alvarado, y en este último, azotado por la crisis sanitaria del COVID y sus secuelas negativas en lo económico, social y político, el país quedo noqueado, necesitando para recuperarse de un cambio fundamental a partir de las elecciones de febrero del 2022. Dicho cambio no lo ofrecía el Partido Liberación Nacional con su candidato José María Figueres quien ganó la primera ronda de las elecciones, seguido por una nueva voz, la de Rodrigo Chaves, candidato de un partido sin trayectoria, uno de los tantos de la lista de los 25 que participaron en la contienda electoral y que le sirvió de taxi a este nuevo personaje, un tico foráneo, casi un extranjero, sin ningún arraigo partidario y alejado de Costa Rica por más de 30 años. Con un país hambriento de cambio y ansioso de una nueva voz, con su mensaje populista de hacer el añorado cambio y con su slogan “yo me como la bronca” los electores creímos en él y lo hicimos presidente. Una nueva esperanza que no tenía alas para volar.

Fue una tremenda equivocación. En 27 meses de su gobierno en relación al cambio esperado no se ha comido ninguna bronca y las que ha intentado comerse se ha quedado atragantado por el mal cocimiento de las propuestas y la escogencia de ingredientes tóxicos en lo legal, institucional y constitucional. El país sigue en cuidados intensivos con crecimientos raquíticos en su producto interno bruto (PIB) concentrado en siete cantones del Área Metropolitana y las áreas rurales dejadas a la mano de Dios, bajos niveles de empleo y escolaridad, empleo informal de jóvenes, mujeres, y adultos, los llamados buscas vidas (que hoy trabajan y mañana no), pobreza, indigencia, inseguridad ciudadana, los sin techos carentes de una vivienda digna, se ha acentuado la desigualdad social y con ello violentado el ideal de que todos los hombres son creados iguales y ninguna persona es inferior o superior a ninguna otra, lo cual es un mito, vivimos en castas sociales en función de si tiene o no dinero, altos índices de criminalidad impulsada por 300 carteles del narcotráfico que se pavonean a lo lindo en la ciudad y en los pueblo con 1.000 sicarios reclutados entre niños y jóvenes viviendo en extrema pobreza, para quienes la vida de una persona tiene el precio de un par de tenis o de un celular.

Chaves resultó un vendedor de humo en cuanto a lo que quería hacer. Llegó a la presidencia sin ideologías, excepto la propia: “yo soy mucha galleta”. Ni siquiera se le puede tildar de populista, porque el populismo da y hace y procura el bienestar de la población, y él ni da ni hace, en cuanto al cambio esperado. No obstante, no haber hecho nada provechoso, goza de gran popularidad, no por hechos, sino por sus desplantes, su irrespeto al orden institucional, democrático y constitucional que ha encantado a las graderías de sol que lo siguen porque se ven en él representados de poder desahogarse de sus frustraciones y decirle: hideputas a los diputados, magistrados, contralores, fiscales, jueces, a quienes en su fuero interno culpan de sus males. Que rico dicen, ya tenemos voz, y esta voz los engaña, porque ante su fracaso de no hacer nada, culpa a las anteriores administraciones de la situación y se auto compadece, como excusa, víctima del sistema, que no la dejado hacer nada. Es tan megalomaníaco que quiere perpetuar el chavismo para las elecciones del 2026 y sus seguidores se lo están creyendo porque viven felices del circo semanal de las conferencias de prensa de los miércoles en donde desatan sus pasiones.

Llegaremos al 2026 con la misma situación después de un cuatrienio perdido. Nuestra gente sigue buscando otra vez el cambio que no se ha dado, y lo peor es que no se vislumbra todavía ni un partido político ni un candidato presidencial alejado del clientelismo político de intercambio de favores, los sobornos, la corrupción y otras jugarretas políticas, que pueda hacer el cambio. Tristemente se perfila más de lo mismo.

Quizás no nos estamos dando cuenta que nuestro sistema presidencialista no está en capacidad de hacer el cambio anhelado y menos con la Asamblea Legislativa tan fragmentada en cuantos a partidos políticos, producto del multipartidismo, con un sistema de zancadillas legislativas, que ni hacen ni dejan hacer. Si consideramos que en una democracia se necesita de una gran mayoría para hacer los cambios, entonces debemos concentrarnos en las elecciones del 2026 en la escogencia y calidad de los diputados y del partido que los representa, para dotar al congreso de una mayoría que propicie el cambio y entre ellos, ojalá, la convocatoria a una Asamblea Constituyente para adaptar a la Constitución a la realidad actual y dejarla flexible a las realidades por venir.

Economista

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