El Licenciado don Carlos Lara Iraeta, cuando desempeñó con toda brillantez la delicada posición de Intendente Municipal, recibió un día en su oficina la visita de un caballero, que iba a pedirle autorización para que una hija suya pudiera ir al Matadero Municipal a tomar parte activa en el sacrificio de reses bovinas. Don Chale, algo perplejo, preguntó al caballero:
—»Dígame amigo, a qué se debe tan extraordinaria solicitud?».
Y como en las novelas, el caballero le explicó al señor Lara todo:
—»Mi hija quiere ser torera. Tiene estilo y gracia para el toreo, pero lo grave, lo difícil, es la suerte de matar, es decir, «el tercio». Y COMO DUDO DEL EXITO DE MI HIJA EN «LA HORA DE LA VERDAD», QUIERO QUE SE ENTRENE EN EL DESCABELLO»…
Y don Carlos Lara dio un salto tan grande de su escritorio, que casi va a parar del susto al Parque Carrillo».