Luis Paulino Vargas Solís
Sé del Partido Liberación lo que la prensa publica más lo que comentan personas que sí conocen, de forma relativamente cercana, lo que ahí ocurre. Y, sobre esa base, lo que creo observar es un partido en crisis, y una crisis cuyas raíces, según logro interpretar, está asociada a dos cosas: los escándalos de corrupción que, a lo largo de los años, lanzaron una mancha de suciedad sobre su rostro, pero, además, y quizá más importante, la desconexión entre el partido y la gente de a pie.Yo diría que esa ruptura entre el PLN y la gente, empezó hace unos cuarenta años, conforme el partido se fue alejando de sus raíces socialdemócratas, para pasar a ser, gradualmente, una especie de ONG en manos de tecnócratas soberbios e insensibles, y capturada por los poderosos intereses económicos que florecieron en el terreno fértil que les proporcionó la reestructuración de la economía, cada vez más abierta al mercado mundial y cada vez más subordinada a los flujos de capital extranjero y al empuje de un sistema financiero que dejó de apoyar la producción y el empleo, para enfocarse en el endeudamiento, para consumo y vivienda, de los hogares.
El dicho, al que tantas veces apeló el PLN, según el cual son “el partido que sí sabe gobernar”, refleja muy bien el problema. Creían “saber” porque tenían los cuadros tecnocráticos más calificados. Pero ese “saber”, encapsulado en un tecnicismo frío e insensible, terminó por aislarlos de la gente común y corriente.
Con cada denuncia de corrupción, la ruptura sufría un repentino ensanchamiento. Pero, en realidad, creo que el problema principal estuvo en la creciente dificultad del PLN para entablar una conversación sincera con la gente común y corriente. Su lenguaje gradualmente pasó a ser un jeroglífico ininteligible para esa gente, solo comprensible para los tecnócratas al comando del buque, y para los poderosos intereses económicos a cuyo favor este navegaba. Y si bien siempre hubo programas de atención a la pobreza, bonos de vivienda u otros que pretendía atender las necesidades populares, su naturaleza, intrínsecamente asistencial y paliativa, evidenciaba su limitación.
Este proceso de decadencia se manifestó con especial virulencia en el comportamiento de la fracción legislativa del PLN durante el período 2018-2022. Sin duda era necesario proponer algo frente al problema fiscal, y debe reconocerse que Carlos Alvarado tuvo la decisión para hacerlo. Pero su plan cargaba importantes falencias que, al cabo de estos años, han quedado en evidencia. El PLN simplemente se montó en esa carroza, y, no obstante ser la principal fracción legislativa, fue redondamente incapaz de aportar ninguna innovación o mejora significativa. Pero, además, permitieron que Ricardo Benavides y Yorleny León dejaran una macha que difícilmente algún día se logre limpiar, con sus archi-reaccionarias leyes antihuelgas y antisindicales.
Al interior del PLN hoy se vive una especie de guerra entre señores feudales: Desanti, Figueres Olsen, Oscar Arias, Johnny Araya. Dicen soltar el churuco pero, en realidad, ninguno lo hace. Detrás de bambalinas siguen moviendo los hilos y atizando el conflicto interno. Les gana la vanidad y la ambición de poder. Carecen, evidentemente, de la estatura moral y la generosidad de los verdaderos líderes. Si realmente lo fueran, entenderían que lo mejor que pueden hacer es desaparecer del mapa, y permitir que otra gente tome el relevo y haga lo que es urgente hacer: emprender una operación de asepsia profunda y de reinvención ideológica, doctrinal y programática.
Yo no estoy seguro si el PLN logrará sobrevivir. O, acaso, simplemente vegete, convertido en una organización irrelevante. Si, en cambio, aspira a volver a jugar un papel importante, deberá encontrar la forma de reconectarse con la gente, hablar su lenguaje, vivir sus preocupaciones y angustias. Y que dejen de decir que son “el partido que sabe gobernar”, y se apresten a escuchar a la gente, para –ahora sí– aprender a gobernar. Y volver a sus raíces socialdemócratas. Ya no para reiterar las fórmulas de hace 50 o 60 años, pero sí para volver a guiarse por un compromiso efectivo con la justicia social y la igualdad.
– Economista, investigador independiente jubilado.