Una conversación sobre el silencio, la complicidad y la movilización popular de la comunidad palestina de Israel
Riya Al’Sanah
El intenso recrudecimiento de la violencia de Israel contra las y los palestinos de Gaza tras los atentados de Hamás del 7 de octubre ha desencadenado una oleada de solidaridad internacional con Palestina sin precedentes. Desde hace dos meses la gente sale a las calles a manifestarse en todo el mundo. Hay trabajadores que se han negado a transportar armas [para Israel], activistas que han ocupado oficinas de sus representantes políticos y bloqueado entradas a empresas de armamento israelíes e internacionales, estudiantes en huelga y empresas que han cerrado en respuesta a los llamamientos a la huelga internacional. En este contexto de movimiento social global que tiene a Palestina en su epicentro, llama la atención la escasa movilización política de los y las palestinas del 48 [interior de Israel], comúnmente denominadas ciudadanas y ciudadanos palestinos de Israel.
Para reflexionar sobre este silencio, sobre la dinámica que lo sustenta y sobre la perspectiva de construir un movimiento sostenido para la liberación palestina en las áreas del 48, Riya Al Sanah, organizadora política de Naqab y doctoranda en la Universidad de Exeter, ha entrevistado a Suheir Asaad, palestina, feminista y militante palestina por los derechos humanos. Suheir es miembro del equipo de Rawa, organización palestina para el trabajo comunitario por la liberación y la resistencia. También codirige el proyecto “Funding Freedom”. Esta entrevista se realizó por zoom el 4 de diciembre de 2023 y, dada su extensión, ha sido editada para mayor claridad.
Riya (R.): Suheir, ¿puedes hablarnos de la situación general en Haifa, donde vives, y en todo el [área del] 48 desde el 7 de octubre?
Suheir (S.): Desde el 7 de octubre en Haifa y en todo el 48 estamos siendo testigos de unos niveles de silencio, miedo, y ausencia total de acción política sin precedentes. Se trata de un silencio ajeno a lo que provocaron las guerras previas, la de 2006 contra Líbano o las muchas guerras anteriores contra Gaza. Es un silencio que no se produce en el curso de otra ofensiva más, sino en un periodo de inconmensurable violencia en el que no sólo Israel lleva a cabo una guerra genocida. Lo que estamos viendo es cómo se pone al descubierto la complicidad de toda una estructura y un sistema de opresión internacionales, de todo un sistema capitalista que se beneficia y experimenta con los cuerpos de las y los palestinos de Gaza. Al mismo tiempo, se produce en un contexto de solidaridad internacional inédito. Frente a todo este horror, Gaza está radicalizando el mundo. La resiliencia y resistencia de Gaza es inspiradora. Es una afirmación de lo que puede hacer un pueblo oprimido; por su parte, el racismo y la intensificación de la persecución contra quienes se solidarizan con Palestina nos recuerda el grado de represalia y hostigamiento que se desata cuando nos oponemos a las bases de este sistema de poder. En todo este panorama, que es inédito, el 48 no aparece.
R.: Volviendo a mayo de 2021, durante la Intifada de la Unidad, el escenario en el área del 48 era muy diferente. Allí las y los palestinos se unieron a los del resto de la Palestina histórica contra el colonialismo israelí. ¿Cómo se entiende el alto nivel de movilización que vimos en 2021 frente al silencio ensordecedor de ahora?
S.: Creo que buena parte de lo que vimos durante la Intifada de la Unidad fue la manifestación de procesos que ya estaban en marcha. Por concretar: la dirección política palestina oficial se estaba volviendo cada vez más irrelevante y los modos de organización en Palestina y en el 48 se habían ido desplazando poco a poco pasando de la organización dirigida por los partidos políticos a otra descentralizada. Estos procesos comenzaron en la década anterior a la Intifada de la Unidad. Lo que vimos en la Intifada de la Unidad, que no se había visto antes, fue la entrada en escena de dirigentes de una clase social diferente. Reivindicaban la importancia de la movilización política en el interior del 48 y de algún modo redefinieron para nosotras lo que podía ser un momento revolucionario. Asistimos a la redacción y distribución de manifiestos y declaraciones políticas anónimas, a la entrega espontánea y organizada comunitariamente de alimentos y suministros a las comunidades asediadas de Lyd –donde se había declarado el estado de emergencia y se impuso un toque de queda militar–, y a otras acciones de ayuda mutua en todo el área del 48. Y, por supuesto, asistimos a la movilización general de la población y a la huelga general convocada en toda la Palestina histórica el 18 de mayo, una reivindicación popular a la que se sumaron posteriormente los partidos políticos oficiales.
