El Cardonazo

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Recientemente acabo de terminar de digitalizar el pequeño libro de don Guillermo Villegas Hoffmeister “El Cardonazo”. Este acontecimiento consistió en un cuartelazo, el último que se dio en nuestro país, llevado a cabo por el propio ministro de seguridad pública de la Junta de Fundadora de la Segunda República Edgar Cardona Quirós, de ahí el nombre, el 2 de abril de 1949.

El cardonazo siempre ha estado presente en mi familia, dado que ocurrió el día en que mis papás se casaron en la ciudad de Grecia en Alajuela. En media fiesta, se supo la noticia. Un tío, Rodolfo Quirós González, era integrante de la guardia de don Pepe, y tuvo que venirse a San José inmediatamente. Su participación en los hechos posteriores fue muy importante, por lo que incluso se le condecoró, reconociéndole su lealtad a la Junta de Gobierno.

Pero, ¿qué fue lo que pasó ese dos de abril de 1949? ¿Porqué se dio esa intentona de golpe contra don Pepe?

Hay que empezar diciendo que los combatientes en la guerra de liberación nacional, del lado de don Pepe, era un grupo muy variopinto. Los había seguidores de don Pepe, Ulate, también del centro para el estudio de los problemas nacionales, conocidos como glostoras y medallitas, cercanos a Figueres, aunque no figueristas en sentido estricto, más bien socialdemócratas, y había los anticomunistas, que fueron a la guerra para acabar con la injerencia e influencia de los vanguardistas en el gobierno.

Don Pepe fue muy claro al mostrar que en realidad el objetivo principal, de la revolución no fue una cuestión de pureza electoral, sino algo mucho más profundo: sus intenciones apuntaban hacia un nuevo proyecto de desarrollo. Se estaba operando un reacomodo de las relaciones entre las clases sociales, y al interior del grupo poderoso económicamente, para sustituir el poder de la oligarquía cafetalera por un sector más dinámico, capaz de diversificar y modernizar la economía.

En ese sentido, la Junta hizo cambios estructurales profundos, de los que mencionaré algunos como la nacionalización bancaria y la creación del ICE (Instituto Costarricense de Electricidad). Y especialmente, aunque no un cambio, si algo que le tocó, como se dice popularmente, «los huevos al águila», me refiero al 10% de impuesto al capital. Este último impuesto, pensado en una forma de recaudar fondos, para la reconstrucción nacional después de la guerra civil.

Pese a que la constitución de la Junta de Gobierno, fue muy figuerista y socialdemócrata, en el ministerio de seguridad pública don Pepe tuvo que nombrar a uno de los militares ulatistas, esto con el fin de armonizar y tranquilizar a la parte militar, que aún tenía mucho poder, por eso se nombró a Cardona, un furibundo ulatista y anticomunista, pero muy valiente y querido por la tropa.

Aunque el ejército se obolió el 1ero de diciembre de 1948, no fue un proceso inmediato, además que la contrarrevolución de diciembre del 48, retrasó la medida. Todavía en abril de 1949, la estructura y lugares como los cuarteles, se mantenían en operación.

Las relaciones entre la cúpula militar y la Junta de Gobierno (don Pepe), se empezaron a tensar por la permanencia en el país de los militares de la “Legión del Caribe” (no confundir con la “Legión Caribe” que tomó Limón durante la Revolución). Estos eran un grupo de militares extranjeros, que ayudaron en la guerra, que querían botar otras dictaduras en centroamérica y el caribe y, muy importante, eran los dueños de las armas con las que se había peleado. Entre estos militares se distinguían los dominicanos Miguel Ángel Ramírez Alcántara y Horacio Ornes.

Aunado a lo anterior el grupo ulatista y anticomunista se empezó a incomodar con algunas acciones por medio de decretos-ley (la junta tenía facultades legislativas) tomadas por la Junta, que desde su perspectiva eran “comunistas”, como la ya mencionada nacionalización bancaria.

Entonces Cardona se apoderó del cuartel de Artillería, mientras Fernando Figuls tomó el Bellavista con un grupo de efectivos de la Inspección de Hacienda. Los alzados pedían a la Junta de Gobierno la nulidad de dos de sus decretos-ley: la nacionalización bancaria y el impuesto del 10 por ciento al capital. Además, exigían algunos cambios en la composición de la Junta pues pedían la destitución de los ministros de Economía y Comercio y de Trabajo, señores Alberto Martén y el Padre Benjamín Núñez, a quienes acusaban de comunistas.

Las peticiones eran ridículas. Las acusaciones de comunistas insostenibles, eran los mismos de siempre, la oligarquía, tratando de seguir mangoneando en el país. Creyeron que con el triunfo de Figueres, volverían a sus “días gloriosos”, pero que va, Figueres probó que nunca fue un títere de ellos, como si lo fueron otros.

La aventura no duró mucho tiempo, y el cuartelazo fue reprimido pocas horas después de haber estallado. Dentro del Cuartel de Artillería muy pronto las fuerzas se dividieron en dos grupos, triunfando los leales a la Junta de Gobierno, que facilitaron la entrada de Figueres en este cuartel en las primeras horas del día tres de abril. Inmediatamente Figueres pidió la rendición del Bellavista, negándose los hombres que ahí se encontraban a la petición. Fue necesario entonces que fuerzas del Gobierno y hasta de algunos voluntarios, rodearan el cuartel y ante aquella situación, los hombres en él refugiados se rindieron al mediodía del 3 de abril. En total hubo 9 muertos y 30 heridos.

Además de Cardona, Figuls y los hermanos Cortés; entre los traidores estaba el mayor Miguel Ruiz Herrero, uno de los más activos. Lo menciono porque había sido jefe del servicio de inteligencia militar, y luego director bancario. Posteriormente también participó, con las fuerzas invasoras en el 55, y siempre se le atribuyó su participación en atentados, como el de 1967 en contra de Daniel Oduber.

Paradójicamente este cuartelazo, terminó de reafirmar la decisión de abolir el ejército, y en especial terminó de afianzar la condición de líder y Caudillo de don Pepe.

En cuanto a los alzados, los jefes fueron a parar a la “peni”, la antigua cárcel, donde ahora está el museo de los niños, y salieron libres varios meses después, cuando se dictó una amnistía general a su favor, con lo que las aguas retornaron a su nivel normal.

Con esto terminó el intento de Edgar Cardona, que nuestro pueblo, siempre picaresco, llamó “El Cardonazo”. Gracias a don Pepe y su visionaria idea de abolir el ejército, fue el último intento de los militares por desestabilizar un gobierno, en este caso el de la Junta, y sabemos que será algo que no volverá a suceder, lo que no pueden decir la mayoría de los países del mundo.

 
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