Un 11 de Septiembre

(Soñando con un Concilio Planetario)

Conversaciones con mis nietos

En medio del miedo, y la depresión que prevalece irán surgiendo imperceptiblemente atisbos de otra manera de vivir. La esperanza de que el hombre de un gran salto, y vuelva a encarnar los valores trascendentales, los valores del espíritu, y el deseo de convertir la vida en un terruño humano. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.Ernesto Sábato

Arsenio Rodríguez

Estaba yo en Ahmednagar India, donde fui a visitar a Eruch Jessawalla, a quien conocí en 1974, y a quien visité frecuentemente a través de los años, hasta ese 2001 cuando murió, el 31 de octubre. (Eruch durante más de 30 años había sido el intérprete del silencio de Meher Baba.) Al día siguiente recibí una llamada. de que Lolita mi madre y amiga del alma, que tenía entonces 93 años estaba en el hospital. Conseguí llegar, y despedirme de ella, y el día 11 de septiembre del 2001, estaba en el cementerio en el entierro de Lolita quien continuó su trayectoria hacia la consciencia del Ser.

Fue allí donde que me enteré, del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York donde murieron casi 3 mil personas. Y bueno, la historia de siempre del género humano, 160 mil personas murieron, en Hiroshima y Nagasaki cuando se experimentó en vivo con bombas atómicas, 200 mil personas en Irak con los bombardeos para la búsqueda de las armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, 6 millones durante el tiempo de Hitler, y otras tantísimas veces más. En fin. Nosotros el género humano.

Hoy me acordé de mis conversaciones con mi querida madre, en su balcón, cuando la visitaba en Puerto Rico, sobre el progreso o no de la humanidad. Ella me hablaba de la falta de respeto intergeneracional, de la ola de materialismo y codicia. Yo le respondía de avances que se habían logrado en las libertades civiles, y en los derechos humanos universales. Le decía que el mundo ahora era un mejor que cuando ella era joven, porque en ese momento la supresión de los derechos humanos era más generalizada, y los prejuicios raciales, de género y sociales más agudos. Teníamos un debate intenso pero muy amoroso.

Ya no tengo la alegría de estar con mi madre, pero sigo conversando con ella. ¿Estamos progresando como especie humana? ¿Estamos mejor ahora que antes? ¿Cómo medimos el progreso? Hoy, más gente que nunca en la historia, tienen acceso al conocimiento científico a través del Internet, escuelas y comunicaciones globales. Incluso en las regiones más pobres, los teléfonos inteligentes proporcionan una puerta de entrada a la información. Pero este acceso no significa una transformación profunda.

Para la mayoría de los 8 mil millones, el contacto con la ciencia es indirecto, a través de productos (medicamentos, aplicaciones, automóviles, etc.) en lugar de las teorías del conocimiento detrás de ellos. En ese sentido, la modernidad se torna más en un consumir que en un entender la vida. Tenemos más herramientas, pero no necesariamente más disposición para vivir en paz.

Es cierto que casi todas las medidas (esperanza de vida, mortalidad infantil, alfabetización, libertad contra el hambre, reducción de la pobreza extrema), indican que el ser humano promedio está mejor que en siglos anteriores. Dominamos la supervivencia mejor que nunca, pero luchamos con el significado y el sentido de ser. Los siglos XX y XXI dieron lugar a la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), el fin de los imperios coloniales, la prohibición de la esclavitud en todo el mundo y la difusión de la democracia. Y conceptos como genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad ahora tienen un reconocimiento mundial, y existen instituciones como la Corte Internacional de Justicia. Algo inimaginable hace unos siglos.

Pero la aplicación es débil. Las naciones poderosas a actúan fuera de estas normas, y las violaciones (violencia masiva, tortura, limpieza étnica, encarcelamiento político) continúan. Hoy en distintos países del mundo, hay resistencia a los progresos en equidad, igualdad y diversidad basada en nacionalismos, racismo, la desigualdad y la intolerancia religiosa o étnica. Un ejemplo es el Trumpismo en los Estados Unidos. Y las redes sociales a menudo amplifican esta división en lugar de la empatía.

