A 59 años de la tragedia de Choluteca

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Carlos Revilla Maroto

El 29 de junio de 1965, Honduras se vio envuelta en una tragedia que enlutó a dos naciones: Costa Rica y Honduras. Un autobús que transportaba a 52 personas, en su mayoría jóvenes bailarinas costarricenses, se precipitó por un barranco en el cerro de Chinchayote, en el municipio del Corpus, Choluteca.

Las jóvenes, pertenecientes al Ballet Coralia Romero y al Conservatorio Castella de Costa Rica, se dirigían a Tegucigalpa para participar en un evento benéfico. Entre las víctimas se encontraban también algunos profesores y padres de familia.

El accidente conmocionó a Costa Rica y Honduras. La tragedia se convirtió en un símbolo del dolor y la solidaridad entre ambos países. Los sobrevivientes y familiares de las víctimas vivieron un trauma que los marcó para siempre.

En el lugar del accidente se construyó un monumento en memoria de las víctimas nombrado “Monumento al Ballet Tico”. Cada año, el 29 de junio, se realizan actos conmemorativos para recordar a los fallecidos y honrar su memoria. La tragedia de Choluteca dejó una profunda huella en la historia de ambos países.

El pe­rio­dis­ta Juan Ramón Gu­tié­rrez (QdDg), quien fue colaborador de Cambio Político, trans­mi­tió a tra­vés de la radio en San José la lle­ga­da de los cuer­pos de las víc­ti­mas en un avión DC-4 de la Fuer­za Aérea de Hon­du­ras, mu­chas veces co­men­tó que “la es­ce­na era im­pre­sio­nan­te, ba­ja­ban y ba­ja­ban ataú­des en el ae­ro­puer­to del Coco (actual Juan Santamaría), y casi todos blan­cos por­que ve­nían con niños, eran an­ge­li­tos”.

Gu­tié­rrez con­ta­ba que fue tal su im­pre­sión ante la mag­ni­tud de esa tra­ge­dia que es­cri­bió la can­ción “La Tra­ge­dia de Cho­lu­te­ca”, que in­terpre­tó el trío Los Jo­se­fi­nos y se es­cu­chó du­ran­te va­rios meses en las ra­dio­emi­so­ras de Cen­troa­mé­ri­ca.

La can­ción, entre otras cosas, dice: “el si­len­cio de la noche se in­te­rrum­pe, cuan­do llega la no­ti­cia ate­rra­do­ra, que de sue­los muy le­ja­nos trajo el vien­to, cuen­tas nue­vas a esta tie­rra en­can­ta­do­ra. Co­rría en junio, el vein­ti­nue­ve fecha in­gra­ta, cuan­do en rojo el ho­ri­zon­te se tiñó, no era igual que una tarde pri­mo­ro­sa, eran flo­res de un jar­dín que mar­chi­tó. Blan­cos li­rios como her­mo­sos pen­sa­mien­tos, de esta pa­tria iban en busca de calor, para in­fan­tes de otros pue­blos más que her­ma­nos, pero Dios no quiso dar­les ese honor”.

El nos había compartido la canción, la cual se puede reproducir a continuación:

La tragedia de Choluteca

En YouTube hay un vídeo muy bueno sobre la tragedia, el cual se puede ver a continuación:

Yo era muy niño todavía en 1965, aunque recuerdo a mis hermanas mayores hablar de la tragedia, donde incluso perdieron la vida amigas y conocidas. También recuerdo una placa muy grande que había en el parque Morazán, con lo nombres de las 34 personas murieron en el accidente. Tengo entendido que en una de la remodelaciones del parque la quitaron, pero no la volvieron a poner, lo cual es una lástima.

Les copio unos cuantos párrafos de como informó la prensa, lo que fueron los eventos posteriores a la tragedia en Honduras:

Tegucigalpa se vistió de luto, de riguroso luto ante la horrible tragedia acaecida en la tarde del martes y en la que perecieron jovencitas y jovencitos del Ballet de doña Coralia de Romero, quien también pereció. En las calles de Tegucigalpa formaron los estudiantes de las escuelas y de los colegios. Y tras de ellos, en perfecto orden, llenos de dolor, miles de hermanos hondureños. El espectáculo era conmovedor: los hondureños se hermanaban con los costarricenses en los momentos de angustia.

