Níger: El fortalecimiento del terrorismo

Guadi Calvo

Línea Internacional

El pasado sábado veintidós de marzo, cerca de cincuenta personas murieron y quince quedaron heridas tras el ataque terrorista a una mezquita en la región de Tillabery, el suroeste de Níger, próxima a la región triple fronteriza que forman, además de Níger, Burkina Faso y Mali. Desde hace más de una década, núcleo de la actividad terrorista de una insurgencia fundamentalista en África occidental. La que desde hace algunos años se extiende por algunos países del Golfo de Guinea, como Togo y Ghana.

Este último ataque se registró en Fombita, una aldea de la comuna rural de Kokorou a unos diez kilómetros al oeste de Méhana, que, con una población cercana a las cuarenta mil almas, sobre las orillas del río Níger, es el centro urbano más importante del área.

Según los testigos, los insurgentes, que se movilizaban en varios vehículos y motos, rodearon el edificio y comenzaron a abrir fuego contra los fieles, que participaban de la salat de Duhr (la oración del mediodía), por lo general la más concurrida. El ataque coincide con el desarrollo del Ramadán, la principal celebración de la liturgia musulmana. Que este año comenzó el último día de febrero y finaliza el próximo treinta de marzo.

A varios días de realizado, los responsables del hecho todavía no lo han reivindicado. Testigos acusan a la franquicia del Daesh, en la región del Sahel, conocida como Estado Islámico Sahel, antes conocido como Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS). La khatiba responsable del ataque, antes de abandonar el lugar, incendiaron un mercado y varias viviendas.

Se conoce que las Fuerzas de Defensa y Seguridad (FDS) nigerinas han realizado varias batidas en la zona, sin que las autoridades hayan informado sus resultados.

En la última década, la región de Tillabery, al igual que extensas áreas de Mali y Burkina Faso, sufren constantes ataques de khatibas promocionadas tanto por el Daesh, como por al-Qaeda en este último caso opera bajo las banderas del Jama’at Nasr al-Islām wal Muslimīn (JNIM) (Grupo de apoyo al islām y los musulmanes) concentrado sus ataques indiscriminadamente contra aldeas, escuelas, mezquitas, mercados y unidades militares y caravanas tanto de comerciantes como de peregrinos a distintos santuarios.

El ataque es una respuesta a las recientes operaciones del ejército de Níger, donde fueron eliminados más de un centenar de terroristas en operaciones realizadas entre los días dieciséis y diecinueve de este mes. La primera se ejecutó en una explotación clandestina de oro, en la región de Kiral (Tillabery). Donde, a pesar de la supremacía aérea de las fuerzas nigerinas, que fueron acompañadas por la aviación burkinesa. Los terroristas presentaron una fuerte resistencia después de haber sido asistidos por una columna de más de cien motociclistas, que llegaron en mitad de los combates.

En su repliegue, los muyahidines intentaron escapar hacia Burkina Faso, pero continuaron siendo perseguidos por aviones y helicópteros artillados, dejando un rastro de cadáveres a medida que se alejaban del núcleo de la batalla.

A los takfiristas se les fue incautado parte del arsenal con que se movilizaban: lanzacohetes RPG, fusiles AK-47, granadas, radios de comunicación, además de unas quince motos. El combate le costó la vida a una docena de regulares, mientras que siete fueron heridos.

Entre la noche del dieciséis y la madrugada del diecisiete, una khatiba compuesta por unos trescientos militantes del grupo Boko Haram, provenientes de Nigeria, que se movilizaban en motocicletas y varias camionetas cuatro por cuatro, atacaron el puesto militar de Chétima Wangou, en la región de Diffa, en el sureste de Níger.

El ataque comenzó con la detonación de varios coches bomba, conducidos por shahid (suicidas), que intentaron abrir las defensas del Ejército. La operación que fue rápidamente contenida, gracias al ágil movimiento de los regulares, permitió neutralizar a más de cincuenta muyahidines, destruir vehículos e incautar armamento tras su retirada.

Durante el replique de los integristas, otra vez la aviación inició una persecución, consiguiendo anular una columna de aproximadamente treinta motociclistas. La operación fue terminada por la tropa terrestre que consiguió aniquilar a los milicianos que se habrían reagrupado en torno a varias viviendas. En esta última operación, cuatro efectivos regulares murieron. Según el informe del Centro Integrado de Coordinación de Operaciones (CICO), que forma parte del Servicio Central de Lucha contra el Terrorismo y la Delincuencia Organizada Transnacional, del gobierno de Níger.

