Vladimir de la Cruz
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Cuando se afinaron los procesos electorales así se estableció la reelección consecutiva, de manera continua, mientras los diputados pudieran reelegirse consecutivamente por el apoyo popular de los votos.
Este derecho de reelección consecutivo, de los diputados, se mantuvo hasta 1948. Así, por ejemplo, el diputado comunista Manuel Mora Valverde fue electo por primera vez en 1934 y se mantuvo electo consecutivamente hasta las elecciones de 1948. También Rafael Angel Calderón Guardia fue electo ese año y reelecto diputado en 1938, dejando el cargo por asumir la Presidencia de la República en 1940. Otros diputados también fueron reelectos de esa manera.
Mi bisabuelo materno Rafael Rodríguez Salas fue electo diputado prácticamente desde 1898 hasta 1906, de 1908 hasta 1916, cuando fue electo a la Asamblea Nacional Constituyente, de 1917, siendo Secretario de la misma. Siguió de diputado desde 1917 hasta 1919. En 1920 no se presentó como diputado porque la oposición política a él, le presentó un yerno de candidato y él muy dignamente dijo que “contra un hijo no peleaba, no se enfrentaría”, retirándose de la lucha política electoral. Su yerno, Hormidas Araya Hidalgo, fue electo diputado desde 1920 hasta 1928, reelegido en una ocasión.
Los Jefes de Estado y Presidentes también podían reelegirse consecutiva y alternativamente, sin que fuera obligado dejar pasar uno o dos períodos de gobierno. El primer Jefe de Estado, Juan Mora Fernández, fue electo en tres ocasiones, consecutivas, desde 1823 hasta 1833. Durante el período en que pertenecimos a la República Federal, 1824-1838, los presidentes de esta República podían ser reelectos consecutivamente, como lo fue Francisco Morazán. Otro Presidente electo consecutivamente fue Juan Rafael Mora Porras, el Gran Conductor Político y Militar de la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos, quien gobernó desde 1849 hasta 1859. El Presidente Rafael Iglesias gobernó consecutivamente dos períodos, desde 1894 hasta 1902. Alternativamente lo hicieron Braulio Carrillo Colina, José María Alfaro, José Rafael Gallegos, José María Castro Madriz, Jesús Jiménez Zamora, Tomas Guardia Gutiérrez, Cleto González Víquez y Ricardo Jiménez Oreamuno, en tres ocasiones.
Como resultado de la guerra civil de 1948, la reelección continua se eliminó para diputados y presidentes. Se permitió alternativa para diputados como para presidentes. Se mantiene así todavía. Desde 1949 dos veces fueron electos constitucionalmente José Figueres Ferrer, en 1953 y en 1970 y Oscar Arias Sánchez en 1986 y en el 2006, los únicos que han repetido gobierno.
La limitación surgida de la Guerra Civil, en cierta forma fue una reacción contra el sistema presidencialista que existía antes de 1948. En respuesta a eso se limitó la reelección de diputados y de presidentes de manera consecutiva, permitiendo a la vez la reelección alternativa de las personas diputados y presidentes. No se prohibió la reelección consecutiva de los partidos políticos que ganaban la presidencia de la República. De esta manera los partidos, como organizaciones políticas, pueden reelegirse, en el Poder Ejecutivo y también con diputados.
Reelecciones de partidos políticos en el Poder Ejecutivo las ha habido desde 1949. Liberación Nacional en los períodos 1970-1974, con José Figueres Ferrer; en 1974 -1978 con Daniel Oduber Quirós; en 1982-1986, con Luis Alberto Monge Alvarez; en 1986-1990 con Oscar Arias Sánchez; la Unidad Social Cristiana, en 1998-2002 con Miguel Angel Rodríguez Echeverría y en el 2002-2006 con Abel Pacheco de la Espriella. Nuevamente, Liberación Nacional, 2006-2010, con Oscar Arias Sánchez y 2010-2014 con Laura Chinchilla Miranda, siguiendo el partido Acción Ciudadana, en el 2014-2018 con Luis Guillermo Solís Rivera y del 2018 al 2022 con Carlos Alvarado Quesada.
Así se permite la reelección de partidos, pero no la de los presidentes electos por esos partidos, lo cual es un absurdo, porque los partidos son las estructuras políticas más importantes. Sin partidos no hay candidatos.
De alguna manera se puede suponer que los partidos políticos responden a ciertos planteamientos programáticos, ideológicos, idearios políticos, a planes y visiones de gobierno, de corto, mediano o largo plazo.
