Respuesta informe de labores del Presidente Rodrigo Chaves

Rodrigo Arias Sánchez
Presidente Asamblea Legislativa
5 de mayo 2025

Rodrigo Arias

Señoras y señores:

Es evidente que, en esta ocasión estamos aquí, no solamente para escuchar un informe presidencial sobre el Estado de la Nación, sino frente a una obligada reflexión sobre el devenir del país.

Porque, aunque a veces agitada, a ratos evasiva, compleja y controversial, la vida política obliga siempre al rito sagrado de la escucha respetuosa y la respuesta apropiada.

Ahí descansa el secreto de la renovación democrática, que se asienta en el diálogo, para reafirmar una y otra vez la vigencia de ese contrato social que nos une como nación, pero que vive asediado por quienes engañan promoviendo respuestas simples y milagrosas, para problemas sociales complejos.

Hemos escuchado sus palabras, señor presidente, sobre su tercer año de gestión y sobre sus preocupantes ambiciones políticas. También hemos escuchado a diario las voces de un pueblo angustiado.

No parecieran ambos mensajes hermanados en la misma realidad.

Parecieran, más bien, surgir de mundos ajenos, donde la ambición contrasta con el descontento.

Hay disonancia, entre las voces satisfechas de Monterán y el murmullo de desconcierto de Purral.

A pesar de ello, sería mezquino de mi parte, no reconocer que su gobierno ha logrado éxitos en el campo macroeconómico, manteniendo una política fiscal saludable
heredada.

Porque bien es sabido que el balance fiscal es premisa de una inversión social sustentable.

Pero las cuentas públicas pierden todo sentido si se logran en detrimento de las necesidades humanas más básicas.

Las finanzas sanas son medio, no fin en sí mismas.

Mientras que recortes a programas sociales le han generado ahorros para tener resultados contables positivos, atrás quedan olvidados y desatendidos los índices relacionados con las carencias de la población.

Por eso, señor presidente, sus olvidos destilan la indiferencia de un mandatario que prefirió ser mejor contador que gobernante.

Gobernar no es solamente la administración de cifras. Es garantizar derechos, proteger a los más vulnerables y resguardar el Estado de Derecho que permite la convivencia democrática.

Y es allí donde se han evidenciado profundas fallas en su administración.

Uno de los sectores más afectados ha sido precisamente el educativo. Todos sabemos que una educación pública sólida y equitativa es clave para el crecimiento económico, la movilidad social y la paz ciudadana.

En la peor crisis educativa de la historia reciente, este gobierno ha reducido de forma sistemática los recursos destinados a este sector pasando de un 6.3% del PIB en 2021 a 4.9% presupuestado para el 2025.

Los recortes han golpeado especialmente a programas diseñados para retener en el sistema a las y los estudiantes de contextos vulnerables —como los comedores escolares, el transporte estudiantil y las becas Avancemos—.

La llamada «Ruta de la Educación» nunca existió, más que en la mente de la entonces ministra.
Improvisación, discursos sin sustento y una preocupante inacción en un área clave para el desarrollo nacional obligaron a este Parlamento a censurar a la ministra. No por razones ideológicas, sino por su manifiesto incumplimiento del deber.

Una decisión ignorada en una clara muestra de indiferencia y menosprecio al futuro de la infancia de nuestra patria.

En salud, señor presidente, el deterioro también es alarmante. Las listas de espera han pasado de ser inadmisibles a ser insoportables.

Solo por poner un ejemplo, al día de hoy, casi 300 mil costarricenses esperan más de un año para ser valorados por un especialista.

La atención médica no llega, la gente desespera y muere: 5.793 personas han fallecido desde el 2023 esperando para ser atendidas. Esas son más de 7 personas que mueren al día.

A ello debe sumarse el dolor de las madres ante el alarmante repunte de la mortalidad infantil, que en 2024 alcanzó los 10.3 fallecimientos por cada mil nacimientos, una cifra que el país no registraba desde hacía más de dos décadas.

Presidente Chaves, una de las más nobles y legítimas aspiraciones de cualquier persona es tener un techo propio, un hogar donde echar raíces y construir un futuro con dignidad.

