Guadi Calvo
Mientras que la guerra de Tigray, 2020-2022, que dejó entre ochocientos mil y un millón de muertos, continúa siendo un murmullo incómodo para el gobierno del Primer Ministro etíope, Abiy Ahmed, quedando por resolver un universo de cuestiones, entre ellas, la investigación, por los crímenes y abusos de las tropas eritreas, que combatieron a favor de Addis Abeba, otros sonidos, cada vez más estridentes, se suman. Entre ellas, la tensión con Egipto y Somalia, que sigue escalando día a día.
Con El Cairo, el conflicto se centra en la posible merma de agua hacia el Nilo, por la puesta en marcha de la Gran Represa del Renacimiento Etíope (GRRE), lo que hasta ahora no se estaría produciendo; aunque el presidente egipcio, el ex general Abdel Fattah al-Sisi, ha empezado a mover sus piezas en vista de esa posibilidad.
La más evidente de estas jugadas, ha sido el envío de diez mil hombres y grandes cantidades de armamento a Somalia, con la excusa de combatir al grupo terrorista al-Shabbab, la franquicia de al-Qaeda, para en el Cuerno de África, aunque no hay que ser un experto, para entender que la maniobra del rais egipcio, apunta a alentar el posible conflicto latente, tras la colisión entre Mogadishu con Addis Abeba, por el acuerdo de los etíopes, con el gobierno de la región separatista de Somalilandia, que le concedería cincuenta kilómetros de costa sobre el Golfo de Adén para la construcción de un puerto comercial y militar, lo que para Etiopía, que no cuenta con salida al mar, es de una importancia estratégica inconmensurable.
Más allá de lo apuntado, para Abiy Ahmed, las malas noticias no terminan, ya que desde agosto del año pasado otro de los frentes de tormenta, para nada nuevo, pero sí vigorizado, se está formado al noroeste del país, junto a la frontera con Sudán, en la región de Amhara, una de las más extensas de la confederación etíope, con una población cerca de los treinta y tres millones de personas.
Esto lo ha provocado una de las tantas cláusulas del Acuerdo de Pretoria, con lo que se concluyó la guerra civil etíope, en noviembre del 2022, donde aparece la disposición de disolver todas las Fuerzas Especiales Regionales, las que han sido utilizadas históricamente como arma de presión contra el gobierno federal, cualquiera fuera.
En el caso de las fuerzas de Amhara, no ha sido tan sencillo, ya que esta región está en disputa con la de Tigray por los territorios de Welkait y Raya, que, además de tener un importante patrimonio cultural, son tierras excepcionales para la agricultura.
Ambas áreas habían sido anexadas, en 1991, por el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) tras la caída del gobierno marxista del Consejo Administrativo Militar Provisional, conocido como DERG por sus siglas en amhárico. Esto, sumado a algunas cuentas pendientes con la región de Oromia, de donde es originario Ahmed, dejaría a Amhara al arbitrio del gobierno federal, que, por diversas cuestiones, no fallaría jamás a favor.
El intento de disolver la Fuerza Especial de Amhara, además de provocar una ola de protestas callejeras, hizo que más de la mitad de los efectivos de esa fuerza desertaran para integrarse a grupos armados de la Fano, una antigua guerrilla surgida durante la ocupación italiana de 1935, que se ha mantenido latente a lo largo de todos estos años. Esta organización la componen una media docena de grupos autónomos, que han carecido de una dirección unificada, pero sí las ha unido una misma voluntad: la defensa de su identidad y su territorio. A estos grupos también se han incorporado numerosos desertores del ejército federal.
Es en este marco, la insurgencia regional etno-nacionalistas, Fano (milicia o guerrilla), que durante la guerra de Tigray, combatió junto al gobierno central, desde abril del año pasado está incrementando el calibre de sus acciones, concentradas, contra las tropas de la Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF), habiendo tomado a lo largo de este casi año y medios algunas áreas de la región de Amhara, e incluso ocupando esporádicamente y siempre por pocos días, ciudades como la de Kobo, con una población estimada en unas cincuenta mil almas, también sitiaron y conquistaron la ciudad de Gondar, la segunda más importante de la región.
