Por Johannes Sadek (dpa)
Después de compartir durante años un retrete con cuatro familias en una barriada pobre de El Cairo, Said Hamed y sus tres hijas pudieron mudarse finalmente a la nueva urbanización de Al-Asmarat, construida en el marco de un proyecto de viviendas públicas financiado por el Gobierno.
«Nuestras vidas cambiaron por completo», afirma este trabajador de la construcción. «Tenemos un piso totalmente amueblado y todas las comodidades para una vida digna». Hay escuelas, instalaciones deportivas, hospitales y amplias aceras que son difíciles de encontrar en el congestionado centro de la metrópoli egipcia.
El presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, ha hecho de la reubicación de algunas familias con bajos ingresos —oficialmente el 30 por ciento de la población vive en la pobreza— una prioridad absoluta. El número de personas beneficiadas asciende ya a 750.000.
Sin embargo, las viviendas sociales y el fin de los numerosos barrios informales es solo una parte del plan gubernamental. En todo el país se están construyendo docenas de ciudades completamente nuevas, algunas de ellas en lo más profundo de tierras desérticas y alejadas de los mares Rojo y Mediterráneo o del Nilo, que fueron durante miles de años las principales arterias de asentamiento.
Al igual que en el África subsahariana, cuya población, según estimaciones de la ONU, podría duplicarse de aquí a 2050, la población de Egipto está creciendo rápidamente. Los 103 millones de habitantes actuales viven principalmente a lo largo del Nilo y en el delta del Nilo en una superficie que corresponde a cerca del siete por ciento del país.
Solo en el Gran Cairo viven 23 millones de personas, de las cuales se calcula que el 60 por ciento se encuentra en asentamientos informales y, a menudo, en espacios abarrotados.
Los diseños fotorrealistas de las nuevas ciudades prometen un futuro brillante, con nombres no menos glamorosos tales como New Alamein City, New Riviera y New Aswan. Se ha decidido o está en marcha la construcción de casi 40 nuevas ciudades, y 20 más serán renovadas integralmente.
La fiebre de la construcción se ha apoderado del país. Según el Gobierno, se trata de «ciudades inteligentes de cuarta generación», ciudades que crean empleo y están conectadas entre sí mediante modernas redes ferroviarias.
Mientras tanto, a 40 kilómetros al este de El Cairo, el auge entra en la siguiente ronda con una «Nueva Capital Administrativa» (NAC), destinada a ser sede del Gobierno y en la que algún día vivirán 6,5 millones de personas, incluidos 50.000 funcionarios. La superficie prevista es de dos veces el tamaño de El Cairo.
Los costes de la primera de las tres fases de construcción ascienden al equivalente de más de 50.000 millones de euros (aproximadamente 56.000 millones de dólares estadounidenses). Las dimensiones de la nueva sede gubernamental son enormes. Sin embargo, es muy probable que, para la mayoría de los egipcios, este espacio vital sea inasequible.
El analista Magid Mandur, del centro de estudios estadounidense Carnegie, considera que este auge de la construcción tiene una motivación política, y que lo que se persigue es reducir la posibilidad de disturbios en esta ciudad de élite.
«El régimen se está distanciando físicamente de El Cairo y de sus estrechas calles, donde el control policial es más difícil» y donde «la masa de los pobres urbanos» puede hacer huelgas, ocupar espacios y atacar a las fuerzas de seguridad.
Al-Sisi no es el primero en atraer a los egipcios que viven en centros abarrotados hacia nuevas ciudades. Los antiguos presidentes Anwar Sadat y Husni Mubarak ya lo habían intentado sin éxito desde la década de 1970.
En la actualidad, el mar marrón de las casas de El Cairo está rodeado de asentamientos abandonados con edificios en ruinas de cuyos balcones solo cuelga algún que otro tendedero. En 2015, la fundación alemana Heinrich Böll, cercana al partido Los Verdes, escribió que se trata de asentamientos antieconómicos y «ciudades fantasma» en las que se utilizaron «millones de toneladas de cemento, acero y bitumen».
A un ritmo impresionante, los obreros de la construcción en El Cairo están construyendo puentes y autopistas sobre zonas residenciales, a veces a solo un brazo de distancia de los balcones de otros residentes. Una barriada cercana a la sede de la televisión será completamente demolida para construir en su lugar edificios de gran altura, oficinas y hoteles con vistas al Nilo.
El objetivo principal es contener las posibles revueltas y «si es posible, evitarlas por completo», escribe Mandur. Además, explica, de esta manera las fuerzas de emergencia podrán circular más rápidamente por las nuevas carreteras. Todavía se recuerdan con claridad los disturbios masivos de 2011, cuando se atacaron y saquearon comisarías, especialmente en zonas pobres.
Said Hamed no echa de menos su antigua vida, ni las alimañas, ni los delincuentes y otros peligros. «La vida se ha vuelto más fácil para nosotros», declaró a dpa.
Para el Gobierno del presidente Al-Sisi, parece ser una victoria múltiple. Familias como la de Hamed pueden salir un poco de la pobreza y, al mismo tiempo, se crea espacio en el centro para pisos y tiendas de lujo. Y a la vez, según Mandur, un nuevo «colchón demográfico» reduce el riesgo de una próxima revolución.
dpa