La respuesta de Israel fue intensificar la violencia y la opresión. Se movilizó al ejército para dispersar las manifestaciones, los soldados dispararon munición real contra la multitud, se impuso el toque de queda y hubo una campaña de arrestos masivos. Más de 2.000 personas palestinas fueron detenidas. De ellas, 545 acusadas 1. A la gran mayoría se las procesó en aplicación de la legislación antiterrorista y de leyes contra delitos de motivación racial; en muchos casos, de ambas. Los cargos de terrorismo en Israel, como han observado recientemente Adan y Lana Tatour, contienen una designación racializada que tiene por objeto justificar castigos más severos contra la movilización política y criminalizar la resistencia. Las acusaciones de delitos por motivos raciales operan a favor de la pretensión israelí, cada vez más acusada, de identificar la acción política anticolonialista con el antisemitismo.
Para criminalizar aún más la resistencia, Israel relacionó los levantamientos con el incremento del índice de delincuencia en la sociedad palestina, con lo que también consiguió el efecto de diluir los fundamentos anticoloniales por los que se movilizaba la gente 2. Y fue la gente más marginada la que acabó pagando el precio más alto. El investigador y académico palestino Jaled Anabtawi analizó los datos sobre las detenciones y descubrió que los ingresos medios de las familias de las personas acusadas eran un 30% inferiores a los de la familia palestina media en el 48. El 31% de las personas detenidas pertenecían a familias monoparentales encabezadas por mujeres y casi el 64% procedían de familias que recibían servicios y prestaciones sociales 3. Asimismo las estructuras organizativas que surgieron en la Intifada de la Unidad –ejemplo admirable de solidaridad y ayuda mutua– colapsaron con extrema rapidez, por lo que estas familias, ya de por sí vulnerables, han tenido que hacer frente por sí solas a las secuelas del levantamiento desde 2021.
Esta represión violenta y permanente, combinada con la ausencia de una infraestructura política sostenida y el sentimiento de abandono, han sido un verdadero factor disuasorio para movilizarse en el momento actual.
R.: Cierto, después de mayo de 2021 asistimos a una agresiva campaña israelí para reprimir toda acción política palestina enmarcada en la lucha anticolonial, y hasta las muestras más sencillas de identidad política palestina, como la propia bandera, se están prohibiendo.
S.: Sí. Es difícil describir lo paranoico que se ha vuelto el Estado israelí ante cualquier signo de movilización política popular dentro del 48 tras la Intifada de la Unidad. Por ejemplo, dos años después, en mayo de este año, Diar Omari, un palestino de 19 años, fue tiroteado por un colono en la carretera que conduce a los asentamientos cerrados próximos a su pueblo, Sandala. Tras su asesinato, todo el pueblo se puso en pie en una admirable muestra de apoyo revolucionario a la familia, exigiendo justicia para Diar. Su familia y el pueblo rechazaron los intentos de Israel y de ciertos palestinos –como Mansur Abbas, dirigente de la Lista Árabe Unida– de imputar el asesinato de Diar como delito de conducción temeraria.
Las medidas que adoptó Israel para impedir la movilización en Sandala, un pequeño pueblo de 1.700 habitantes, fueron increíblemente severas. El pueblo donde se manifestaba la gente fue atacado con helicópteros, intervino la policía de fronteras y se llevaron a cabo redadas antes del amanecer. Hubo una campaña sistemática de detenciones contra los amigos de Diar y los jóvenes del pueblo. Y como has dicho, hasta la bandera palestina fue un objetivo: casi todas las noches la policía israelí asaltaba el pueblo y la retiraba de sus calles, incluso llegó a asaltar el cementerio para retirarla de la tumba de Diar. Luego, sus amigos y familiares la volvían a colocar; al cabo de unas horas volvían los militares israelíes y la retiraban, se volvía a colocar, y así sucesivamente. Simplemente, desde de la Intifada de la Unidad, Israel no podía tolerar ningún tipo de movilización en el entorno palestino.