Sin embargo, el desempeño de esta administración en materia de vivienda durante sus primeros tres años ha sido profundamente decepcionante.

La entrega de bonos habitacionales, que debería ser una herramienta para reducir desigualdades, se ha visto gravemente rezagada, dejando a miles de costarricenses sin acceso a ese anhelo fundamental.

Lamentablemente, la cifra de viviendas en condición de precario se ha disparado un 44% en apenas un año: un dato que retrata, con crudeza, la indiferencia oficial.

Este incremento no solo refleja abandono social, sino que también genera condiciones propicias para el avance del narcotráfico y el crimen organizado, que se aprovechan de la vulnerabilidad y la falta de oportunidades.

Hoy, miles de familias continúan esperando, con impaciencia, el apoyo del Estado. Esperan que el aumento presupuestario anunciado para este año no quede, una vez más, atrapado en la inercia de la subejecución.

Por otro lado, señor presidente, hace su gobierno alarde de mantener baja la inflación, incluso con cifras negativas, presumiendo números que ocultan una verdad inquietante: aunque el índice general efectivamente ha disminuido, esto ocurre principalmente por la caída en los precios de bienes que favorecen a quienes más tienen—autos nuevos, boletos de avión y combustibles.

Pero en la vida cotidiana de las familias más vulnerables, la realidad es otra: medicamentos esenciales, así como el agua, el transporte público, los alquileres, y los alimentos continúan aumentando inexorablemente.

Estos son los bienes y servicios que marcan la diferencia entre vivir con dignidad o padecer estrecheces. Su promesa de aliviar el costo de vida desde el primer día de su administración ha terminado convertida en una amarga ironía para quienes más apoyo necesitan.

Señor presidente, la inseguridad ciudadana es el principal problema del país. Costa Rica vive una tragedia por el avance de la narcoactividad.

Eso me motivó a propiciar la construcción de una política de Estado en la que concurrieran los tres Poderes de la República.

Creamos una comisión tripartita altamente productiva en la que usted y su gobierno participaron al inicio.

Sin embargo, usted abandonó este foro de forma estridente, manifestando que no tenía ningún interés en continuar y dijo una frase que pasará a la historia por su inaceptable negligencia. Dijo usted: «Si saben contar, no cuenten conmigo».

Avisada quedó toda Costa Rica de que no cuenta con el presidente de la República Rodrigo Chaves, a pesar de que en esta administración se han asesinado a más de dos mil quinientas personas.

Una cifra que no hace más que aumentar. Una cifra fría que esconde la muerte de un niño mientras dormía, y de otro menor asesinado por defender a su madre del homicida. Una cifra tenebrosa que diluye los femicidios que carcomen el alma de la nación. Pero usted dijo: “Si saben contar, no cuenten conmigo.”

Su decisión, no solo fue una retirada institucional: fue una renuncia al deber. Fue cerrar la puerta a una de las pocas mesas donde los costarricenses esperaban que los poderes del Estado se encontraran para construir soluciones.

Por si eso no fuera suficiente, se negó usted a girar los fondos que demandan las fuerzas de orden y seguridad, aprobadas por esta Asamblea, y que no entregó hasta el lamentable asesinato del sub director del OIJ en Guápiles.

Pero usted dijo: “Si saben contar, no cuenten conmigo.”

Usted habrá desistido de su obligación con las y los costarricenses, pero nosotros no. Esta Asamblea ha aprobado casi 40 leyes en materia de seguridad en estos tres años. De ellas, apenas dos han sido propuestas de su Gobierno.

Presidente Chaves, a la tragedia de los hechos, usted ha sumado el desastre de las formas. Diálogo y colaboración, insignias de esta patria de maestros, no de sargentos, fueron sustituidos por confrontación y un irrespeto nunca imaginado.

Puentes institucionales entre el Legislativo y el Ejecutivo, han sido dinamitados por el agravio constante, y son ahora trincheras de enfrentamientos generados desde Casa Presidencial.

