Por Verena Schmitt-Roschmann (dpa)

Berlín, 1 may (dpa) – El 8 de mayo de 1945, el mariscal de campo y compandante en jefe del Ejército germano Wilhelm Keitel firmó, junto a los jefes de la Fuerza Aérea y la Marina, la capitulación de Alemania, que puso punto final al régimen nazi.
Los generales aliados festejaron el fin de seis años de guerra de agresión que supuso la muerte de millones de personas y también a doce años de dictadura nazi que mató a millones de judíos y personas de etnia gitana.
Atrás quedaron la opresión a la población y el terror ideológico contra cualquier tipo de crítica y la supervivencia al contraataque de los aliados, que pusieron de rodillas al régimen nazi, se liberó de este a la propia Alemania y ofreció al país un nuevo comienzo.
Ochenta años después, la respuesta aún no está clara para muchos en Alemania. El instituto demoscópico Yougov, en una reciente encuesta representativa, reveló que el 45 % de los alemanes considera que el 8 de mayo de 1945 fue una liberación, mientras que el 15 % lo ve más como una derrota. Para el 27 %, la fecha representa ambas cosas.
Solo unas pocas personas vivieron realmente el fin de la guerra como una liberación, explica Anna Kaminsky, directora de la Fundación para la Investigación de la Dictadura del SED, el Partido Comunista de Alemania Oriental.
Entre ellos, los supervivientes de los campos de concentración, los millones de prisioneros de guerra y trabajadores forzados deportados a Alemania y los oponentes convencidos al nazismo. «Para la mayoría de los alemanes, el 8 de mayo significó colapso, derrota y un futuro incierto», comenta Kaminsky.
A ello se añadieron la destrucción y el miedo a la venganza de los vencedores. Los bombarderos aliados lanzaron 100.000 toneladas de explosivos solo sobre Berlín en más de 360 ataques. Y 14 millones de alemanes se vieron desplazados o tuvieron que huir de sus casas.
«La lucha diaria por la supervivencia, la preocupación por los familiares, por el techo y la comida, dejaban poco tiempo para reflexionar sobre las causas de la guerra perdida, sobre su comienzo, sobre la continua aprobación que confirmó la dictadura de Hitler hasta el final», dijo el historiador berlinés Wolfgang Benz en una conferencia hace unos días.
«Cuando terminó la guerra, tenía 22 años y solo había vivido cosas terribles. Y desde entonces quise vivir», declaró Anneliese Leinemann, de Bremen, al «Zeitzeugenportal», un portal de testimonios contemporáneos.
Durante ocho décadas, hubo un zigzag entre la memoria y el olvido y la represión. En 1949, Theodor Heuss, poco antes de su elección como primer presidente de Alemania Occidental, dijo que el 8 de mayo era una «paradoja»: «Fuimos redimidos y destruidos al mismo tiempo».
Pero no fue hasta 1985 cuando el presidente Richard von Weizsäcker dejó claro el mensaje: «El 8 de mayo fue un día de liberación».
Sin embargo, no todos mostraron total convencimiento. En 1987, al entonces líder de la Unión Social Cristiana bávara (CSU), Franz-Josef Strauss, se le atribuyen estas palabras: «Somos una nación normal, capaz y eficiente que ha tenido la desgracia de tener dos malos políticos al mando de nuestro país».
Y la declaración: «No queremos vivir permanentemente bajo la sombra de Hitler y sus crímenes».
En 2017, el político ultraderechista Björn Höcke pidió un «giro de 180 grados en la política de memoria». En 2018, su compañero en el partido Alternativa para Alemania (AfD), Alexander Gauland, dijo: «Hitler y los nazis son solo un excremento de pájaro en nuestros más de mil años de historia».
El historiador Benz, nacido en 1941, pinta un escenario sombrío: la certeza de que la derrota y el fracaso del régimen nazi allanaron el camino hacia la democracia «está hoy más en peligro que nunca».
En el momento del discurso de Weizsäcker, era inimaginable que un partido como la AfD tuviera el 20 % de los escaños del Parlamento alemán (Bundestag) y los utilizara para negar hechos históricos, propagar el nacionalismo étnico y predicar la exclusión y el odio hacia los extranjeros.
El también historiador Christoph Meissner, del Museo Karlshorst de Berlín, lugar histórico de la rendición alemana en 1945, ve el 80 aniversario como una oportunidad para plantear preguntas: «El gran inconveniente es que nunca ha habido un debate intenso sobre este tema en toda la sociedad».
Weizsäcker y otros introdujeron la palabra liberación. ¿Pero quién se sintió liberado? ¿De qué? ¿Por quién? «¿Qué tipo de historia queremos contar sobre este 8 de mayo?», cuestionó Meissner.
Desde su punto de vista, lo mismo se aplica a la frase «nunca más», que significa algo diferente para cada persona: «¿Nunca más el Holocausto? ¿Nunca más la guerra? ¿Nunca más fascismo, nunca más nacionalsocialismo, nunca más dictadura?».