¿Adónde se fue el 80%?

Luis Paulino Vargas Solís

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No olvidemos un detalle importante: la campaña electoral de Laura Fernández empezó hace mucho tiempo, con mucha anterioridad a la de cualquier otra candidata o candidato. Pero, todavía más, recordemos que su jefe de campaña de facto ha sido Rodrigo Chaves, quien, desde hace muchos meses, viene utilizando todos los instrumentos de poder a su disposición a favor de su elegida. Lo ha hecho violando las leyes y la Constitución, pero el caso es que, en efecto, lo ha hecho.

Por lo tanto, y teniendo presente lo anterior, ese 25% de apoyo que Laura Fernández registra en la encuesta del CIEP-UCR es, hasta en el mejor de los casos, un resultado muy insatisfactorio.

Incluso, es plausible que ese sea su techo, alcanzado después de meses y meses, hasta sumar años, de una politiquería y una demagogia que han tenido en el insulto, la mentira y el ataque feroz contra la institucionalidad democrática, su combustible, su razón de ser, su leitmotiv.

Por otra parte, no olvidemos que ese 25% corresponde al universo de quienes dicen que sí van a votar. Si consideramos el electorado en su totalidad, solo el 16,75% de la población está apoyando a Fernández.
Y si, por otra parte, vemos los porcentajes de apoyo en el voto legislativo, el cual aparece muy fragmentado, lo que estos nos dicen es que el partido chavista tendría unos 8 diputados.

¿Adónde se fue ese 80% de apoyo popular con el que amenaza la fanaticada chavista más recalcitrante?
No se fue a ningún lugar porque nunca ha existido. Como tampoco han existido jamás los 40 diputados.

Lo que, hasta este momento, hemos visto, es que Fernández se la juega a una dupla de mensajes: presentarse como la continuadora de Chaves y despotricar –en términos bastante soeces– contra la institucionalidad.
¿Hasta dónde le puede dar esa cuerda? Me temo que no gran cosa. Mucho depende de los otros partidos y candidaturas. Estos tienen en sus manos la posibilidad de recortar la longitud de esa cuerda atacando los múltiples, numerosísimos, flancos débiles de Fernández y desarrollando las propuestas –viables, creíbles y persuasivas– que Fernández jamás podrá formular.

Fernández está agarrada a una tabla muy quebradiza: echarles la culpa a otros –la Contraloría, la Asamblea Legislativa, la Sala Constitucional, la Fiscalía, perico de los palotes o la señora de Purral– para justificar el hecho evidentísimo de que el gobierno de Chaves no ha hecho nada, y que lo poquísimo que hizo lo hizo requetemal.

Es una línea argumental muy frágil y vulnerable, que fácilmente podría ser, primero pulverizada y, enseguida, superada por una buena batería de propuestas.

El peligro sigue vivo. Sin duda alguna sigue muy vivo. La amenaza contra la democracia y la siniestra perspectiva de la instauración del autoritarismo chavista son reales. Nadie debe ni puede verlo con indiferencia.

Es una posibilidad real, pero no es, ni mucho menos, un destino inevitable. Conjurar ese peligro está en manos de los partidos y las candidaturas que sí tienen vocación democrática, y, sobre todo, de la ciudadanía crítica y consciente.

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