Si la gente hubiera defendido a Diar sin llamarlo mártir o sin movilizarse en un contexto político palestino –si no hubiéramos insistido en definir su muerte como un asesinato político– no creo que a Israel le hubiera importado que se le homenajeara o incluso que hubiera manifestaciones. El apoyo de los dirigentes políticos del 48 a la familia fue tímido, lo que también es revelador. Y lo fue precisamente porque la familia insistió en definir a Diar como un mártir y, al hacerlo, situó su asesinato dentro de la lucha general contra la colonización israelí. Aceptar tal encuadre por parte de esos dirigentes políticos palestinos les habría empujado a un enfrentamiento con el sistema israelí.
Esto sigue la pauta de una tendencia a largo plazo para desvincular las movilizaciones políticas en el 48 –momentos como la Intifada de la Unidad y, previamente, la Segunda Intifada– de la lucha general contra el colonialismo de asentamiento israelí. Nuestros dirigentes políticos, pero también algunas organizaciones de la sociedad civil palestina del 48, son cómplices de este proceso. Por ejemplo, después de mayo de 2021, el New Israel Fund destinó fondos a organizaciones de la sociedad civil tanto palestinas como mixtas (israelo-palestinas) con el pretexto de apoyar a los palestinos del 48 detenidos, pero al mismo tiempo encuadraban su apoyo –y la Intifada de la Unidad en su conjunto– en una lucha ceñida a la obtención de mayores derechos democráticos para los palestinos del 48. Con ello se desconectaron los acontecimientos de mayo de 2021 del marco más amplio a favor de la liberación palestina y se re-configuraron como parte integrante de las protestas israelíes en favor de la democracia.
R.: Una diferencia clave en 2021 parece estar en la clase social de quienes tomaron la iniciativa dentro de las áreas del 48. Al debilitarse las estructuras políticas formales emergió un nuevo liderazgo orgánico que planteó un análisis político en el que explícitamente se conectaban las condiciones socioeconómicas locales y la represión policial con la dominación del colonialismo de asentamiento israelí. Este marco rebatía el promovido por la mayoría de los partidos políticos del 48 que, desde Oslo, reorientaron la lucha en el interior del 48 alejándola de la liberación palestina para convertirla en una lucha por la igualdad de derechos o por los derechos de ciudadanía. ¿Puedes hablarnos de cómo este enfoque sobre la ciudadanía llegó a ser tan central y qué consecuencias tuvo para la organización política en el interior del 48?
S.: Desde Oslo y, más intensamente desde la Segunda Intifada, nuestra dirección política en el 48 se quedó atascada en el marco de la ciudadanía. Es verdad que la situación no era mejor antes de Oslo. Pero Oslo cimentó la fragmentación del pueblo palestino y marcó el abandono de la comunidad palestina del 48 por parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), transformando su suerte en una cuestión israelí. En este contexto, las voces políticas nacionalistas del 48 siguieron intentando crear un marco de lucha y lo hicieron, sobretodo, dentro del estrecho ámbito de la ciudadanía. Ha habido diferencias entre los distintos partidos políticos en la forma de abordar la cuestión: algunos, como la Lista Árabe Unida, optaron por la coexistencia absoluta. Otros, como Tajammu (Balad), querían trabajar dentro del orden democrático para oponerse al núcleo sionista del Estado judeo-israelí y promover un Estado para todos sus ciudadanos y ciudadanas, independientemente de los derechos de los grupos nacionales y de la identidad palestina. Otros, como Al Jabhah (Hadash) –la organización política de Ayman Odeh– han promovido el discurso de los intereses compartidos de la clase obrera árabe-judía, lo que ha servido para blanquear las relaciones coloniales de poder bajo el disfraz de la coexistencia israelo-palestina. Pero creo que el compromiso general de todos los partidos con este marco ha conducido a lo que estamos viendo hoy: la derrota absoluta, la reducción permanente de los márgenes liberales que Israel permite, y el acatamiento por parte de la dirección política para evitar todo enfrentamiento con el sistema.
