Pablo Rodríguez O.
Mr. Donald Trump vuelve a la Presidencia de los Estados Unidos. Lo que sucede en una de nuestras sociedades se transmite con rapidez a las demás, no se diga si hablamos de la locomotora del hemisferio occidental. No nos engañemos, Mr. Trump vuelve rodeado de figuras poco entusiastas de las tradiciones democráticas de los Estados Unidos y el resto del mundo atiende con inquietud.Hace nada se nos predicaba el multilateralismo comercial (cerrando un ojo al proteccionismo descarado a la agricultura en Europa y en los Estados Unidos, por ejemplo, o a la panoplia de medidas no arancelarias en manos de los poderosos), la revitalización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el sometimiento a las reglas del orden internacional. Hoy el multilateralismo comercial es cosa de ayer con la Organización Mundial del Comercio pintada en la pared y los aranceles y contra aranceles proliferando, el Consejo de Seguridad está paralizado y el desorden internacional no sabemos hacia dónde va.
Volvamos por un momento al fin de la guerra fría.
¿Se inauguraba a principios de los noventa el Siglo de los Estados Unidos -la escena, al fin, para un solo actor, aunque el coro fuera multitudinario-?
Así parecía. Terminaba -no sin impulso de Gorvachov, que cierta amnesia occidental a veces desdeña- el protagonismo de los soviéticos y los Estados Unidos. El Tío Sam era el heredero único en la escena mundial. La Federación de Rusia no tenía tiempo para complicaciones internacionales, sumergida en una transición caótica a una predatoria privatización, por cierto ignorada por Occidente, y la China en ese entonces era una potencia menor aunque su creciente riqueza y población darían una sorpresa.
La primera parte del siglo XX había visto el ascenso mundial de los Estados Unidos, que compartían el mando con los que el suicidio de dos guerras mundiales tornaría en ex imperialismos europeos. Pasada la segunda guerra, tuvimos una cincuentena bipolar, en el sentido psiquiátrico también porque son humanos muy humanos quienes mangonean las políticas exteriores, y llegados los años noventa parecía el comienzo de un siglo democrático liberal.
Al finalizar la guerra fría nos habíamos apresurado a llamar Siglo Americano a lo que quedó con mucho en un par de décadas. Hoy la unipolaridad se esfuma; los Estados Unidos, China y la Federación Rusa (en este orden descendiente) se desviven por ser el polo más fuerte y los peligros de la violencia parecen más agudos que durante la bipolaridad soviético-americana.
Los negocios de las armas coaligados con los industriales –ya alguien sabido de armas, el general Eisenhower, lo señalaba a punto de dejar la presidencia de los Estados Unidos- la no discreta competencia por la superioridad tecnológica, económica y militar, cuando no la mera fanfarronería, acabaron con las ilusiones de una vida internacional provechosa para todos.
Van y vienen los sucesos. Eisenhower advirtió sobre la amenaza del complejo militar industrial. E. Fromm decía que el programa de Hitler no era diferente del de la coalición industria-ejército de la primera guerra mundial y que al final de la segunda guerra “los nazis fueron considerados los culpables y no aquellos que los habían alquilado”.
¿Quiénes alquilan hoy a los toscos populistas?
Los negocios de las armas, los billonarios estrellas y el coctel de grupos de presión que financian campañas políticas y se regocijan de las transferencias de armas si los muertos los pone Ucrania, Palestina, o cualquier otro estado desangrado.
¿Vamos acaso hacia el Siglo de la China?
No, no. Ni al de China, ni al de la India, ni al de ningún otro país.
Vamos hacia un Siglo Global dicen analistas como J. Sachs, y piensa uno, con sus abismos y su asombroso avance tecnológico, en un ambiente cargado de la melancólica observación del gran Toynbee: las guerras y las luchas de clases acaban con las civilizaciones.
Es inevitable constatar la distancia entre el liderazgo de un F.D. Roosevelt durante la segunda guerra mundial y la parálisis política de hoy en transición al autoritarismo. La economía norteamericana crece con vigor pero está minada por una creciente desigualdad en los ingresos, que ha ido enajenando a sus clases populares, por los gastos militares que pesan decisivamente en la composición de la deuda y los cortes de impuestos a los más ricos. Al son de las dudosas cuando no inútiles guerras en Afganistán, Iraq, Siria, Libia, Yemen, Somalia…la deuda pública se disparó del 35% del PIB en 2000 al 95% en 2022. Este endeudamiento y la anomia política de un liberalismo cada vez menos democrático terminan por golpear al resto de los países, crecientemente interconectados.
El ascenso notable de China ha ido poniendo nerviosos a los Estados Unidos. China contaba en 1992 con el 5% de la producción mundial; en 2016 con el ¡18%! Autocracia cerrada, la denomina el Varietes of Democracy Institute, China no es precisamente el reino de los derechos humanos.
Hay quienes abogan por un acuerdo entre China y los Estados Unidos: Progresivo mutuo desarme y combate conjunto de soluciones globales en cuanto a salud para todos, cambio climático, inteligencia artificial, etc. Otros creen inevitable que el ascenso de China la lleve a pretender en su entorno lo que lo que los Estados Unidos practican en el Hemisferio Occidental, una suerte de Doctrina Monroe china.
Vayamos a la Federación Rusa, tercer polo global, que es una autocracia electoral. Celebra elecciones multipartidistas, cierto, a diferencia de la China, pero están lejos de ser auténticas, y las limitadas libertades de expresión y asociación enrarecen el ambiente. Tal vez un decidido esfuerzo financiero y militar por parte de Occidente cuando Gorvachov desmontó la Unión Soviética, hubiera compensado la desordenada y dolorosa transición caótica que caracterizó a la privatización de los medios de producción y que acabó en capitalismo de compadres y en autoritarismo. Aunque es la compañera menor de la multipolaridad, haríamos mal en olvidar la capacidad militar convencional que la Federación Rusa ha ido reconstruyendo y los miles de bombas termonucleares que atesora.
– Analista
Referencias
Fromm, E. ¿Podrá sobrevivir el hombre?, Paidós, Buenos Aires, 1973.
Gates, R., “Exercise of Power: American Failures, Successes, and a New Path Forward in the Post-Cold War World”, Knopf, N. York, 2020.
Mearsheimer, J. “The Tragedy of Great Powers”, Norton and Co., N. York, 2001.
Sachs, J. (1), “A New Foreign Policy: Beyond American Exceptionalism”, Columbia University Press, N. York, 2018.
V-Dem, Democracy Report 2024 (https://www.v-dem.net/documents/44/v-dem_dr2024_highres.pdf).