¿Un movimiento fascista?
Luis Paulino Vargas Solís
No es fácil precisar el concepto “fascismo”. Resulta elusivo, precisamente porque intenta englobar diversas experiencias históricas y diversos planteamientos políticos, ideológicos y morales. Quiero, sin embargo, remitirme al profesor Edgar Straehle, de la Universidad de Barcelona, cuando identifica un aspecto central característico del fenómeno fascista: la preeminencia de una “ideología negativa”, es decir, una ideología “…donde aquello importante no es tanto lo que se es y por lo que se lucha como lo que no se es y contra lo que se lucha. Y es que en buena medida las nuevas extremas derechas descuellan por ese carácter anti”, dice Straehle.A mí me parece una síntesis apropiada porque llama la atención sobre lo que es característico de las derechas extremas actuales: son fuerzas centrífugas. No integran ni acercan lo diverso y heterogéneo sino que lo repelen, y, entonces, generan división, fragmentación, dispersión. O sea: su ideología negativa se resuelve como una ideología del odio, puesto que se odia aquello que, de una u otra forma, se aleja de cierto patrón o estándar predefinido. Estas extremas derechas proponen un retorno a algo que es como un origen primordial, el momento del “génesis”, un “algo primigenio” a lo que se desea retornar, y el cual se vio alterado o se perdió en el camino, precisamente porque en el camino aparecieron realidades divergentes, variadas, heterogéneas. De ahí, como dice Straehle, su “ideología negativa”: un “anti” que busca destruir para retornar a ese origen mítico.
¿Es el chavismo un movimiento fascista?
Para empezar es un movimiento animado enteramente por una ideología negativa. No se le conocen propuestas, proyectos ni programa. Solo se le conoce su voluntad de demolición: destruir la Costa Rica existente, al parecer para retornar a un “origen primigenio”, que, presuntamente, está instalado en el alma de algo mítico que, de forma nebulosa e imprecisa, llaman “pueblo”. Y, por favor, atención a este último punto: no hablan de ciudadanía, no hablan de una comunidad humana heterogénea y diversa, constituida por gente pensante, educada y solidaria, que dialoga, delibera, escucha, razona, debate y, sobre esas bases, decide democráticamente. Solo hablan de “pueblo”: una fuerza anónima, homogénea y compacta, que se mueve automáticamente en una sola dirección.
Y siendo la suya una ideología negativa que remite a un “origen” que se pierde en la noche de los tiempos, todo se resuelve como una propuesta que nace del odio, se alimenta del odio, se expresa a través del odio y promueve el odio de forma beligerante.
Las vallas que, por estos días ha levantado controversia, lo ilustran: expresan odio y, lo que es peor, son una convocatoria a la violencia, en contra, directamente, de las personas cuyo rostro fue colocado en esas vallas. El show circense inaugural del año –el del miércoles 6 de enero– dio oportunidad al despliegue, por parte de Rodrigo Chaves, de un nutrido, variopinto, realmente pintoresco, muestrario de estridentes expresiones de odio. Buen anticipo de lo que el chavismo quiere que sea este año electoral que inicia.
Sí, creo que el chavismo es fascismo: por su ideología negativa, por su afán de destrucción y por el odio que lo anima.
Nota: mi cita del profesor Straehle proviene de su artículo: “Fascismo: ¿la llama sigue ardiendo?”, Revista Nueva Sociedad, número 302, noviembre-diciembre 2022, pp. 77-78.