Luis Paulino Vargas Solís
El 3 de mayo de 2013, Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, llegó de visita a Costa Rica, recibido por la presidenta Laura Chinchilla. Su presencia en nuestro país –por escasas 22 horas– dio lugar a un despliegue de seguridad de colosales dimensiones, y todavía más puesto que también estarían presentes todos los mandatarios centroamericanos, Belice incluida. Recuerdo que ese día participé en un pequeño congreso que se realizaba en el Hotel Costa Rica, a pocos metros del Teatro Nacional, donde, esa noche, Chinchilla fungiría como anfitriona de Obama y de sus colegas centroamericanos. Mientras yo hacía mi exposición, los helicópteros sobrevolaban insistentemente sobre San José.Es fácil de suponer que hubo presencia, y una presencia nada insignificante, de representantes de las fuerzas armadas estadounidenses, y obviamente también de sus agencias de inteligencia.
Apenas un mes después, Chinchilla recibió la visita de Xi Jinping, presidente de China, la otra superpotencia global. A lo que recuerdo, el despliegue de seguridad en este segundo caso fue menos aparatoso –o acaso más disimulado– pero también fue de grandes dimensiones. Y, muy seguramente, también ha de haber habido presencia militar china durante su visita.
Es simplemente impensable que Obama o Jinping quisieran dejar su seguridad en manos de la policía de Costa Rica.
En ambos casos, sin telenovela ni aspavientos, se pidió la autorización a la Asamblea Legislativa y esta la concedió.
Respetar la Constitución de Costa Rica es algo fácil…cuando hay la voluntad de hacerlo. También puede ser muy fácil pisotearla, cuando existe el interés y las ganas de hacerlo.
Retornemos a noviembre 2024.
Primero agradecerle al pueblo salvadoreño y reconocer que aquí aplica, literalmente, lo de “quitarse el bocado de la boca” para dárselo a alguien más. La ayuda que El Salvador nos da, y que merece nuestro más fervoroso agradecimiento, es una ayuda arrancada a una población carenciada.
Lo demás me parece que ha sido como al modo de un test: “probemos a atropellar la Constitución, para medir qué capacidad de reacción tiene el Estado de derecho de Costa Rica y cómo responde la gente”.
Como gobernante, Rodrigo Chaves es una completa inutilidad. Como demagogo y manipulador es un genio. Y esta coyuntura lo dejó clarísimo.
Han sido días glamurosos para él y para su alter ego Cisneros: las multitudes les han dado un baño de gloria y aclamación.
El terreno para instaurar una dictadura en Costa Rica está siendo fertilizado y los primeros brotes comienzan a asomarse.
No sé si podremos impedirlo, pero cada vez las opciones van siendo más y más estrechas.
– Economista