Y el magnánimo señor Trump
Luis Paulino Vargas Solís
Así, tan caritativo como es, siempre solidario con los países pequeños y vulnerables, decretó que esa posibilidad podría devenir realidad, a condición de que se cumplan ciertas condiciones.
Primero, estar “alineados” en materia de seguridad. O sea: obedientes y calladitos.
Dichosamente esa condición ya la cumplimos, y de sobra, puesto que, como es público y notorio, al presidente Chaves le encanta lamerle las botas a Trump. Y no únicamente las botas, solo que, por mi condición de persona pudorosa y recatada, me abstengo de indicar que otras partes del augusto cuerpo trumpiano, reciben los cariñitos del chavista presidente costarricense.
La segunda condición tiene que ver con el intercambio comercial entre Costa Rica y Estados Unidos, o sea, las exportaciones e importaciones de mercancías.
La cosa, para que nos vayamos entendiendo, es que hay varias transnacionales gringas que gozan de la ambrosía que les ofrecen nuestras zonas francas. Eso infla el valor de los envíos de mercancías hacia Estados Unidos, ya que, como es sabido, lo que tan sacrificadas empresas hacen es aprovechar los salarios, relativamente más bajos, de Costa Rica, para producir cosas cuyo destino no es otro, sino el mercado estadounidense.
De donde resulta una prodigiosa consecuencia: el monto monetario total de los bienes que les exportamos excede del monto de lo que les compramos.
Lo cual, dicho según la jerga de los economistas, significa que Costa Rica registra un superávit en sus intercambios comerciales con Estados Unidos.
Cosa que, a su vez, provoca grave malestar al ínclito míster Trump.
La cosa es que, según el ilustrado criterio del erudito presidente estadounidense, esa situación representa “una amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad y para la economía de los Estados Unidos.
Vean ustedes qué poderosos que venimos a ser, al punto que representamos una tan temible “amenaza” para Estados Unidos.
Clarificado que fuere el motivo que incomoda al señor Trump, y si nuestro propósito es –como debe serlo– devolverle la placidez a su sueño, toca, por lo tanto, eliminar ese superávit comercial y convertirlo en un déficit comercial.
Y a fin de alcanzar tan loable objetivo, tres son las posibilidades que tenemos: reducimos las exportaciones, incrementamos las importaciones o una mezcla de ambas cosas.
Pan comido. Facilísimo.
Agradezcamos a la sabia política “chupamedias” de Chaves que la cuestión nos resulte tan propicia y conveniente.
Pero, por favor, no olvidemos que la munificencia de Trump solo alcanza a las exportaciones agropecuarias, básicamente piña, banano y café. No a las manufacturas, y, en particular, no a las manufacturas de zona franca.
Por favor, no seamos buchones. Hay que saber ser agradecidos.
Ahora, que lo de que seamos una “amenaza” para Estados Unidos es toda una simpática sorpresa. Si resulta que, medida por el producto interno bruto monetario, la economía estadounidense multiplica por 315 veces la de Costa Rica, mientras su población es 67 veces la nuestra.
Algo muy poderoso hemos de tener, escondido quién sabe dónde, al punto que, no obstante nuestra pequeñez, somos un “amenaza” para la superpotencia gringa.