Gilbert Achar
El caso era tan obvio que no valía la pena apostar por él. Era muy obvio y absolutamente seguro que la petición del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Ahmed Khan, de emitir órdenes internacionales de detención contra el primer ministro y el ministro de «defensa» israelíes llevaría al establishment sionista a lanzar la acusación de antisemitismo contra él y contra la corte. Como los perros del científico ruso Ivan Pavlov, que confirmó su famoso estudio sobre el reflejo condicionado, Netanyahu y Gallant, así como toda la élite del poder sionista, incluidos Gantz (el líder del bloque de la oposición que actualmente coopera con el Likud, el partido de los dos acusados) y Lapid (el líder del principal bloque de la oposición que se niega a unirse a ellos), todos condenaron inmediata y violentamente la posición del fiscal al tiempo que la calificaban de «antisemita».
La clase política sionista —106 de los 120 miembros de la Knesset, el parlamento israelí (aparte de los diez miembros de las listas «árabes», los cuatro diputados del Partido Laborista quedaron fuera del consenso sionista debido a su fuerte hostilidad hacia Netanyahu)— aprobó una declaración en la que condenaba al fiscal y calificaba su acusación contra el gobierno sionista y los dirigentes de Hamás por crímenes contra la humanidad de «comparación escandalosa» que constituye «un crimen histórico imborrable y una clara expresión de antisemitismo». Netanyahu vio en la condena de Karim Ahmad Khan una oportunidad para reforzar su menguante popularidad presentándose como símbolo del Estado sionista. Declaró que «la absurda y espuria orden del fiscal de La Haya no sólo va dirigida contra el Primer Ministro y el Ministro de Defensa israelíes, sino contra todo el Estado de Israel». Luego añadió, dirigiéndose directamente al fiscal: «¡Cómo se atreve a comparar a los monstruos de Hamás con los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel, el ejército más moral del mundo! De la postura de Netanyahu se hizo eco Gantz, su compañero en el gabinete de guerra israelí, quien afirmó que el ejército israelí «lucha con uno de los códigos morales más estrictos de la historia».
Es, por supuesto, un aplomo sin precedentes que alguien describa a las fuerzas genocidas sionistas como «el ejército más moral del mundo», pero esta desfachatez se ha convertido en algo habitual. Repetirlo calificando de impúdica cualquier crítica a las acciones del ejército sionista, que la Corte Internacional de Justicia ha considerado dentro de la categoría de genocidio, es llevar la desfachatez a un nivel propio de Netanyahu y muy difícil de igualar. Como de costumbre, el Primer Ministro israelí recurrió a lo que en inglés se conoce como «dog-whistle» (silbato para perros), insinuaciones aparentemente inocuas pero que en realidad son siniestras, señalando indirectamente la ascendencia de Karim Ahmed Khan de una familia de origen pakistaní perteneciente a la comunidad musulmana Ahmadiyya. La insinuación apareció en la declaración de Netanyahu de que el «nuevo antisemitismo» —expresión utilizada a menudo para describir la hostilidad hacia el Estado de Israel cuando la expresan los musulmanes— «¡se ha trasladado de los recintos universitarios occidentales al tribunal de La Haya!».
Si Hamás hubiera añadido a su condena paralela del fiscal por sentarlo en el banquillo junto al gobierno sionista, la afirmación de que la postura de este último reflejaba el odio al islam (o islamofobia), el mundo entero se habría reído del movimiento. Pero Hamás no reclama ni puede reclamar el monopolio de la representación de los musulmanes del mismo modo que el Estado sionista reclama el monopolio de la representación de los judíos, con la aprobación de la mayoría de los dirigentes occidentales. Por ello, aunque la administración estadounidense se abstuvo de calificar de «antisemita» la postura de Karim Khan, Biden se apresuró a calificarla de indignante y a renovar su compromiso de «estar siempre junto a Israel frente a las amenazas a su seguridad». Por su parte, su Secretario de Estado, Blinken reiteró la descripción de la operación «Inundación de al-Aqsa» de Hamás como «la peor masacre de judíos desde el Holocausto», una descripción que se ha convertido en un mantra cuyo propósito es presentar la hostilidad palestina hacia los israelíes como hostilidad hacia los judíos inspirada por el «antisemitismo» y no como hostilidad hacia una feroz persecución sionista que insiste en describirse a sí misma como judía (para más información sobre esto, véase mi artículo “Gaza: el 7 de octubre en perspectiva histórica”).
Si toda esta ira sionista y proisraelí contra la posición de Karim Khan apunta a algo, es a su importancia, que no es exagerado calificar de histórica. Desde su creación hasta ahora, la Corte Penal Internacional sólo se ha ocupado de denuncias contra personas de los países del Sur global, del continente africano en particular, además de los dirigentes rusos recientemente inculpados por la invasión de Ucrania por su ejército. Se había convertido en costumbre considerar a este tribunal, creado en 2002 en el apogeo de la hegemonía occidental, como una de las herramientas políticas de Occidente, hasta el punto de que las familias de los 34 israelíes muertos o secuestrados durante la Operación Inundación de Al Aqsa presentaron ante él una denuncia contra Hamás pocos días después del suceso. En efecto, es significativo que las únicas acusaciones emitidas por la CPI en relación con Irak se refieran a la organización Estado Islámico y no al ejército y al gobierno estadounidenses.
Por tanto, es la primera vez que el tribunal inculpa a dos dirigentes de un país considerado del campo occidental, lo que explica el resentimiento expresado hacia la posición del fiscal por el gobierno estadounidense y el gobierno británico, su socio leal (sobre todo en la ocupación de Irak), así como por algunos otros gobiernos occidentales. Por ello, la posición del fiscal es muy preocupante a los ojos del gobierno sionista y de sus aliados más leales. Se une al caso presentado por Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia para sugerir la superación de la hegemonía occidental sobre los órganos judiciales internacionales, en general, y confirma la creciente condena mundial del comportamiento criminal del Estado sionista a la luz de la guerra genocida que libra en Gaza, en particular.
Traducido por César Ayala de la versión en francés facilitada por el autor. El original árabe fue publicado en Al-Quds al-Arabi el 21 de mayo de 2024. La versión en inglés se encuentra en https://gilbert-achcar.net/karim-khan-accused-of-antisemitism. Siéntase en libertad de republicar o publicar en otros idiomas, mencionando la fuente.
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