Ha dedicado a las y los miembros de esta Asamblea, con extrema delicadeza, una letanía de insultos como por ejemplo: inútiles, mafiosos, chantajistas, banda de corruptos, antipatriotas, desgraciados, malnacidos, burros, mentirosos, desagradables, que rebuznan, vagos, mezquinos, traidores de la patria, ratas, cucarachas, Judas, matrafuleros, loca de Gandoca, zánganos y, como dice usted todos los miércoles, “mejor no sigo.”

Señor presidente, ha emprendido usted una cruzada sistemática y arteramente orquestada contra el andamiaje institucional de nuestra democracia. Ha dirigido sus embates contra la Corte Suprema de Justicia, la Sala Constitucional, el Tribunal Supremo de Elecciones, la Contraloría General de la República, el Ministerio Público, el Organismo de Investigación Judicial y esta Asamblea Legislativa.

Ha extendido sus ataques a los medios de comunicación, a las organizaciones de la sociedad civil y a toda voz que no le rinde pleitesía.

A algunas personas y a estas instituciones, usted las agrede por la sencilla razón de que ellas cumplen con su deber: investigar, como lo establece la ley. Ha intentado sembrar el miedo, silenciar la crítica, desacreditar la verdad.

Señoras y señores:

Confieso que ni en mis momentos de mayor pesimismo llegué a vislumbrar que un solo mandatario fuese capaz de provocar el deprimente estado de la política que vivimos. Tenemos menos seguridad, menos confianza, más problemas desatendidos, más desesperanza.

Esta peligrosa realidad, sumada a la ambición desmedida por el poder -como lo acabamos de escuchar-, me obliga a dar una voz de alerta de que estamos transitando por una ruta hacia el populismo autoritario, es decir, la ruta hacia el sufrimiento.

El populismo sigue un libreto ya conocido, repetido a lo largo del tiempo y las geografías. Lo que inicia con el descrédito sistemático de las instituciones democráticas, la prensa y la intimidación de personas y empresas —adornado con promesas grandilocuentes y soluciones milagrosas— termina, inevitablemente, en la concentración absoluta del poder, el auge de la corrupción, la persecución de las voces disidentes y el despojo de la libertad.

La amenaza real de perder nuestra democracia nos obliga a despertar de esa modorra conformista en la que se había ido diluyendo nuestro sentido de urgencia.

Los tiempos en que vivimos nos exigen unidad por encima de las legítimas divergencias político-partidistas.

El deber que se nos presenta es claro: anteponer la defensa de la democracia como la causa común de todas y todos los costarricenses.

No se trata de abandonar nuestras respectivas visiones de mundo, sino de comprender que sin democracia no hay proyecto posible, ni derechos garantizados, ni futuro que construir.

Podemos debatir el rumbo, pero nunca ceder ante quienes buscan destruir el camino que nos permite decidirlo en conjunto.

He hablado con franqueza. Ahora hablo con esperanza.

Porque creo en la capacidad de este pueblo de levantarse cuando todo parece oscurecer. Creo en la fuerza serena de la ciudadanía que no se deja engañar, que no cede al ruido ni al miedo, y que sabe unirse cuando está en juego lo esencial.

La democracia costarricense ha resistido embates antes, y volverá a hacerlo, si cada uno de nosotros asume su parte en la defensa de lo que nos une.

Aún estamos a tiempo de cambiar el curso de nuestro destino. Nuestra patria es testimonio de luchas superadas y de sueños que no se rinden. Y así será una vez más. Hoy apelo a cada costarricense, como lo dijera Guillermo Mayer en sus versos:

No te rindas, por favor no cedas (…)
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.

No nos rendiremos y no cederemos ante el espejismo del autoritarismo. Mientras siga existiendo fuego en el alma y sueños que alcanzar, defenderemos lo que somos y no renunciaremos jamás a lo que, en conjunto, como nación, podemos llegar a ser.

Señor presidente, nos queda un año de trabajo. Construyamos, no polaricemos. Resolvamos, no acusemos. Solucionemos, no dividamos. Es lo que el pueblo espera, y merece, de nosotros.

Muchas gracias.

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