La centralidad del terror

Entre todas las lacras que carga el continente africano, como marcas indelebles de siglos de feroz colonialismo, proceso que, para muchas naciones, no ha terminado, tomado otras formas, concentradas en la explotación de recursos naturales y posesiones geoestratégicas, se le debe sumar desde la última década del siglo veinte, la presencia cada vez más activa del terrorismo wahabita, que cuenta con los infinitos recursos de las monarquías del Golfo Pérsico, que han sido habilitadas por las grandes para esas transferencias de recursos por las potencias occidentales.

El resultado de esto es que, en la actualidad, prácticamente no queda región del continente donde no exista la presencia activa de algunas de las organizaciones tributarias del Daesh o al-Qaeda.

Bajos distintos nombres en el Magreb, el Sahel, el Cuerno de África, África Oriental y África Occidental, e incluso en el centro del continente como es en la región oriental de la República Democrática del Congo, donde además de la guerra abierta que hoy libra en las provincias de Kivu del Norte, del Sur, Beni e Ituri, entre el ejército de la RDC y el Movimiento 23 de Marzo (M-23), con el apoyo de Rwanda, en esas mismas áreas opera las Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA) activas desde 1995 y que a partir de 2013, tras una cabriola ideológica, se reconvirtieron en un brazo más del Daesh en el continente, siendo el principal protagonista de la insurgencia en el este congoleño hasta que fue eclipsado por la irrupción del M-23, apenas unos meses atrás.

La actividad del takfirismo en el continente, utilizando la porosidad de sus fronteras, la labilidad de sus fuerzas de seguridad y las rivalidades étnicas, tribales y religiosas en la eterna tensión entre pastores y agricultores, encuentra el terreno más feraz, no solo para su expansión, sino también para el reclutamiento de jóvenes, que no tienen otro destino que ingresar a alguna khatiba, cuyos beneficios son muchos: buena paga, uniformes y hasta vehículos o embarcarse en la incierta aventura de migrar.

Este campo cada vez más fértil está generando que cada día sus patrocinadores deriven más recursos para la actividad de estos grupos.

Por lo que en la actualidad el Daesh, con su reciente desembarco en Somalia, hasta ahora territorio exclusivo de al-Shabbab, una de las principales factorías de al-Qaeda en el continente.

El Daesh mantiene actividad constante en Nigeria (Boko Haram y Provincia de África Occidental o ISWAP), Camerún (Boko Haram), la República Democrática del Congo (RDC) (las mencionadas FDA), Burkina Faso, Mali y Níger, donde operan ambas ramas del terrorismo wahabita y la Provincia de África Central (ISCAP), cuya presencia se extiende con diferentes nombres en Burundi, Uganda y Mozambique, principalmente.

Según algunos estudios, cerca del noventa por ciento de todas sus operaciones suceden en el continente africano; una clara muestra de esto es la información de que solo desde el seis al trece de marzo, el Daesh ejecutó en África veinticinco de los veintiocho ataques a nivel global.

El Daesh está inmerso en una campaña para alentar a sus muyahidines de Siria e Irak a una hégira (migración) a África, a donde están llegando particularmente a Somalia.

En la creciente crisis de inseguridad del continente no se puede dejar de apuntar la decisión de Burkina Faso, Chad, Costa de Marfil, Guinea-Conakri, Mali y Níger de haber decidido expulsar la presencia militar, en algunos casos incluso económica, de Francia y los Estados Unidos, que podría precipitar a otras naciones a imitarlos.

La Confederación de Estados del Sahel, formada en 2023 por Burkina Faso, Malí y Níger, no es solo una alianza militar, sino que ya está derivando a acuerdos económicos que podría tentar a otras naciones a incorporarse, al tiempo que Rusia, China e incluso Irán están ganando cada vez mayor preponderancia en el ese sector, aunque también en el resto de continente, cambios que sobre todo Washington, y la cada vez más repudiada Francia, no van a permitir tan sencillamente, de ahí la anuncia a que lleguen cada vez con más fluidez, recursos para el terrorismo, siempre tan convergente a los intereses de occidente.

Línea Internacional

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