El mundo antes del renacimiento vivía en una gran ignorancia, bajo el dominio de una teocracia política con distintas interpretaciones de Dios dependiendo del hemisferio. A partir del renacimiento y subsiguientemente, los seres humanos “proclamaron su voluntad de dominio y transformación de las cosas” como dijo don Ernesto Sábato.

Pero entonces ellos se volvieron cosas. Eslabones en un mundo materialista de consumo. Y aunque hubo progreso, ahora enfrentamos un consumismo desaforado, amparado en un aparato corporativo, un materialismo científico, y un individualismo egoísta, amparado en el sálvese quien pueda. Seguimos, igual que antes presos del sistema.

La ciencia, nos ha llevado a conocer que todos estamos interconectados entre nosotros y con el universo de una manera íntima, y que como decía el poeta “no se puede perturbar una flor sin molestar a una estrella.” Nuestro próximo reto no van a ser las guerras, esas siempre han sido y cada vez somos mas eficientes, en matarnos el uno al otro. No, nuestra próxima maestra de vida, no va a ser la violencia del hombre entre sí. Va a ser el ignorar lo que ya sabemos con la ciencia: el impacto de nuestra avaricia sobre la naturaleza que nos nutre y nos ampara.

El cambio climático, la perdida de diversidad, los desastres ecológicos lo que nos llevará a recapacitar, nuestra arrogancia y egoísmo. Un asteroide, de esos tantos que vuelan por este universo (que parece ser mucho más amplio que nuestros egos) terminó con la era de los dinosaurios. ¿Será una muy pronosticada tormenta solar la que terminará con las redes de conectividad satelital, esas que mueven principalmente el aparato militar y de consumo del presente? ¿Y el impacto severo del cambio climático, lo que nos forzará a reconocer el limite de nuestra avaricia?

Quien sabe, pero hoy 11 de septiembre, recordando mis conversaciones con mi madre, soy optimista de que lo que sea, será para continuar mejorando nuestro aprendizaje en esta escuela de la vida. Hasta que como decía Teilhard de Chardin “Algún día, después de dominar los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, nos daremos cuenta plena de la energías del Amor, y entonces, por segunda vez en la historia del mundo, el hombre habrá descubierto el fuego”.

Eruch nos llevó un día ver como extraían el azúcar de la caña en la India. Ponían agua a hervir en un caldero gigantesco, sobre una enorme hoguera y le iban añadiendo trozos de caña de azúcar macerados, y luego con palas muy largas, iban retirando la residuos a medida que salían a la superficie y flotaban con la ebullición, dejando los jugos y su alto contenido de azúcar en el agua. Y nos dijo: “Así también se producen los cambios en la gente y en la vida para que salga toda la dulzura de adentro, los desperdicios tienen que salir a la superficie, para que puedan ser desechados.” Pienso que estamos en un cambio civilizatorio mayor que la revolución agrícola. Y recibí una nota del año 2100 como una visión o un sueño que les comparto:

El mundo sobrevivió las crisis de los comienzos del tercer milenio. El neoscurantismo liderado por Trump y otros líderes fue sobrepasado. La inseparabilidad de toda la vida se convirtió en paradigma para la humanidad. Hoy las principales guías para los acuerdos sociales se basan en la cooperación, en vez de la competencia, en una gobernanza distribuida globalmente, en el empoderamiento de la mujer, y en sistemas educativos que valorizan el arte y la música como instrumentos del desarrollo humano sustentable. Es un mundo nuevo la adquisición material y consumista, más allá de las necesidades básicas, ha sido reemplazada por la valoración del patrimonio cultural, la sabiduría espiritual y el bienestar interior. A cada niño que nace se le reconoce el derecho a la educación, la salud, y la consecución de la felicidad según establecido por la Declaración de Bienvenida a la Tierra, adoptada unánimemente en el año 2075, por el Concilio Planetario (la entidad que reemplazó a las Naciones Unidas).

Parece que si se logrará el deseo de Don Ernesto Sábato en su discurso en la Conferencia de Paz en la Paz, de “convertir la vida en un terruño humano.

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