Conversaciones con mis nietos
Aquel día, cuando el amor sopló en vendaval, los brazos largos se alargaron aún más, para abrazar y el espacio se hizo nada, y la nada se volvió todo. Las miradas entonces se miraron risueñas, y se lavaron las manos en caricias. Los besos se buscaron en labios, las topografías en cuerpos, y se acoplaron en coplas perfectas. Y cantaron los ángeles, aquel día, cuando nació en la vida, el amor, que le da sentido a la vida.
Arsenio Rodríguez
¿Y qué sabemos del amor? Que cae torrencial como lluvia inesperada y hace crecer jardines. Que ilumina el cielo como relámpago y nos pulveriza en ceniza, en un santiamén. O que nos hace pobres en plenitud y nos llena de sed los labios secos, con besos áridos de manantial de cielo.Que a veces nos hace llorar ante su distancia, y, sin embargo, cada legua de lejanía alimenta su anhelo. ¿Cómo se puede saber sobre algo, que aparece de repente, incontrolable, sin importarle las apariencias, la propiedad, ni la auto estima?
¿Qué partículas u ondas lo definen? ¿Qué órganos contienen sus alícuotas? ¿Qué redes de tiempo confinan a este aspecto elusivo de la existencia, que es siempre público, siempre íntimo, al que llamamos amor, por hacer sonido, y que llena nuestras vidas de sentido?
Poetas y eruditos lo han descrito, amantes y mártires por él han sido consumidos. Mujeres y hombres, criaturas y cosas cantan la canción de la cohesión y la separación, de la atracción y la repulsión, de los eternos cambios de estación.
Eso sí, ciertamente el amor yace más allá de la imaginación y la razón, esas dos niñas de la consciencia, a quienes hemos dado rienda suelta para interpretar nuestra existencia. Más allá de definiciones y visiones, yace esta especie, que sazona todos los sabores, que juega con los corazones, que confunde los sentidos y nos hace inmensamente felices, tristes y dementes al mismo tiempo. ¡Y además de repente!
Los efectos secundarios de esta substancia, secretada en secreto por el universo, van fluyendo de las heridas de nuestra perplejidad, presentándose en óperas y bendiciones. Bienaventurada es la adicción a este don indefinido, que nos trae dicha, eternidad y sufrimiento. Todo al mismo tiempo.
¿Pero que podemos saber nosotros del amor si lo hablamos tanto? Como cotorras lo reverberamos constantemente, en novelas, poemas, conferencias, sermones, uniones, besos, romances, y arrebatos de alegría y melancolía sin fin. Mientras, el amor cae como lluvia torrencial inesperada y todo crece entonces en el jardín. Crecimiento que es la sangre de la tierra. Y es por estos surcos de carne herida y abierta de donde surge la vida.
Las gasas de la Nada presentían sin presentimiento (porque aún no existían sentimientos), aquel momento sin tiempo, donde estuvo desde siempre programado en un nunca, el concierto sinfín del Amor.
Y sin afinaciones previas, pues aún no había instrumentos, ni partituras, ni músicos, ni audiencia; sólo aquella latencia, de un inexplicable capricho de saber y amar, en aquel vacío de vacíos eternos y siempre plenos.
Entonces en aquel tremebundo y obscuro silencio, porque aún no había oscuridad ni sigilo, irrumpió inaudita la sinfonía que nadie escuchó, pues aún no había sentidos. Nadie nunca supo del llanto de aquel primer alumbramiento, del vientre infinito en punto infinitesimal, que rasgó las entrañas de la Nada en aquel concierto primordial.
Pero qué de maravillas aceleradas en partículas, se vaciaron desde ningún sitio, creando su propio espacio donde sólo había posibilidad, definiéndose en trazos de velocidad, y estelas de alegría, las primeras notas de la sinfonía. Algunas tropezaron en besos cuánticos apasionados y se unieron de la mano creando los elementos, y otras siguieron su camino solitario en libertad, rebotando solas.
Las congregadas, enredaron sus gasas transparentes en cópulas salvajes intergalácticas y encendieron la luz, criatura del amor en aquella oscuridad. Y ésta, alumbrándose fosforescente como relámpago permanente, se derramó en puntos de estrella para asomarse y ser vista, aun cuando ya no era.
Y se alumbró, el ahora inmenso espacio-teatro y prosiguió sinfín la sinfonía. Iluminados los besos cuánticos. Las cópulas interestelares fueron engendrando constelaciones moleculares, que dieron paso a la irritabilidad, la sensibilidad y la percepción; -a la vida.
Ahora el concierto había creado audiencia, que además reproducía de manera única la canción en cada glóbulo fugaz, música en ecos originales, que multiplicaban la maravilla improvisada del concierto del universo.
La luz, procreada por la oscuridad nacida de la Nada, tenía ahora ojos para verse en color, oídos para escucharse en melodía, olfato para aspirarse en rosas, paladar para saborearse en vino y tacto para acariciarse en ternura, y besarse en labios enamorados; continuando, en explosión continuamente nueva e infinita, la improvisación de la sinfonía sinfín del concierto de Universo; sueño, y espejismo de Si Misma que confirma el Amor que Siempre Es.
El universo en expansión se entrelazó en formas por donde a sí mismo se miraba. Se acercó para sentirse, como el agua siente al mar y se vierte, se adentra, se abraza, se acaricia, como la luz acaricia a las plantas y genera nuevas energías, en poesía, en recuerdo.
Nuevas canciones de posibilidad. Nuevas formas en el espacio, nuevas transformaciones en la vida. Sí, celebremos las rutas sagradas del amor, cuando se dan las circunstancias de amar y ser amado.
Los corazones se abren en mil latidos, acelerados por la fusión de ternuras en volcanes y llanuras, de la serenidad y locura del amor. En momentos enamorados, donde dos tratan de ser uno en esa búsqueda incesante de ser.
¿Y dónde se guardan ahora los embelesos del amor? Los suspiros, las caricias, las miradas, las voces tenues, los descubrimientos. ¿En qué libro se registra esta historia? ¿En qué museo se archivan los monumentos que nacieron del encuentro del amor?
El universo en expansión se entrelaza en formas por donde a sí mismo se mira. Se acerca porque se siente, como el agua siente al mar y se vierte, se adentra, se abraza, se acaricia, como la luz acaricia a las plantas y genera nuevas energías, en poesía, y en recuerdo. Nuevas canciones de posibilidad. Nuevas formas en el espacio, nuevas transformaciones en la vida. Sí, celebremos las rutas sagradas del amor, cuando se dan las circunstancias de amar y ser amado.
Despertemos de este viaje de creencias e ilusiones, de pareceres que, como celajes, se desvanecen inciertos entre los vivos y muertos. En esta procesión instantánea, pero larga, como los linderos del firmamento. Despertemos a este amor solo e indescriptible, sobre el que tanto se discute y se escribe, que se llora, que se canta, que se vive en esta Vida. En este lamento maravilloso de la dicha, en este valle de lágrimas y risas, que irriga las praderas florecidas del universo y sostiene la naturaleza de amar de la Realidad.