Conversaciones con mis nietos
Necesitamos una nueva forma de experimentar el mundo y los unos a los otros.
Arsenio Rodríguez
Y hablamos de todas las opiniones que llevamos cada uno sobre todo, y de ahí pasamos a hablar sobre el juego político actual, el consumismo, el egoísmo desenfrenado, las luchas de poder la humanidad y la inhumanidad. Y el momento actual. Y por alguna razón nos dimos cuenta de que todo era un teatro.
La obra de teatro que se presenta, en un escenario infinito y espectacular como la salida del sol. El juego que todos jugamos a ser, sin saber lo que somos. De acuerdo con la mitología hindú, el universo, el cosmos es el lila, un pasatiempo espontáneo del Ser, que no tiene otro propósito que el de experimentar alegría, a través de un juego a las escondidas consigo mismo. El universo es el teatro principal donde se presenta la obra de la búsqueda de la consciencia del Ser.
La historia de la humanidad desde sus inicios salvajes y tribales, de cazador- recolector (hace 2 millones de años) el devenir de la agricultura (12 a 15 mil años) y la revolución industrial (200-300 años), es sobre la organización de las relaciones de unos con otros. La ordenación de tribus, de los conglomerados sociales urbanos surgidos de la revolución agrícola; y del entretejido comunicacional y corporativo global, a partir la revolución industrial y postindustrial; conllevó y conlleva la organización política para articular los procesos productivos, el quehacer colectivo y satisfacer necesidades de participación, actuación, de defendernos ante los miedos, de consumir, recibir aplausos, y satisfacer el ansia de poder. Cosas a las cuales somos tan susceptibles los seres humanos.
Desde la antigüedad el teatro desempeñaba un papel fundamental en asuntos políticos, sociales y religiosos. Los dramas de la antigua Grecia y Roma, por ejemplo, a menudo revelaban las complejas luchas de poder político, conflictos familiares y jerarquías sociales, y servían como medio para comunicar comentarios políticos y sociales a una amplia audiencia. Del mismo modo, en la Europa medieval, la Iglesia utilizó el teatro como medio para educar al público y propagar la doctrina religiosa. El arte del teatro consiste no en presentar algo que sea la verdad, sino en manipular la atención de la audiencia, para hacer verosímil lo que se quiere comunicar.
La conexión entre actor, público y la actuación es lo que hace que el teatro sea poderoso como instrumento político. Si el público se involucra plenamente con la actuación, es porque está dispuesto a aceptar la realidad presentada en el escenario. La manipulación es el medio por el cual se logra que una persona haga algo que inicialmente no estaba dispuesta a hacer. Como tal, es una importante forma de poder.
La manipulación es una herramienta útil para los autócratas. Los desarrollos de finales del siglo XX y XXI en la psicología, ciencias sociales e informática, y cambios en el panorama de los medios de comunicación, hacen que la manipulación sea más frecuente y efectiva.
Los líderes aprovechan mecanismos psicológicos existentes para cultivar un grupo devoto de seguidores independientemente del contenido político real. La eficacia de la propaganda radica en su capacidad para apelar a la emoción más que a la lógica.
Al aprovechar los temores, esperanzas y ansiedades de la población, la propaganda puede movilizar a las personas para que actúen de manera irracional. El culto a la personalidad es una técnica utilizada para elevar a un líder a un estatus casi divino. La propaganda que rodea a un líder carismático a menudo lo retrata como infalible, salvador de la nación y la encarnación de sus ideales.
La propaganda no sólo moldea la opinión pública inmediata, sino que también altera la memoria histórica y la identidad nacional. La versión estatal de la historia se convierte en la única narrativa aceptable, suprimiendo los puntos de vista alternativos y las voces disidentes, remodelando la identidad nacional y la memoria colectiva, a medida que la gente llega a aceptar la narrativa oficial como verdad.
La histeria colectiva a menudo surge en momentos de mayor incertidumbre y tensión, como los que estamos experimentando hoy. Cuestiones complejas y apremiantes como el cambio climático, las tensiones geopolíticas (por ejemplo, en torno a Estados Unidos, Europa y China), la amenaza de guerra y la inestabilidad económica crean un terreno fértil para el miedo colectivo. La histeria colectiva desempeña un papel social específico en este proceso: ofrece un mecanismo para hacer más concretos los miedos e incertidumbres vagos e intangibles, vinculándolos a una amenaza reconocible. El caso de las migraciones masivas por ejemplo.
Hoy en día, la manipulación de la opinión pública mediante las redes sociales es una amenaza creciente para las democracias de todo el mundo, según una encuesta de manipulación de medios realizada recientemente por el Instituto de Internet de Oxford. Este encontró que en más de 80 países la manipulación de la opinión pública en redes sociales es una amenaza creciente para las democracias de todo el mundo. La desinformación se ha profesionalizado y ahora se produce a escala industrial.
El nivel de manipulación de las redes sociales se ha disparado. Los gobiernos y los partidos políticos gastan millones en «tropas cibernéticas» del sector privado, que ahogan otras voces en las redes sociales. Estos llamados influenciadores de redes sociales son utilizados para difundir mensajes manipulados, y utilizan recursos de voluntarios, grupos juveniles y organizaciones de la sociedad civil, que apoyan sus ideologías.
Vivimos en una era, donde los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública, que las apelaciones a la emoción y la creencia personal. El discurso político no solo es indiferente a la verdad, sino que también no está dispuesto a negociación con perspectivas opuestas.
Como sociedad, hemos externalizado colectivamente nuestra capacidad de discernir la verdad y nos hemos encerrado en burbujas mediáticas de autoafirmación. No hay una realidad compartida en la que podamos coexistir y formarnos opiniones. La manipulación política moderna siembra confusión, sofoca la discusión y detiene el debate. Los políticos ya no se esfuerzan por encontrar argumentos racionales basados en hechos, sino que se centran en monopolizar la atención de la audiencia.
Así que ahora la exageración del trumpismo, por ejemplo, la explosión del ultranacionalismo, la amenaza de los inmigrantes que comen mascotas, la guerra contra la diversidad, la igualdad y la inclusión, y todo lo demás, son instrumentos de generación de histeria colectiva bien presentados en el escenario informático de un enorme teatro ofrecido por la tecnología moderna. Se aprovechan de los miedos e incertidumbre de los cambios de los tiempos del tercer milenio, y los consolidan. A muchos les gusta, porque vibra con sus propias frustraciones o porque les gustan las payasadas, los puños, el escenario, el entretenimiento, y se unen como un público que vitorea el espectáculo.
Mientras tanto el sol amanece esplendoroso todos los días….