No se llega a la Presidencia, ni se lucha por ella, solo para tratar de gobernar el período de 4 años de gobierno. Los presidentes tratan de dejar su huella profunda en la Administración Pública; que su paso por la presidencia sea recordado positivamente por las obras realizadas y por las políticas ejecutadas; por haber dejado la sensación de que con ellos el país salió adelante, progresó más, se logró mayor nivel de vida en lo económico, social y cultural; que hubo una mejor inserción internacional del país con resultados positivos para el desarrollo nacional.
En el caso de los presidentes el llegar a la Casa Presidencial les establece un gran reto, porque el período presidencial en la práctica se les reduce. Entran un 8 de mayo. Todo ese año gobiernan con un presupuesto nacional que les dejo el gobierno anterior, sin que casi nada pueden modificarlo. De manera que su primer año, por ejemplo 2022-2023, es administrar, lo mejor que pueda, lo que diseñó en obra de gobierno, por el presupuesto nacional aprobado, el presidente anterior. Así, su segundo año, de gobierno 2023-2024, es cuando, habiendo aprobado o impulsado un presupuesto para ese año, el presidente empieza a darle sentido y dirección a su gobierno. Este es un lastre que afecta a todos los presidentes, sin que se pueda modificar, por lo menos hasta ahora. Una solución parcial posible a esto es aprobar presupuestos bianuales, o trianuales. Existen los planes quinquenales que nada tienen que ver con esto, con una gran pérdida institucional por el esfuerzo que realiza en elaborarlos, sin que se cumplan de conformidad a las instituciones que los hacen. El tercer año de gobierno, 2024-2025, es igual que el segundo, lo maneja el presidente y su equipo de gobierno; el cuarto año de gobierno, 2025-2026, es parecido al primero, cuando se diseña un presupuesto que se realiza para pocos meses, de enero a abril, del 2026, y siguientes meses del nuevo gobierno, cuando se entrega el gobierno al siguiente Presidente. Esta es una dificultad real de gobierno y de gobernabilidad gobernanza.
En algo se corrigió el inicio de la administración gubernativa, cuando se logró cambiar, el funcionamiento de la Asamblea Legislativa, en sus sesiones, estableciendo que en mayo se inicie como las Sesiones Extraordinarias, dándole oportunidad al presidente recién electo, que proponga sus principales proyectos de ley, que de alguna manera fijarían derroteros de lo que puede ser su futura administración. En el caso actual, cuando esta reforma empezó a funcionar el Presidente no tenía nada en la manos qué proponer de cosecha propia. Varios días estuvo la Asamblea Legislativa sin funcionar. Todavía no se siente la iniciativa legislativa presidencial.
Ahora bien, cuando hay reelección de partidos en el Poder Ejecutivo no significa que el gobierno consecutivo continúe con la obra del anterior. Lo más próximo a esto fueron los gobiernos Figueres-Oduber donde se sentía el peso del partido en la gestión y visión de ambos gobiernos, porque los dos eran a la vez grandes dirigentes del partido Liberación Nacional. En ninguno de los casos posteriores se produjo esa sensación y continuidad. Oscar Arias rompió y se alejó de Luis Alberto Monge; Abel Pacheco se distanció de Miguel Angel Rodríguez; Laura Chinchilla rompió con Oscar Arias y Carlos Alvarado, diciendo que iba a continuar con la obra de Luis Guillermo, se alejó de ella cuanto pudo, identificándose más, por sus políticas, con los gobiernos liberacionistas y socialcristianos.
Si se quiere impulsar la reelección de diputados de manera consecutiva, en lo que estoy de acuerdo y apoyo, creo que debe ser abierta. La tendencia es probable que sea una reelección consecutiva. El ejercicio legislativo de los diputados es un arte, una profesión. No solo deben prepararse sino que también tienen que especializarse en el arte legislativo. El proceso de la formación de las leyes es riguroso, está sometido a procedimientos, a negociaciones políticas de los partidos, de los propios diputados, de los partidos y diputados con el gobierno.
La Asamblea Legislativa en su funcionamiento trabaja seis meses al año, de manera exclusiva, para conocer los proyectos de ley que le envía el Poder Ejecutivo. En los otros seis meses los diputados establecen mecanismos de presentación de proyectos de ley, de los propios diputados y sus fracciones legislativas. En este período de sesiones ordinarias los diputados de gobierno o del partido gobernantes tienes su propio derecho de presentar sus proyectos, lo que sumado en tiempo al de las sesiones ordinarias, el resto de los diputados tienen menos tiempo para ellos y sus partidos paras los proyectos que quieren impulsar.