Lloran los hondureños

El espectáculo de tristeza de les calles hondureñas llegaba a lo profundo del alma. Mujeres de luto, hombres llorosos. Y todos los hondureños en las calles, con el dolor reflejado en el rostro.

Los estudiantes de las escuelas primarias, de los Colegios y otras escuelas desfilando fervorosamente por las calles hacia la “Casa de la Cultura». En hombros de respetuosos estudiantes de enseñanza media, iban los féretros. Y como guardia de honor, jóvenes de corta edad, de impecable uniforme blanco.

La marcha fúnebre iba por las calles capitalinas con singular respeto. Diríamos que con majestuoso respeto.

Más de 40.000 hondureños rodeaban la Casa de la Cultura. Fueron los estudiantes colocando los féretros en orden numérico. Y sobre cada uno manos juveniles depositaron flores.

La llegada a Costa Rica de los heridos, y especialmente los féretros con los fallecidos, fue algo de un dolor indescriptible, según narran las crónicas de la época.

Si quieren ver más fotografías, la lista completa de los fallecidos, y recortes de periódicos; me encontré una publicación en Facebook de “TICOS en Honduras (Asociación de Damas Costarricenses)”, con una galería muy completa, de las que tomé algunas para esta columna.

 
Como anexo incluyo un artículo que tomé de Facebook, escrito en el 54 aniversario de la tragedia.

Califique esta columna:

Anexo

La tragedia de Choluteca

Germán Gerardo Delgado

Hoy hace 54 años ocurrió la tragedia en Choluteca que se refiere a un accidente ocurrido el 29 de junio de 1965 en el cerro de Chinchayote, municipio del Corpus, departamento de Choluteca, al sur de Honduras. Un autobús con 52 pasajeros, en su mayoría costarricenses, sufrió un desperfecto mecánico, precipitándose a un barranco de 25 metros de profundidad y cobrándose la vida de 34 personas.

El autobús se encontraba principalmente ocupado por niños, pertenecientes a un grupo de ballet, quienes viajaban a Tegucigalpa para realizar un evento benéfico.

Fue en el cerro del Chinchayote, Departamento de Choluteca, Honduras. Era el 29 de junio de 1965, cuando el autobús en el que viajaban 52 personas -en su mayoría costarricenses-, se precipitó a un barranco de unos 25 metros de profundidad. Una falla mecánica le impidió al chofer del bus reducir la velocidad y maniobrar, cayendo –inevitablemente– al barranco.

En el autobús iba gran cantidad de niñas, integrantes del ballet infantil del Conservatorio Castella y de Coralia Romero.

Llenos de alegría, esperanza y solidaridad, estudiantes, profesores y padres de familia habían salido de San José el sábado 28; pasaron la noche en Nicaragua y reanudaron el viaje ese fatídico día 29 con destino a Tegucigalpa, donde ofrecerían varias presentaciones en el Teatro Nacional Manuel Bonilla. El objetivo era recaudar fondos a favor de la Liga Hondureña Contra la Poliomielitis, enfermedad que azotaba fuertemente a esa nación centroamericana.

Solo 18 personas sobrevivieron a la tragedia, se perdieron 34 vidas. En el lugar que hoy se conoce como “la cuesta de los Ángeles” se construyó un monumento que recuerda a los fallecidos.

Gabriela Acuña, Gretty Cordero, Aracelly Arguedas, Zulay Salas y Ana María Perla se conocieron mientras desarrollaban habilidades en la Escuela de Gimnasia y Danza Coralia de Romero situada en el centro de San José. Con el tiempo adquirieron una gran técnica en sus pasos de ballet y por lo tanto se ganaron un espacio en el autobús que las llevaría hasta Tegucigalpa, Honduras, para presentarse en el Teatro Manuel Bonilla.

