Ay, pobre Costa Rica nuestra ¡Cuánto te odian!

Luis Paulino Vargas Solís

Luis Paulino Vargas

No ha sido casualidad que los hechos se concatenaran de la forma que hemos visto:

  1. Bukele llega a Costa Rica, es recibido y celebrado con fanfarria y boato, mientras Rodrigo Chaves se derrite en su presencia, embelesado y en éxtasis, a un pelín de colapsar en un estruendoso orgasmo.
  2. Papá Bukele y su solícito pupilo Chaves, no se guardan nada en el buche: su mensaje autoritario no se anda con sutilezas.
  3. Casi de inmediato se emite un decreto presidencial, con el clarísimo objetivo de crear una policía política, una especie de Gestapo, directamente bajo el mando del presidente Chaves, cuya finalidad es obvia: perseguir y reprimir a quienes nos atrevamos a oponernos y expresar nuestro desacuerdo. El pupilo se empeña por ponerse al nivel de su maestro: saca afuera, de forma impúdica, su sesgo autoritario, su sensibilidad fascista y sus sueños de tirano.
  4. No acabábamos de recuperar el resuello después de tan infausta sorpresa, cuando el chavismo pone a circular videos que llaman a restituir el ejército en Costa Rica.

Una vez más lo reitero: si algo caracteriza el proyecto político de Cisneros y Chaves, si algo se trasluce con nitidez en sus discursos y en su narrativa, es un odio espeso y nauseabundo hacia Costa Rica.

Odio hacia lo que Costa Rica ha sido, su logros y conquistas históricas, el legado construido en los últimos 110 años, desde que el presidente Alfredo González Flores defendió la idea de establecer impuestos progresivos y hacer que la oligarquía cafetalera contribuyese a aliviar el sufrimiento de una población empobrecida y carenciada.

Ese legado, que resume las luchas de muchas mujeres y muchos hombres, a lo largo de decenios, que pasa por los discursos de denuncia del padre Volio en los veinte del siglo pasado; las huelgas bananeras de los treinta; las reformas sociales de inicios de los cuarenta; la nacionalización bancaria, la creación del ICE y del Tribunal de Elecciones y el voto de las mujeres a fines de esa década. Y, luego, todas las reformas socialdemócratas de los decenios siguientes.

Y la abolición del ejército, también. Por supuesto que también la abolición del ejército, parte importantísima de los cambios acaecidos a finales del decenio de 1940.

Cisneros y Chaves odian todo eso. Lo odian a muerte y quieren destruirlo.

Los acontecimientos de estos últimos días, vienen a ratificarlo sin dejar ni el más mínimo rastro de duda.

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