Desde La Mina 2.0
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr
He estado leyendo con atención lo sucedido hace 3 años cuando un candidato —sin haber ido a una segunda elección— reconoció su derrota, fue la “noche triste” de Liberación Nacional, celebrada en la casa del hoy precandidato Antonio Álvarez.
Las huestes españolas fueron derrotadas por los aztecas en Tenochtitlán en una noche de 1520, fue la “noche triste” de los españoles. Las huestes liberacionistas fueron derrotadas una noche de 2014, fue la “noche triste”. Aunque hay quien dice que no hubo tal derrota, que fue el líder de ese momento el derrotado…
Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente, 1.095 días, por lo que los sedimentos y el lodo ya se asentaron de nuevo. ¿Qué estuvo fulano, qué zutano y que fueron acompañados de tales menganitos? ¿Y qué importa eso ahora?
Es verdad, participaron periodistas y dueños de medios. ¿Y qué? Periodistas y medios que todos los liberacionistas identifican como “contrarios”, desde siempre…Pregunte a cualquier liberacionista qué piensa de La Nación o de Canal 7…
Ya pasó, fue una noche triste que no se puede olvidar, que no se debe olvidar. Pero, ¿echarle la culpa a Antonio o parte de la culpa? Eso sí que manda g…..las culpas las debe acarrear quien tomó la decisión y nadie más.
Si se trata de encontrar culpables, es fácil: el candidato, y si quieren más deberían ser los periodistas que supieron de la reunión —los que no tenían compromiso de confidencialidad— y que se callaron, ya sea por sus intereses laborales personales o porque no recabaron toda la información.
La culpabilidad también es por callar, por no informar al público, como se supone es el deber de los periodistas. Sacar eso ahora, tres años después, es injusto, es hacer una tormenta en un vaso de agua.
Pareciera que algunos periodistas atrincherados en la U con clavos atravesados en varias partes de su cuerpo se los quieren sacar a como dé lugar. El Semanario una vez prestándose…como en el pasado….
Nada que ocultar, nada más que informar tiene Antonio y entonces, como diríamos en Guanacaste, y hoy replicamos en mi casa en La Mina, en Santa Ana, “¿Por qué tanto brinco si el suelo está parejo?”