La Asamblea Legislativa trabaja en el conocimiento de los proyectos de ley por comisiones integradas por diputados. Anualmente se integran esas comisiones. Anualmente se pueden cambiar los integrantes de ellas que es lo más frecuente. Esto hace que los diputados no se especialicen en su función parlamentaria según el trabajo de comisiones que realizan, de manera qué al cambiar cada año de comisiones, la mayoría lo hace, se pierde tiempo de aprendizaje y de seguimiento de proyectos. Los partidos con muchos diputados pueden tener una buena distribución de ellos en las distintas comisiones, lo que les permite un poquito más su especialización parlamentaria, pero si gravitan de una comisión a otra igualmente se entraban.
Hay también en la práctica legislativa la posibilidad de enviar proyectos de ley a comisiones que no son especializadas en la materia, como se quiso hacer con la Ley de las jornadas 4-3. Esto se hace como maniobra parlamentaria de quien gobierna la Asamblea Legislativa para tratar de aprobar proyectos de manera más fácil.
El trabajo de los diputados no debe medirse por la presencia en ellos en la Sesión Plenaria que funciona a partir de las 3 de la tarde. El trabajo de los diputados debe evaluarse desde las comisiones parlamentarias donde es que estudian los proyectos de ley para, aprobados en comisión, pasarlos al plenario legislativo.
La reelección parlamentaria es buena. Permite reelegir a los buenos diputados. Con ser diputado no se asegura ser reelecto. Para ello hay que distinguirse en el trabajo que permite a los electores, como a los partidos proponer la reelección de los diputados para un período legislativo más.
Soy partidario de que la reelección de diputados sea más abierta, más amplia, mayor de un período adicional. Esto va a obligar a que los diputados que quieran hacer carrera parlamentaria se pulan, se distingan. Prácticamente en todos los países del mundo esto es posible, es normal, es distinguible; no produce ningún temor ni cuestionamiento. Para el control político y moral de los diputados están las instancias públicas conocidas. Para ese mismo control está el derecho de los ciudadanos al control político. Para el control también está la prensa en todas sus formas, la libertad de pensamiento y de opinión que permie apuntar en las diferentes direcciones del quehacer institucional, público y político.
La propuesta que se impulsa es hipócrita. Propone una reelección de un período, con posibilidad de saltar un período, y volver a la Asamblea Legislativa, por dos períodos más. No solo es hipócrita sino que es también corrupta en la forma. Es vergonzosa para los diputados que la están impulsando, por eso solo promueven un período de reelección consecutiva. Sin miedo deberían actuar y proponer una reelección abierta, continua. Son los electores los que va a decir la última palabra en cuanto a la reelección de un diputado que de nuevo aspire a su continuidad o a un nuevo período. La experiencia legislativa de los diputados no se hereda a otro. Se pierde, se rompe.
Hipócrita es también por cuanto algunos de los diputados que la impulsan ya han sido diputados anteriormente, y su propuesta es que los actuales diputados no puedan reelegirse, puesto que tendrían que dejar el período legislativo siguiente y hasta el 2030 podrían volver a aspirar, en ese momento con la expectativa de los 8 años. ¿Para qué esperar?
En el caso presidencial debería ser igual. En todo el continente y en Europa los presidentes y jefes de Estado pueden reelegirse. También en Europa, especialmente, hay mecanismos más fáciles de destitución. Bien podría establecerse la reelección presidencial con una ley que permita la revocatoria de mandato, como existe a nivel cantonal la posibilidad de destitución de los alcaldes. Si no se quiere, por ahora la reelección presidencia, sí debería valorarse extender el mandato por lo menos a seis años, para facilitar una mejor acción y obra de gobierno.
Pongámoslo en extremo: si no se permite la reelección presidencial, ¿por qué permitir la reelección de un partido, que se le niega a su presidente la posibilidad de reelegirse? Si el Presidente incumplió con lo que ofreció, si resulta malo, peor ha de ser su partido, que lo escogió, los postuló y logró convencer a los electores para que lo eligieran presidente.
La reelección es tan solo una posibilidad para los diputados como la puede ser para el presidente. ¿Por qué tenerle miedo? Yo no lo tengo. Creo que le daría más vida al escenario político nacional y a la democracia.
Si el temor al presidente reelecto es la posibilidad de su autoritarismo, dictatorial y despótico, no debemos engañarnos que sin reelección el presidente también puede ser autoritario, despótico, autoritario, intimidante, controlador, temerario, invasor de la privacidad, de la represión institucional que puede ejecutar. Son también los peligros de la democracia, cuando no hay una cultura política desarrollada, y fuertes organizaciones políticas, partidos y organizaciones sociales, en capacidad de dar respuesta a estas poses autoritarias en democracia.
A todos los partidos les conviene la reelección de diputados y del mismo presidente.
Historiador