Esta orientación dirigida hacia la inclusión en el régimen israelí se intensificó en 2015 con la creación de la Lista Conjunta. Era una coalición electoral que reunía a los partidos políticos palestinos y a un partido árabe-judío. La formación de un bloque electoral unificado siempre ha sido una reivindicación popular palestina. Los palestinos confundimos la falta de acción política con la falta de unidad, pero la unidad puede desactivar importantes diferencias políticas. En la práctica la unidad de la Lista Conjunta condujo a una mayor complicidad con el régimen israelí. Bajo el liderazgo de Ayman Odeh, el proyecto de la Lista Conjunta acometió un cambio de orientación política hacia lo que se denominó políticas de impacto. Se trataba de un enfoque que proponía que las y los palestinos del 48 debíamos centrarnos en construir poder integrándonos en los ministerios de Israel y en otras instituciones relacionadas con el Estado, como empresas gubernamentales y tribunales. También hacía hincapié en obtener poder económico mediante el ascenso individual en el sector privado israelí.
Ayman Odeh excluyó tres ministerios para la integración palestina: el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Aliyá e Integración (el ministerio que regula la inmigración judía a Israel) porque, según su visión, estos tres ministerios expresaban la naturaleza judía del Estado. Odeh sabe muy bien que la esencia de la violencia sionista del Estado israelí no se limita a tres ministerios. Se manifiesta en todos y cada uno de los organismos estatales, incluidos tribunales, policía, servicios sociales, etc. ¿Por qué afirmar, pues, que los únicos ministerios problemáticos eran esos? Creo que esto ilustra la entelequia que oculta la visión de la integración palestina.
Odeh personifica la aspiración individualista de formar parte de un proceso de desarrollo israelí que Israel promovió insistentemente desde la Segunda Intifada poniendo en marcha planes gubernamentales para una mayor integración económica. Se ensalzaba que un palestino llegase a ser director de un banco o director de una empresa gubernamental –entidades no sólo cómplices del colonialismo israelí, sino también de políticas económicas capitalistas y neoliberales muy duras que impactan desproporcionadamente en la comunidad palestina 4. Este ensalzamiento presentaba los éxitos individuales como logros colectivos. Igualmente, ignoraba que la apuesta por la integración responde a las necesidades de la economía israelí y no a las de la comunidad palestina. Aunque dirigentes como Odeh señalan como logros colectivos la mayor presencia de trabajadores palestinos en el sector sanitario o en el de la alta tecnología, la realidad sobre el terreno es bastante diferente. Se trata de políticas que no han conseguido cerrar la brecha socioeconómica no ya entre palestinos e israelíes, algo ampliamente reconocido, sino tampoco la brecha entre los propios palestinos del 48 que la Intifada de la Unidad expuso. En 1997, alrededor del 38% de las familias del 48 vivían en la pobreza. La cifra era del 45% en 2018 (frente al 13% de las familias judías) 5.
Odeh y quienes apoyaron estas políticas defendían también la idea de que los y las palestinas podemos integrarnos en estos sistemas conservando nuestra identidad como identidad cultural. Y realmente creo que Gaza hoy está sacudiendo esos cimientos al igual que lo hizo la Intifada de la Unidad. Las iniciativas de integración no funcionan porque se dan de bruces con la identidad política palestina representada por una resistencia con la que los dirigentes políticos como Odeh no quieren tener nada que ver.
R.: Durante el mismo periodo también hemos visto cómo Israel debilitaba a los miembros palestinos de la Knesset dando poder a los consejos locales. ¿Puedes hablarnos de esto y de cómo encaja en el proyecto de Israel que has descrito la creación de una clase palestina cuyos intereses políticos y económicos estén alineados con los intereses del Estado israelí?
