No hay que destruir el exitoso modelo eléctrico

Ing. Carlos Solano Soto
Coordinador de la Comisión de Electricidad del SIICE

El país requiere concentrarse en soluciones en el largo plazo, no en destruir el exitoso modelo eléctrico para privatizar la electricidad

Un nuevo ataque privatizador se cierne sobre el exitoso modelo eléctrico costarricense. Actividades como el IV Congreso Nacional de Energía de la Cámara de Industrias, las recientes declaraciones del Ministro René Castro en su artículo “La contingencia es ya” y el editorial de La Nación del pasado 25 de febrero, alinean fuerzas para una nueva arremetida con el fin de aprobar la mal llamada Ley de Contingencia Eléctrica.

Esta ley se centra en privatizar mayoritariamente la generación eléctrica (actualmente con un tope legal sin alcanzar de un 30% de participación privada) y en romper el modelo actual que ha traído progreso al país y un 99.3 % de cobertura eléctrica, al introducir la figura del “gran consumidor”, lo que causaría un fuerte impacto financiero a las distribuidoras eléctricas al perder a sus mejores clientes. Esto ha sido claramente explicado por las Cooperativas de Electrificación Rural, así como el aumento de las tarifas eléctricas que dicho modelo conlleva. También impulsa proyectos privados con embalses pequeños que requerirán respaldo térmico en la época seca y por tanto, aumento en el consumo de combustibles fósiles y un alto costo para el país en sobre instalación de plantas que solo tendrán agua suficiente en los inviernos.

Analicemos algunas de las afirmaciones que se han hecho:

1.-) Sobre el precio de la electricidad: Es comprensible que los señores industriales presionen por un menor precio de la electricidad, pero es inaceptable que se diga en forma sesgada que en cinco años el precio de la electricidad en Costa Rica ha aumentado en forma desproporcionada, mientras que el resto de Centroamérica tiene tarifas más bajas que en Costa Rica, omitiéndose la situación real de los países de la región.

Las últimas estadísticas de la CEPAL, “Subsector Eléctrico de Centroamérica”, demuestran que el precio de la electricidad ha aumentado en todos los países de la región (y agregamos que en la mayoría de los países del mundo), pero que la tarifa promedio industrial de Costa Rica sigue siendo de las más competitivas de Centroamérica. De acuerdo con la CEPAL, los precios promedio al 2011 para el sector industrial en Centroamérica en centavos de dólar/kWh son: El Salvador 18, Guatemala 21, Honduras 20, Nicaragua 22 y Panamá y Costa Rica 16.

Al respecto es muy ilustrativo citar textualmente las declaraciones del gerente de energía de la Asociación Salvadoreña de Industriales, ASI, Juan Cea Vega, y el presidente de la ASI Javier Simán, en el artículo publicado por la Revista Summa del 18 de noviembre de 2011:

“La gran industria salvadoreña continúa perdiendo competitividad en especial contra Panamá, Nicaragua, Honduras y Costa Rica que tiene la tarifa eléctrica más barata de la región para consumidores por arriba de 1.488.000 kilovatios hora (Kwh).”

“(…) Estos costos explican por qué Costa Rica es el país que más exportaciones genera respecto del resto de países de la región, ya que solo tener una tarifa casi la mitad menos que sus pares es un gran incentivo para las grandes empresas industriales ticas, afirmó.”

2.-) Sobre la producción de electricidad con derivados de combustibles fósiles: Los datos reales demuestran que no es cierto que haya habido un aumento desmedido en la generación térmica, como se afirma.

Lo cierto es que el verdadero problema del alto consumo de combustibles fósiles en Costa Rica se debe al sector transporte, área donde los gobiernos han hecho muy poco. La producción térmica para generar electricidad es actualmente menor al 10% del total, lo cual nos ubica como el cuarto país del mundo en generación eléctrica, con más de un 90% de generación con fuentes renovables, todo un ejemplo a nivel mundial.

La generación térmica en el país ha variado históricamente como consecuencia de los ciclos climáticos, dándose los mayores consumos en los años 70 y 90 cuando llegó al 20%. Esta variación es debida a que el país depende en casi un 80% de la generación hidroeléctrica, de manera que en años secos la diferencia en energía firme debe ser cubierta en los veranos por la generación geotérmica, térmica y las plantas con grandes embalses multianuales. Los valores anteriormente indicados de generación térmica se redujeron a menos del 3% cuando entraron en operación las grandes plantas de Arenal, Corobicí y Angostura, respectivamente. Igual sucederá cuando se terminen los proyectos Reventazón y El Diquís con gran embalse. De ahí la importancia de desarrollar plantas con alta capacidad de regulación como las indicadas, además de Pacuare y Savegre. Esto porque energías como la solar y la eólica son intermitentes y no siempre se puede disponer de ellas cuando se necesitan.

En conclusión, en vez de impulsar leyes que, en su afán de privatizar el millonario negocio de la generación eléctrica, ponen en riesgo el suministro eléctrico y aumentan el consumo térmico, el Gobierno debería apoyar al ICE en la ejecución de su Plan de Expansión y en facilitar el desarrollo de plantas con recursos naturales renovables, en especial las hidro de alta capacidad de embalse. No debe olvidarse que históricamente los diferentes gobiernos le han obstaculizado al ICE el desarrollo de los proyectos. Dos ejemplos de ello son la planta La Angostura, la cual fue paralizada varios años e incluso estuvo a punto de cerrarse siendo Ministro el señor René Castro, y el atraso de la planta Eólica Tejona, al impedirse desembolsar el préstamo y la contrapartida ICE.

Los esfuerzos deberían enfocarse en debatir sobre las soluciones concretas en el largo plazo para abastecer al país con nuevas opciones energéticas nacionales que sustituyan el térmico. Esta discusión debería darse en temas como la explotación de la geotermia en parques nacionales, así como si el país está dispuesto o no en el futuro a usar recursos locales como el gas natural para cubrir la transición entre el agotamiento mundial del petróleo, estimado en menos de 50 años y de la hidroelectricidad nacional, que se acabará en unos 20 años, mientras se desarrollan en el futuro nuevas tecnologías para la producción de electricidad.

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