Pero por esos azares del destino cuando atravesaban el cerro Chinchayote de Choluteca, en dicho país, el vehículo sufrió un desperfecto mecánico y tras salirse de la vía .

Al cumplirse 54 años de la tragedia la cual enlutó a los dos territorios, estas valientes mujeres se reencontraron en el monumento ubicado en la zona conocida como “La vuelta de los ángeles”.

Asimismo sembraron árboles en la misma cantidad que las víctimas y les colocaron sus fotografías de modo que permanezcan en la memoria de todas las generaciones.

“Regresamos siguiendo casi la misma ruta para decirles desde el fondo de nuestro corazón gracias por lo de ayer y lo de hoy. Ustedes motivaron este reencuentro y Dios los gestó para sanar las secuelas de aquella tragedia. Nuestros hogares se enlutaron con la sangre de padres de familia, hermanos, compañeros, mentores. Perdimos la infancia, hogar e identidad, pero como sobrevivientes estamos agradecidas”, expresó Acuña en su discurso.

Mirada al pasado

Tal como lo dio a conocer La Prensa Libre, transcurría el 29 de junio de 1965 cuando 52 personas, en su mayoría bailarinas pupilas de Romero, pero de igual forma los mejores exponentes del Conservatorio Castella y del Liceo de Costa Rica, profesores y algunos padres de familia, iban en el Chevrolet Blue Bird placa PB 19, propiedad la empresa Servicios de Autobuses de Puntarenas.

“¡Chofer, chofer más velocidad, métale la pata y verá como se va!”, era la frase que tarareaban al transitar por el sector de Carrizal de El Corpus, pero el conductor Antonio Nacarado no logró controlar la velocidad. Las curvas las pasaron rápidamente y muchos se abrazaron con sus allegados o entraron en pánico. Seguidamente chocaron con un piedra y dieron seis vueltas en 91 metros.

“Salimos el lunes 28 de junio y llegamos bien hasta Nicaragua donde dormimos. Al día siguiente partimos temprano para Tegucigalpa, pero otro era el destino que teníamos. Al pasar por Choluteca, al bus se le quebró el nabo y quedó sin dirección. No sabíamos la magnitud de tal accidente, que ya nunca veríamos a nuestra profesora ni a muchas de las compañeras y varias de ellas no volverían a ver a su madre, ni a sus hermanas. Fuimos trasladadas en un camión ganadero al hospital local. En nuestro 54 aniversario, no me queda más que dar gracias a Dios por dejarme viva y a todos los que colaboraron”, agregó Cordero.

¿Hacia dónde iban?

Arturo Romero, médico salvadoreño, radicó en nuestro territorio y se casó con doña Coralia (misma nacionalidad) quien enseñaba baile a menores de 8 a 17 años. Con el tiempo formó su grupo y quería efectuar una gira por Centroamérica.

Eloina Suárez, directora de la Asociación de Poliomielitis, recordó cómo el ballet tico se luciría en tierras catrachas por la gestión de Merceditas Agurcia, quien conocía a la funcionaria. La idea del espectáculo era reunir dinero para donarlo a esos enfermos mediante Elbita Aguiluz. Sin embargo, la muerte apareció.

“Nosotros escuchamos como un trueno demasiado fuerte y salimos a ver qué era. Luego siguieron los retumbos y supimos que fue el bus dando vueltas. Algunos vecinos lo ubicaron y corrimos a ayudar. Buscamos sábanas para los heridos o taparles la cara a los muertos y agua para las muchachas asustadas. Al rato apareció la policía y pidieron soporte a los camioneros para llevar a los afectados, era de noche. Verlas de nuevo significa mucho, puesto que siempre quise saber cómo les fue”, expresó Reinaldo Girón, lugareño que socorrió a los afectados.

El chofer que manejaba ese autobús era el mismo que manejaba el autobús que se precipitó al mar en La Angostura en Puntarenas 11 años después.

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