Luis Paulino Vargas Solís
Lo de “grandes transformaciones” suena como algo muy morrocotudo. Y, cosa curiosa, no son muchas las candidaturas que recurren a ese lenguaje. Creo que solo la chavista lo hace. El resto tiende a moverse hacia un lenguaje “centrista”, más bien descafeinado.
¿Seré en eso donde reside la ventaja que, hasta el momento, las encuestas le dan a L. Fernández? No lo sé, pero convendría meditarlo.
Ahora bien, ¿en qué consisten esas “grandes transformaciones”? Ya ahí la cosa se reduce a una apuesta que, de momento, parece darle réditos a esta señora: la apuesta a un electorado muy poco exigente, que cede y se rinde ante una retórica ruidosa pero vacía.
Porque luego resulta que las “grandes transformaciones” que L. Fernández cita son: pensiones de lujo, marina de Limón y Ciudad Gobierno.
O sea, “grandes transformaciones” a escala hormiga.
Para entenderlo no es necesario hablar de “grandes transformaciones”. Bastaría hablar de “grandes problemas”: inseguridad y violencia desatadas; abismales desigualdades en la distribución del ingreso y la riqueza; crónica sequía de empleos; crisis de la agricultura y el turismo. O bien: criminales listas de espera en la Caja; miles de personas mayores sin pensión condenadas a la pobreza; centenares de centros escolares con orden sanitaria; recortes a lo bestia en bonos de vivienda y becas. O bien ¿qué tal referirnos a la masiva expulsión de las mujeres de los mercados laborales, los grandes desequilibrios de desarrollo entre las regiones o el colapso vial?
Y así, sucesivamente, que fácilmente podríamos extender la lista.
Sobre esos grandes problemas, L. Fernández prefiere guardar “grandes silencios”.
Pero volvamos a las “grandes transformaciones” que ella ofrece. Específicamente a las “pensiones de lujo”.
Admitamos que el disgusto popular que eso suscita está más que justificado. Pero si fuera de hablar en serio del asunto –que obviamente no es lo esperable de la susodicha– habría que dar la información completa.
Y, entonces, tendríamos que empezar con las pensiones de expresidentes de la república ¿Por qué el presidente R. Chaves –jefe de L. Fernández– que, durante estos años, tantísimo habló de “pensiones de lujo”, jamás movió ni un dedo para reducir la pensión de los expresidentes?
¿Por qué L. Fernández nada dice sobre eso?
Pero hay algo más.
Existen leyes que recortan en forma significativa las “pensiones de lujo”. Me refiero a las leyes 9383, de 2017, y a su reforma, la ley 9796, de 2019. Estas leyes establecen impuestos progresivos sobre las pensiones muy altas. Se los ilustro así:
- Una persona con una pensión de ₡5 millones pagaría en impuestos ₡1.081.811, o sea, el 21,6% del monto total. La pensión neta se recorta a ₡3.918.185.
- Si la pensión es de ₡8 millones se paga en impuestos un total ₡3.070.194, o sea un 38,4% del monto total. La pensión neta quedaría en ₡4.929.806.
- Una pensión de ₡10 millones pagaría en impuestos ₡4.570.581, o sea, el 45,7% del total. El neto le quedaría a esa persona en ₡5.429.419.
La pregunta es: ¿consideramos que eso es suficiente o se necesita más?
Si la discusión fuese una discusión seria, es ahí donde debería enfocarse.
Pero, como bien se sabe, es imposible que R. Chaves y L. Fernández hablen con seriedad.
Hacer demagogia y mentir es lo único que les interesa.
– Economista jubilado
Cambio Político Opinión, análisis y noticias
