Ocean Castillo Loría
El modelo economicista, al fomentar el “Darwinismo Social”, postula que “el hombre, es lobo del hombre”, como lo dijera Thomas Hobbes. Ni los monetaristas, ni los libertarios, van a decir, que esta es la base de la antropología neoliberal.He aquí las primeras pinceladas de un escenario atroz: para las clases altas, los enemigos son las clases medias, para ellas, los adversarios están en las clases bajas y, para éstas, quizás, la amenaza venga del lumpen proletariado.
En eso está casi todo el sistema mundial, entretanto, en esa alienación, el régimen queda incólume y la culpa es “del diferente” (Esta es una de las banderas por las que Donald Trump, ha de regresar al poder en los Estados Unidos); esta realidad, la estamos viviendo en occidente, por lo menos desde la crisis del 2008.
Cuando se tiene la posibilidad de llevar un curso introductorio de economía, se sabrá que, el sistema capitalista, tiene como concepto inicial, el intercambio: oferentes y demandantes en el concepto abstracto de mercado, tienen elementos para intercambiar: los primeros, poseen bienes y servicios; los segundos, las necesidades a satisfacer; y el dinero, para adquirir lo que los oferentes brindan.
Véase que, entre las condiciones para el funcionamiento del mercado, se encuentra el que, los oferentes, tengan los bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades de los demandantes, y ellos, tener el dinero para la compra de esos bienes y servicios.
En el liberalismo clásico (Con su respectiva ética), en el socialcristianismo y en la socialdemocracia, ese mercado, queda al servicio del ser humano. Pero, en “el salvajismo capitalista”, el ser humano, pasa a quedar al servicio del mercado.
En el siglo XIX, el socialismo científico y el reformismo socialdemócrata, criticaron esta situación y señalaron soluciones: ya fuere, revolucionarias o graduales, frente a los problemas del sistema, que se denominaban: “la cuestión social”. Del mismo modo, el socialcristianismo, era alimentado por la Doctrina Social de la Iglesia, señalando y planteando respuestas a la realidad que se vivía.
Luego de la II Guerra Mundial (1939 – 1945), tanto el socialcristianismo como la socialdemocracia, se apuntaron grandes éxitos, en enderezar los defectos “del sistema de precios y mercados”; de ahí, el fortalecimiento de las clases medias.
Pero para la década de los ochentas, resurgen las ideas del “capitalismo salvaje”, éste, caerá en crisis, crisis que, no encuentra respuesta, dentro de la teoría clásica de la economía. Esta es una de las razones, de la reaparición de discursos fascistas, aquella idea de: “la globalización capitalista”, como regreso al paraíso perdido, fue un engaño. Lamentablemente, el llamado de la Doctrina Social de la Iglesia, de una “globalización de la solidaridad”, cayó en oídos sordos.
Hoy, los perdedores de “La globalización capitalista”, los que son menos que números, los que han perdido su dignidad humana, quedan hipnotizados por los discursos neo populistas de izquierda y derecha: he aquí el arma de una nueva etapa del “capitalismo salvaje”: en el caso costarricense, para poner un ejemplo, tenemos una clase gobernante que, desde el Ejecutivo y el oficialismo en el Legislativo, es insensible de las carencias sociales, además de ser eficientes en llenar de miedos y resentimientos al electorado.
De igual manera, así como hablamos de “neo populismos”, podemos hablar de “neo fascismo”: ya no se trata pues, de cambiar la democracia por otro régimen, como lo pensaba el fascismo clásico, se trata en la actualidad, de sustentar una democracia autocrática, es la autocracia, que, usando la democracia, se alimenta de ella.
Con este escenario descrito se plantea un problema: ya hemos dicho que, la política se mueve en medio de emociones y razones. A como están las cosas, las primeras ganan a las segundas. Pese a ello, insistamos en el camino de las razones.
En esa senda, cabe preguntarse: ¿Estamos en una situación internacional pre – fascista?: no diremos nada al respecto, pero sí, debemos expresar, que debe retornarse al humanismo, un humanismo que permita la convivencia respetuosa en la diferencia. Además, ese humanismo, permite tender puentes para la identificación del bien común y su traslado, al bienestar del mayor número.
Ese humanismo, que, desde nuestro punto de vista, debe enmarcarse en el reformismo y el cristianismo, es urgente; de lo contrario, caeremos en las fauces, del neo populismo, si de izquierda, con una tiranía colectivista; si de derecha, con un economicismo de corte fascista y de decadencia ética.
Desde esta lógica, cuando se estudia la filosofía política, se comprende que, el humanismo puede ser un faro de convivencia. Cuando se va a la historia de la antigua Grecia, pasando por el Renacimiento, se concluye que, su ideario lleva a la honestidad y a la claridad, en las grandes encrucijadas de la historia humana. Baste como ejemplo, las tesis del humanismo en Erasmo de Róterdam o desde otra posición, en Martín Lutero.
Desde el cristianismo como palabra y obra de Jesús de Nazaret en la historia, la política no puede ser egoísta, debe ser de servicio; y aquí sí, desde la fe cristiana, más que desde la historia: para servir, hay que amar. En esto, debe tenerse presente una tesis, que, si mal no recordamos, decía Pablo VI: “la política es encuentro con el otro”.
En oposición, el neo populismo de derecha: Trump, Bukele, Chaves, Milei, alimentan la indiferencia, de ahí, a la eliminación del otro, solo hay un paso; y en esto sí, que el fascismo clásico, es un evidente ejemplo.
Con esto claro, desde una socialdemocracia – cristiana, se debe proponer un acuerdo de convivencia desde el reformismo y el cristianismo. Para esto, deben abandonarse las tesis divisionistas del conocimiento fruto de la ilustración: debemos ver integralmente: política, religión y sociedad.
Aquí el concepto de “progreso”, de “avanzada”, debe ser muy crítico: no se puede seguir pensando que “progreso” y “avance”, es “solo un tema cultural”: baste ver, las razones o algunas de las razones, del porqué de la derrota del Partido Demócrata en los Estados Unidos.
En esta lógica, se debe hacer pedagogía cívica, y ya sea reformista y hasta revolucionaria, desde un proyecto de socialdemocracia – cristiana, que plantee, una política de servicio, una economía de solidaridad y una cultura para la verdadera libertad, que es la libertad en el servicio.
El humanismo reformista – cristiano, apuesta a la tolerancia, a la pluralidad; pero en un encuentro fraterno, no en el marco de una democracia troglodita, en la que personalidades como Chaves o Cisneros en Costa Rica, o Milei en Argentina, salen ganando.