Más tarde, la insurgencia tomó la ciudad santa de Lalibela y así con diversos centros urbanos, entre ellos la capital regional, Bahir Dar, la que ocuparon por veinticuatro horas, siendo retomadas por el ejército federal, a un costo desconocido de bajas.
Con la toma de ciudades, las Fano, la segunda de la región, profundizó este proceso de inestabilidad, obligando al Primer Ministro Ahmed a que tuviera que declarar, a principios de agosto del año pasado, el «estado de emergencia», para toda esa región.
En febrero último, el estado de emergencia fue prolongado por la Cámara de Representantes del Pueblo (Cámara baja), ha sido nuevamente prolongado.
En el contexto del estado de emergencia, comenzaron a producirse detenciones masivas, desapariciones forzosas, al tiempo que las denuncias de torturas, ejecuciones extrajudiciales, se han incrementado, mientras que los bloqueos de Internet y las interrupciones constantes de los servicios telefónicos y eléctricos incrementan el malestar de la población.
Factores para considerar que el conflicto pueda convertirse en una nueva guerra civil, similar a la de Tigray, que derramaría obligatoriamente hacia su vecina, la Oromia, la región donde se ubica Addis Abeba, por lo que, a diferencia de la guerra civil 2020-2022, no existiría una zona de amortiguación entre ambas regiones, ya que son linderas, amenazando, incluso, la supervivencia del gobierno central.
Preparativos para una limpieza étnica
Para importantes sectores de la comunidad amhara, la constitución vigente y el nuevo ordenamiento territorial, basado en una discutida representatividad de las etnias, no respeta sus intereses, ni les da seguridad.
Sospechando que estas nuevas disposiciones podrían esconder la intensión del gobierno federal de una operación que busque concretar una limpieza étnica. Por lo que diez millones de amharas, se han desplazado a la Oromia y la región de Benishangul Gumuz.
En este contexto, y a partir de la respuesta del ejército federal etíope, que lanzó diferentes operaciones represivas contra la insurgencia amhara, que inicialmente fueron choques fragmentados y de pequeña escala, principalmente en las áreas de Shoa y Gojam, en una segunda fase se profundizó la represión, incluso llegando a asesinar a figuras políticas de gran importancia, como al líder del Partido de la Prosperidad de la Región de Amhara (PPA), Girma Yeshitla, en la localidad de Menz en el área de Shewa del Norte, de la Región de Amhara, a 250 kilómetros al norte de Addis Abeba, cuando volvía de una actividad oficial. El ataque, además, dejó catorce personas de su comitiva heridas.
Según el Primer Ministro, Ahmed, calificó el asesinato como «vergonzoso y horrible», que, según él, lo habrían cometido «extremistas violentos», sin individualizar a quienes definía con esa acusación, aunque podrían haberse referido a miembros de las Fano.
En vista de la campaña de represión, ya a mediados del 2023, las fuerzas insurgentes, comenzaron un proceso para articularse, bajo un mando central, lo que les dio la posibilidad de tomar ciudades y aeropuertos.
Tras la toma de Bahir Dar, la capital regional, muchos líderes del partido gobernante, el P.P.A., junto a los principales miembros del gobierno debieron buscar refugio en Addis Abeba, generando una situación de caos que dio al gobierno de Ahmed, para declarar entonces el estado de emergencia y lanzar una tercera oleada de operaciones militares que abiertamente ha derivado en una guerra sucia, donde son constantes las violaciones a los Derechos Humanos.
En este periodo, las Fano, ahora unificadas, han incrementado significativamente su ritmo de ataques contra la Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF) en toda la región de Amhara. Se estima que, desde principios de julio hasta fines de agosto, las Fano realizaron cerca de setenta ataques, contra diferentes objetivos de la ENDF, cerca del triple de los registrados en septiembre del año anterior, que había alcanzado las veinticinco operaciones. La misma fuente, dice que, para septiembre de este año, habría alcanzado un número similar al de julio y agosto, y que se espera que la cifra de este octubre sea incluso mayor.
A pesar de que todavía no se ha declarado formalmente la guerra entre Addis Abeba y la región de Amhara, ya está en pleno desarrollo, y aunque siga siendo una guerra lateral, no falta mucho para que tome la centralidad de un país, abrumado por los conflictos.
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