La fuerza oscura de la campaña chavista

La débil palidez de la campaña opositora

Luis Paulino Vargas Solís

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Mi hipótesis es básicamente una: la oposición ha presentado una campaña muy “centrista”, vale decir, muy descafeinada, deslactosada, carente de pasión, de energía y de fuerza.

Hay algunos matices secundarios: Claudia Dobles muy tecnocrática; Ariel Robles muy inclinado a mensajes, con cierto tono juguetón, al parecer dirigidos a la juventud. Y Álvaro Ramos…me cuesta definir sus énfasis. Lo cual podría ser indicio de que la suya ha sido una campaña sin personalidad.

Intentan ser campañas propositivas, pero desde propuestas que se esfuerzan por no hacer mucho oleaje. Personas de finos modales, correctas, bien portadas, modositas; hablan con elegancia, gesticulan con garbo, caminan con donosura. Incapaces de matar una mosca ni quebrar un vaso ni eructar ni mucho menos echarse un pedo.

El chavismo apuesta, todo lo contrario, a la adrenalina, el burumbún y el jaleo. Todo en uno, es ring de boxeo, mesa de tragos, tanque séptico, alcantarilla maloliente, carnaval bullicioso y bochinche callejero.

Su arma más poderosa es al odio: ahí está su combustible. Lo vemos en los mensajes incendiarios de Laura Fernández y de Pilar Cisneros. Lo vemos en las volcánicas peroratas de Rodrigo Chaves, metido de lleno en la campaña, y quien, ante el más que probable rechazo legislativo de la solicitud del TSE para levantarle la inmunidad, tendrá pasaporte para la impunidad, lo que le facilitará involucrarse, más de lo que ya está, en el proceso electoral.

Ese estruendo ensordecedor, potenciado por el odio, le está permitiendo al chavismo hipnotizar a su fanaticada. Y, entonces, esta delira fuera de sí, y por doquier cree ver fantasmas horrorosos y terroríficos espectros.

Y, entonces, de un repente, resulta –esa es la versión que ofrece el chavismo– que Costa Rica ha sido el país más horroroso, repudiable, deforme, sucio, pestilente y desgraciado que la humanidad haya conocido jamás, en todos los milenios de la historia escrita y los muchos más milenios de la prehistoria no escrita.

Y que, frente a ese esperpento horripilante que Costa Rica ha sido, Chaves, Cisneros y Fernández vendrían a ser las poderosas deidades llegadas del Monte Olimpo: Zeus, Hera y Atenea, cuyos poderes milagrosos harán de Costa Rica en el más espléndido paraíso que se haya visto jamás: tierra donde fluyen ríos de leche y miel; praderas floridas; arboledas engalanadas con los dulces trinos y las coloridos plumajes de las más bellas aves; estanques cristalinos adornados por majestuosos cisnes blancos y negros; banquetes sibaritas; palacios resplandecientes; abundancia y boato; goce, alegría y sonrisas en una fiesta perpetua amenizada por flautas, liras, laudes y tambores.
Más o menos así funciona el chavismo. O sea, y en breve, es una mentira del tamaño de la Vía Láctea, implantada a punta de adrenalina y devenida alucinación y delirio.

¿Qué puede hacer la oposición frente a esto? Pues sí: frente al odio, reivindicar el amor; frente a la mentira, recuperar la verdad; frente a la fantasía delirante devolverle a la gente un imperioso sentido de realidad.

Pero esto debería hacerse con pasión y con fuerza, con la dosis de adrenalina que les ha faltado y que al chavismo le sobra.

Pero esa intensidad no debe limitarse a las formas; también debe ir en el contenido. Hay que atreverse a hablar de cambios grandes, de Cambios con mayúscula.

El chavismo se alimenta de una falsa propuesta de cambio. La oposición ha sido incapaz de insinuar ningún cambio. Quizá sea el momento de que lo haga: en grande y apelando a la verdad.

Economista jubilado

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