Desde La Mina 2.0
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr
En 1987 iba a cumplir 28 años. Ya era ingeniero y tenía un posgrado. Todavía no tenía hijos. Y me asustaba el futuro, que lo veíamos incierto y muy cercano a la guerra…
Años antes, un grupo de jóvenes por ahí de 1984 ante la amenaza constante que el régimen Sandinista (los mismos de ahora) nos hacía y luego de muchas “discusiones teóricas” decidimos entrenar militarmente. Unos más que otros…
La “discusión teórica” era sencilla: si teníamos una invasión y “alguien” nos defendía cuál era el precio que Costa Rica tenía que pagarle a ese “alguien”, en ese momento llámese Panamá, Venezuela, Estados Unidos o a algunos cabezas calientes ticos de la derecha apoyados por la extrema derecha gringa que aprovechándose del momento que se vivía decidieron entrenar militarmente también.
Por supuesto el pago diferiría dependiendo quien fuera nuestro defensor. Luego de discusiones en las que también se pensaba que era una locura que gente no afín al gobierno tuviera entrenamiento militar, un grupo de la JL decidió entrenarse. Ya habían compañeros que se habían entrenado en Panamá, Venezuela y en Israel.
Los que no teníamos entrenamiento nos dividimos, algunos fuimos al campo de entrenamiento de la Guardia de Asistencia Rural en Cartago y otros fueron al campo de entrenamiento de la Guardia Civil a Murciélago.
Los que fuimos a Cartago, a la escuela civilista de la GAR, aprendimos a disparar con revólver 38, carabina, M1 y UZI (para disparar a aviones y a tanques ¡que ridículo!) y también aprendimos a cargar heridos, por si acaso…
Los que fueron a Murciélago fueron a la escuela militar de la Guardia Civil y aprendieron a disparar ametralladoras, FAL y rockets. Aprendieron a matar.
Las discusiones iban y venían antes del cambio de mayo de 1986, se sentía que la guerra estaba a la vuelta de la esquina y por supuesto teníamos que participar en ella.
Oscar Arias ganó las elecciones. La JL no era cercana al Presidente Arias en ese momento por múltiples razones que se podrán discutir otro día, pero que hoy pasados más de 30 años consideró que fue un error. ¡Un ERROR!
Yo no recuerdo con detalle que pasó, pero ciertamente no se siguió con los entrenamientos ni con la locura militar. ¡Gracias a Dios!
La discusión se fue por los canales diplomáticos. Oscar Arias con esa persistencia que siempre ha mostrado y que todavía tiene, convenció a tirios y troyanos por una paz negociada y no por las armas. Se firmaron los acuerdos de paz y por dicha no tuvimos que ir a pelear.
Algunos compañeros que se entrenaron tontamente se “agüevaron” porque no tuvieron que ir a pelear. Hoy 30 años después digo que dicha que no tuvimos que ir, quien sabe cuántos hubiéramos muerto o lisiados.
Y desde mi casa en La Mina, en Santa Ana, digo con fuerza: gracias Oscar por no dejar que más muchachos y muchachas de esta nuestra Centroamérica siguieran muriendo. Gracias por impedir que fuéramos a pelear.