Ágora*
Guido Mora
guidomoracr@gmail.com
El caos vial que sufren las ciudades costarricenses, que no solamente lo encontramos en San José, sino también en Cartago, Alajuela y Heredia y ni se diga en algunas zonas de Guanacaste, Limón y Puntarenas, nos tiene a todos de cabeza.
Es impresionante experimentar las filas que hay que hacer, para ir de un punto a otro, en cualquiera de estas ciudades. Ni se diga tener que transitar desde Alajuela hasta San José, para quienes viven en aquella provincia y trabajan en la Capital; o desde Cartago hacia San José. El problema se extiende a la Ruta 27, la Ruta Nacional No. 1, la General Cañas y la Ruta 32. Este fenómeno no es sino consecuencia de la inmensa entropía que estamos sufriendo los costarricenses: combinación de malos choferes, irrespeto de las leyes de tránsito y pobre infraestructura vial.
Este no es un tema exclusivo de Costa Rica. Se presenta en todas las ciudades capitales y los centros urbanos del mundo, cada vez más poblados.
Creo, sin embargo, que la solución de problema está siendo mal enfocada. Hay quienes solicitan, entre otras de las propuestas, ampliar carreteras, mejorar rutas de paso y construir más infraestructura vial.
Considero, desde mi perspectiva, que esta no es la solución al congestionamiento vial. Esta situación no puede analizarse separadamente del tema del transporte remunerado de personas.
Al respecto, es lamentable que no exista una mayor visión de negocios, por parte de las diferentes empresas de autobuses ingresan a San José, quienes organizándose y teniendo una mayor visión de negocio a futuro, podrían consolidarse como los prestatarios del servicio de transporte remunerado de personas en el Gran Área Metropolitana, para los próximos cuarenta o cincuenta años, un negocio nada despreciable, mediante la combinación de recursos para construir un tranvía, un tren aéreo o bien, la inversión en un “metro superficial”, que cruce desde Paraíso de Cartago, hasta San Ramón de Alajuela y desde Santo Domingo de Heredia, hasta Aserrí.
Si este proyecto no se arremete con fondos privados deberían, a pesar de la reticencia de este grupo de transportistas, organizarse los Gobiernos Locales del Gran Área Metropolitana, para elaborar una propuesta que permita resolver el problema del transporte remunerado de personas.
¿Por qué los costarricenses no abandonamos nuestros vehículos?, sencillo, porque los autobuseros prestan un servicio deficiente, de mala calidad, lento, en unidades que no cumplen con lo estipulado por la Ley.
Este incumplimiento por parte de los concesionarios es cotidiano y ni las unidades administrativas correspondientes cumplen a tiempo con sus obligaciones, ni obligan a los concesionarios a cumplirlas.
Con esta realidad vial actual, es inconcebible pensar en trasladar el Aeropuerto Internacional a la ciudad de Orotina, si no existe un medio de transporte fluido, que nos permita trasladarnos de forma rápida y segura desde aquella ciudad, hasta San José.
Definitivamente la solución no está únicamente en ampliar la infraestructura vial. Se ha demostrado que conforme se amplía la infraestructura vial, se incrementa el parque vehicular en el país. No en balde, los registros indican que al país ingresan aproximadamente cinco mil nuevos vehículos al mes: el resultado lógico es la saturación de las vías de transporte, convirtiendo este, en un problema de nunca acabar.
La solución no puede dirigirse al individuo o ciudadano particular. Debe orientarse a la búsqueda de recursos que permita hacer una inversión de muchos millones de dólares que resuelva las necesidades de transporte remunerado de personas que conduzca a los miles de costarricenses desde terminales cantonales y provinciales ubicadas fuera del área metropolitana, sacando a los autobuses del Área Urbana de San José.
La ampliación de los días de restricción, como proponen los autobuseros, constituye también un atenuante de impacto cortoplacista, que no resolverá la problemática a futuro.
La solución se sustenta en la construcción de vías para trenes modernos, que puedan trasladar a miles de personas de un punto a otro, sin llenar las estrechas calles de la capital de vehículos automotores.
Está claro además, que si los Gobiernos locales tampoco tienen la capacidad, el interés o la visión para poder desarrollar un proyecto de esta naturaleza, el Gobierno Central deberá acometer este enorme desafío: la instalación de trenes en dos vías, que vengan y vallan todo el día, desde los puntos urbanos y que movilicen a los habitantes del Gran Área Metropolitana, de un lugar a otro.
Nadie va a dejar su vehículo, para montarse en una unidad desvencijada, con un conductor que no sepa tratar a mujeres, hombres o adultos mayores.
Posiblemente esté lejos de hacerse realidad esta quimera, sin embargo, sólo con un tren que obligue a los ciudadanos a dejar sus vehículos en sus casas o en parqueos fuera del Área Metropolitana, podemos resolver, de una manera seria, un problema del presente y del futuro.
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.