Monólogos con Pelé *
Lina Barrantes Castegnaro
Hace muchos años, conocí al corresponsal de Le Monde para América Central. Yo venía regresando de vivir por 4 años en Paris, y le reclamé la ausencia de noticias en ese diario sobre Costa Rica. Para su respuesta uso una expresión muy francesa: “no se habla nunca de los trenes que llegan a tiempo”, eran los 80s tardíos. En medio de la guerra centroamericana, y de los procesos de Paz, efectivamente no había espacio para escribir en Le Monde sobre Costa Rica.
Lo malo de ese principio, es que a veces se nos va la mano. Entonces, aunque tengamos el tiempo y el espacio, nos hemos acostumbrado a quejarnos y a reconocer poco de lo bueno. Somos mas bien pesimistas. Hay épocas peores que otras. Hay períodos en los que la moral colectiva está por el suelo. Hay otras en las que tocamos el cielo con las manos (suelen ser las menos). Nuestro ánimo está muchas veces ligado al resultado del futbol. En esta época de inundaciones, de presas, de poco sol, de volcán tirándonos ceniza diariamente, de un gobierno que ha defraudado a muchos costarricenses, de precandidaturas tempranas a la presidencia, pues no estamos en nuestro mejor momento.
En medio de eso, yo voy a hablar bien de un servicio estatal.
Meses atrás, uno de mis mejores amigos, se cayó saliendo de su casa para ir a trabajar, y se fracturo la pierna. Inmediatamente fue trasladado al CIMA, donde luego de una factura enorme por un par de valoraciones no le fue muy bien. Al día siguiente fue al Hospital de Trauma del INS, de donde salió absolutamente satisfecho. Unos días después, estaba siendo operado en esa misma institución. Me insistía en que la atención había sido buenísima.
Hace mas o menos dos meses, la señora que trabaja con nosotros en casa, empezó a tener problemas en su rodilla. El terapeuta que viene a casa a atender a mis papas dijo desde un inicio que eran meniscos y que eso había que operarlo. Las ganas de que no fuera así, retardaron la ida al médico. Finalmente, fuimos al Hospital de Trauma, y realmente la atención es impresionante. La atención, las instalaciones, el equipo, las filas que no existen, la celeridad con la que resuelven, la incapacidad que pagan por medio de una tarjeta de crédito que el mismo INS extiende al paciente.
Ver esa respuesta estatal, ver el Museo de Jade (aunque no me gusta para nada su museografía), estar satisfecha con mi seguro del carro y hasta usar los servicios asociados, como el transporte gratis al aeropuerto, me llevan una vez mas a pensar por que en el INS si, y en otras instituciones públicas no. ¿Por que no estoy satisfecha con el servicio que me da el ICE? ¿Por que se me caen las llamadas en el celular? ¿por qué tuve que abandonar el internet del ICE en mi casa? ¿Será posible que la diferencia la haya hecho un Guillermo Constenla en el INS? Absolutamente convencida de que la cabeza de una institución la impacta hasta los pies, me cuesta creer que Constenla solo, haya podido cambiar una cultura institucional, y convertir al INS en la institución eficiente que es hoy, pero no tengo ninguna señal que me explique qué otra cosa cambió. En todo caso, soy una clienta absolutamente satisfecha con el INS, y hoy quiero hablar de los trenes que llegan a tiempo.
* Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.