Socialismo democrático vs socialdemocracia

La confusión teórica

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Cuando las categorías pierden su sustrato conceptual, que también es histórico, suelen causarnos malas pasadas, que conducen inevitablemente a la confusión teórica. En esta oportunidad, eso es lo que sucede con la distinción forzada entre socialismo democrático y socialdemocracia. Para ir directamente al meollo de la cuestión voy a referirme a las categorías nodales que se relacionan: sociedad burguesa y capitalismo.

Cuando hoy se habla de la sociedad burguesa actual se está cometiendo un abordaje ahistórico. La sociedad burguesa corresponde a un sociedad organizada y dominada políticamente por la burguesía. Eso realmente existió hasta el comienzo del siglo XX, cuando el procesamiento de las decisiones colectivas estaba dominado por la burguesía, por cuanto el dominio ideológico y de las instituciones políticas estaba en sus manos, mediante mecanismos apropiados (el más destacado, la democracia censitaria). Pero con la llegada del sufragio universal (y más aun con el sufragio universal completo, con el derecho a voto de las mujeres) esas condiciones se transformaron sustantivamente. La llegada de los grandes partidos obreros socialdemócratas al legislativo, hasta constituir mayorías parlamentarias, y a los ejecutivos de los países (principalmente europeos) supuso la progresiva pérdida de la hegemonía de la burguesía, que tuvo que enfrentar directamente la competencia de intereses en el interior del Estado. Así, se han producido desarrollos nacionales donde la dinámica social respondía mucho mas a una perspectiva socialdemócrata que a una hegemonía burguesa, como ha sucedido por décadas en los países nórdicos. Hablar hoy de sociedad burguesa, en la actual sociedad de masas con sufragio cabalmente universal es simplemente un anacronismo. Es hablar de una sociedad que ciertamente existió en un determinado periodo histórico de la modernidad, pero que no podemos confundir con los retrocesos conservadores de nuestros días.

Una reflexión paralela puede hacerse con la categoría de capitalismo, un termino que refiere más directamente al plano socioeconómico. En su sentido estricto, su origen refiere a las teorías económicas clásicas del siglo XIX, pero con el marxismo también se ha dotado de una precisión en términos de modo de producción, que, también tiene una connotación sociopolítica: se trata de un sistema productivo que arrastra consecuencias sociales, bajo la hegemonía del capital. Si concordamos con los clásicos, capitalismo indica un sistema productivo y con consecuencias sociales dominado por uno de los factores básicos de la producción (capital y trabajo). Una sociedad movida por los intereses del capital es en general capitalista, mientras una sociedad movida por los intereses del trabajo deja de serlo. Eso ha sucedido en la práctica, como ocurrió en la Italia del ultimo tercio del siglo XX, donde la negociación entre capital y trabajo planteo abiertamente la superación de un sistema productivo dirigido por el capital (y así se usó masivamente el termino de postcapitalismo).

La cuestión medular es que eso ha tenido sus momentos nacionales, pero no se ha producido en términos de sistema mundo. Con la última mundialización del capital, la capacidad de regulación del capital ha hecho evidente que no existían instituciones políticas mundiales capaces de representar el conflicto entre capital y trabajo. Sin legislativo ni gobierno mundial, es decir sin instituciones democráticas efectivas a nivel mundial, el capital ordena el modo de producción global, incluso cuando se establece una etapa de competencia hegemónica geopolítica como atravesamos hoy.

Pero no hay que confundir la hegemonía del capital en el modo de producción con los mecanismos de intercambio y producción económicas, como es el mercado. Lo que la socialdemocracia europea descubrió a mediados del siglo XX es que no existe alternativa al mercado como mecanismo de distribución de recursos y que, desde luego, la estatalización de la economía hace buena la idea de que es peor el remedio que la enfermedad. Ante esa evidencia productiva, la gran pregunta fue como usar el mecanismo económico del mercado sin dejarlo en manos del capital. Si ello se lograra se superaría el capitalismo (y entraríamos en un estadio postcapitalista). La única solución posible ante ese dilema es más democracia, mayor capacidad política de regular el mercado y de usarlo como un instrumento técnico, bajo la hegemonía política de la relación equilibrada entre capital y trabajo. Y que eso no solo tenga lugar en contextos nacionales o regionales sino a nivel mundial. Esa es la dificultad fundamental, y mientras eso no se consiga, no hay otra estrategia política que la de humanizar el capitalismo, como hacen o deben hacer los partidos socialdemócratas y por ello hay que juzgarlos.

En este contexto, la diferencia entre socialismo democrático y socialdemocracia me parece producto de una confusión teórica. De hecho, los partidos socialdemócratas del sur de Europa usan ambos términos como sinónimos. La diferencia que se plantea consiste en que el socialismo democrático no quiere humanizar el capitalismo sino superarlo. Pero cuando eso se aterriza, como sucede con el caso del nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Manadani, hay que enfrentar dilemas gruesos que no se resuelven con cantidades de verbosidad ideológica. Mencionaré algunos.

Cuando se habla de superar el capitalismo, ¿se está planteando la supresión del mercado como mecanismo de asignación de recursos, y por qué sería sustituido? ¿Se está planeando la supresión de la propiedad privada y por tanto la eliminación del capital como factor económico fundamental? ¿Se esta planteando una alternativa viable en el plano local, en el nacional o en el global, siempre mediante métodos democráticos?

Ahora bien, si estas preguntas generan respuestas negativas, entonces hay que dejar de hacer distinciones ociosas, entre socialismo democrático y socialdemocracia, y distinguir mejor entre izquierda democrática y no democrática o, por otro lado, entre socialdemocracia coherente y socialdemocracia incoherente. De este modo será posible hacer distinciones sustantivas sin provocar confusiones teóricas. Y una recomendación, el uso de la Inteligencia artificial solo sirve para reflejar el estado de discursos y lenguajes en curso; no hay que pedirle profundidad teórica. Hay que saber usar los instrumentos técnicos para lo que realmente son útiles.

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