S.: La mayor parte del trabajo de los miembros palestinos de la Knesset –más allá de sus reivindicaciones verbales sobre la igualdad o el fin de la ocupación, que en realidad no son más que un eslogan– se ha desarrollado en lo que ellos consideran a nivel de los servicios, una función que en teoría deberían realizar los ministerios: si falta una oficina de correos en un pueblo o si una carretera necesita obras, etc. La realidad es que los parlamentarios se convirtieron en transmisores de estos servicios e intentaron justificar su papel en el marco de la dignidad y la igualdad de derechos.
En los últimos años Israel ha intentado otorgar cada vez más poder a los consejos locales –un liderazgo más técnico y menos político– en lugar de darlo a los miembros de la Knesset. Estos consejos no son partidos políticos. Funcionan a escala de localidades y son elegidos en su mayoría por las familias. No dan quebraderos de cabeza a Israel planteando cuestiones relacionadas con la ocupación. Junto con algunas ONG muy próximas a la esfera liberal sionista se han convertido en un puente entre la comunidad palestina y el gobierno israelí para la prestación de servicios. Como consecuencia, el poder y el peso político de los antiguos partidos políticos clásicos y del Alto Comité de Seguimiento (una organización paraguas extraparlamentaria que representa a los palestinos del 48) han pasado a estos consejos y ONG. Se convirtieron en receptores a través de los cuales Israel canalizaba las inversiones hacia las comunidades palestinas del 48, lo que favoreció el desarrollo gradual de una clase capitalista palestina cuya absoluta existencia depende materialmente de la financiación desarrollista estatal. Está claro que la raíz principal de todo mal es que Israel fragmenta geográfica y políticamente a la comunidad palestina mediante marcos legales, eso por supuesto; pero creo que tenemos que hablar más de nosotros mismos y de cómo estas iniciativas de integración nos han hecho retroceder colectivamente.
R.: Has explicado cómo hemos llegado a este punto, pero en este momento de violencia colonial exacerbada y en un paisaje de miedo, de silenciamiento, de falta de visión hacia la liberación colectiva palestina, ¿dónde miramos para construir y cómo lo hacemos?
S.: Antes de responder a una pregunta tan importante quiero decir algo sobre el miedo. No podemos ignorar que lo que Israel está haciendo en las áreas del 48 en la actualidad es una agresión. Te pueden detener por mostrar simpatía por la resistencia de Gaza y hasta por poner un versículo del Corán en redes sociales o por analizar la invasión militar. Ahora bien, si nos fijamos en las cifras de gente detenida en el 48 desde el 7 de octubre, son bajas en comparación con la Intifada de la Unidad. Hablamos de 200 detenciones frente a las miles que hubo en mayo de 20216. Por supuesto, las circunstancias son diferentes. Entonces se produjeron enfrentamientos. Era un momento revolucionario diferente. Ahora sólo se trata de personas sentadas frente a sus pantallas a las que se arresta por sus posts, la mayoría publicados el día 7 de octubre.
Estas detenciones van acompañadas de una nueva legislación represiva. El 8 de noviembre la Knesset israelí aprobó el proyecto de ley sobre consumo de material terrorista, que criminaliza el consumo de material de Hamas o ISIS (nótese que esta legislación identifica deliberadamente a ambas organizaciones). Israel también ha amenazado con revocar la ciudadanía a quien exprese simpatía por lo que ellos consideran terrorismo, y ha intentado introducir una nueva legislación que permitiría disparar a la gente si bloquean calles que puedan servir como rutas para suministros militares, lo que afecta básicamente a casi todas. Estos proyectos de ley están pensados para disuadir a la comunidad palestina del 48 de incordiar o de enfrentarse a Israel durante su actual campaña genocida en Gaza. Aunque ambos proyectos de ley no se han llegado a aprobar ya están instalados en la mente de la gente. En cierto modo, el miedo es un círculo alimentado por la represión israelí y por el discurso político de los políticos del 48. Si hubiera voluntad política e infraestructuras comprometidas para romper este círculo de miedo, creo que la gente tendría más confianza para movilizarse y se abriría un nuevo proceso.
