Sin Trump, pero sin fe en Harris

La paradoja de Cambridge

Allen Pérez S.

Paradoja

Voté en Cambridge, una ciudad donde Trump apenas alcanzó el 8,56% de los votos, mientras que Kamala Harris, con la resignación de muchos, obtuvo un 87,58%. El resto se inclinó principalmente por los Verdes y los Socialistas. Sin embargo, la paradoja es innegable: a pesar del profundo rechazo que generó la administración Biden-Harris, este bastión progresista terminó siendo su mayor apoyo en Massachusetts.

La mayoría votó por los demócratas sin convicción, atrapada entre el genocidio en Gaza, la guerra proxy en Ucrania y la sumisión de Biden-Harris a la plutocracia, en especial a Silicon Valley, cuyos magnates, sintiendo el cambio de vientos, ahora buscan nuevos refugios políticos. Pero, sobre todo, fue un voto contra el republicano. El desencanto es evidente. El partido Demócrata es una fruta amarga. Clinton, Obama y Biden -enarbolando un neoliberalismo salvaje- hicieron posible el fenómeno llamado Trump.

El electorado demócrata se fractura en tres grupos: quienes defienden a Harris sin cuestionamientos, los críticos que exigen responsabilidad y autocrítica, cada vez más desafectos del liderazgo tradicional (Obama, Clinton, Pelosi, etc.), y aquellos que han agotado toda confianza en el Partido Demócrata y buscan alternativas radicales hacia la izquierda. Este último grupo, lejos de ser una minoría marginal, está en pleno crecimiento y encuentra en Cambridge un terreno fértil para su expansión.

Las cifras lo demuestran. En 2025, el Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL) y el Partido Verde obtuvieron en Cambridge un porcentaje de votos considerablemente más alto que en otras partes del estado, reflejando un voto protesta que ya no es simbólico, sino estratégico. Pero el cambio no se limita a las urnas: se percibe en las calles, en los sindicatos, en las universidades y en el debate político local.

El auge del movimiento pro-Palestina es un ejemplo claro. Cambridge ha sido un epicentro de protestas contra la postura de Biden-Harris en Gaza, con manifestaciones multitudinarias organizadas por Jewish Voice for Peace, Democratic Socialists of America (DSA), el PSL y colectivos estudiantiles de Harvard y MIT. Estos grupos han ejercido una presión constante sobre el ayuntamiento y los representantes locales, obligándolos a posicionarse y marcando un claro distanciamiento con la línea oficial del Partido Demócrata.

El sindicalismo también está en ascenso. En los últimos años, la ola de organización laboral ha llegado con fuerza a sectores clave de Cambridge, desde profesores y trabajadores de Harvard y MIT hasta empleados del sector tecnológico. Organizaciones como Boston DSA han visto crecer su base, promoviendo una agenda que desafía el control corporativo y plantea la necesidad de una economía más equitativa y democrática.

Incluso en el terreno electoral, nuevas candidaturas han empezado a desafiar el «establishment» demócrata desde la izquierda. Movimientos como Our Revolution Massachusetts y Massachusetts Peace Action han impulsado campañas centradas en el control de alquileres, la desfinanciación de la policía y una justicia climática y económica más radical. El Partido Demócrata ya no puede ignorar esta fractura interna: el ala progresista no solo exige cambios, sino que está dispuesta a actuar fuera de la estructura tradicional para lograrlos.

Cambridge no es solo un reflejo del descontento, es un laboratorio de lo que podría venir. En esta ciudad, donde el pensamiento crítico siempre ha sido una insignia, la transformación ya no es un anhelo lejano, sino un proceso en marcha. Los mismos votantes que, con narices tapadas, sostuvieron a Harris, podrían ser los que impulsen una tercera fuerza socialista con vocación de poder.

Pero el descontento no basta. Si la intención es romper con la estructura corporativa que define al Partido Demócrata, la mejor defensa y ataque es movilizar a su base desde una izquierda radical y anticapitalista. No es suficiente con la protesta aislada o la resignación en las urnas: el verdadero cambio requiere organización, presencia y una alternativa creíble que pueda disputar el poder.

El colapso del bipartidismo no es una idea abstracta cuando la confianza en el Partido Demócrata se erosiona desde dentro y las alternativas a su izquierda dejan de ser testimoniales para convertirse en fuerzas reales. Los cimientos están temblando. Cambridge es solo un adelanto de la fractura que, tarde o temprano, redefinirá el panorama político del país.

El cambio ya comenzó. La pregunta no es si llegará, sino cuán rápido y hasta dónde.

Cambridge, enero de 2025

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