La tarea hoy en el 48 y también en Cisjordania –porque Gaza no necesita nuestras lecciones; es Gaza la que nos da lecciones a nosotros constantemente. A pesar del aislamiento férreo que sufrió bajo el bloqueo, vemos que allí operan diferentes marcos de organización, resiliencia y ayuda mutua que no se dan en ningún otro lugar– es trabajar para construir lo que yo llamaría una infraestructura liberadora o de liberación. Implicaría construir una estrategia que nos permita desvincularnos política y económicamente de la complicidad con Israel. Asimismo debería centrarse en rearticular la emancipación de las comunidades más marginadas del 48 para vincularlas a la lucha colectiva por la liberación palestina. Aunque el colonialismo impide la total desvinculación económica no creo que sea posible trabajar de manera sostenida por la liberación sin el desarrollo de una nueva infraestructura que pueda mantener la acción revolucionaria. No me refiero aquí al desarrollo de las ONG, sino a estructuras de ayuda mutua dirigidas por la propia comunidad, que rompan con el marco de crecimiento y desarrollo individual bajo un Estado colonial y permitan una acción revolucionaria sostenida. Me refiero a la soberanía alimentaria, a la organización sindical, a la protección de las personas detenidas, a la seguridad comunitaria para hacer frente a la delincuencia y a otras cuestiones. No es una tarea fácil pero es esencial que empecemos a pensar de esa manera con seriedad y creatividad.
R.: De lo contrario, como has descrito respecto a la Intifada de la Unidad, donde vimos el rápido colapso de la infraestructura, nos quedaremos con picos perpetuos de movilización revolucionaria sin acumular resultados. Llevas más de 15 años trabajando en el ámbito de la defensa internacional, ¿puedes hablarnos del movimiento de solidaridad actual y de si crees que esta misma dinámica se desarrollará más allá del 48?
S.: Durante mucho tiempo el movimiento de solidaridad internacional se ocupó de hacer frente a Israel, y creo que eso es importante. Pero, por favor, hagan frente a Israel pero confronten también a sus propias clases dirigentes. Algo de eso se está viendo ahora: gentes que paralizan la vida cotidiana en las capitales internacionales, paralizan las fábricas de armas, los parlamentos, los medios de comunicación, el mundo académico, todo lo que es cómplice. Aún así, me pregunto si se detendrá en caso de que se produzca un alto el fuego en Gaza, si nos estamos uniendo en torno a un marco muy limitado y concreto, o si por el contrario aspiramos a construir una verdadera solidaridad internacional. Porque si nos fijamos en quién toma las calles ahora para protestar en Europa y en EEUU – también, por supuesto, en las protestas en el Sur Global y en nuestra región–, lo que vemos son muchas comunidades oprimidas manifestándose por Palestina: personas que forman parte de la lucha por la liberación negra, las luchas indígenas, las luchas de Latinoamérica, las luchas contra la explotación económica, las de organizadoras feministas queer, las de otras gentes realmente movilizadas. Estamos viendo la solidaridad de gentes que entienden y ven la violencia contra Gaza como una manifestación extrema del castigo y la venganza colonial. Pero mi gran temor es que esta solidaridad creciente, rápida y a gran escala se limite a un cierto eslogan y a un tiempo concreto, que se derrumbe si no construimos un marco duradero; con ello me refiero a un poder efectivo que pueda desbaratar el ingente poder que tienen Israel y sus aliados –y cuando digo aliados, no me refiero sólo a EE UU. Hablo de todo un sistema económico internacional. Y no lo queremos sólo para Gaza y Palestina. Lo queremos para poder conseguir algo más allá de la solidaridad transaccional y más allá de los eslóganes.
Cuando hablamos del futuro, creo sinceramente, en primer lugar y sobre todo, en la capacidad de los y las palestinas de luchar para liberarnos. Pero también creo de verdad y honestamente en la solidaridad global, especialmente en la solidaridad de los pueblos oprimidos, en la solidaridad del Sur global. Nos hemos esforzado mucho por construir esa solidaridad, y es importante. Pero no hemos hecho bien el trabajo de crear una infraestructura duradera; eso es lo que necesitamos.
MERIP
Traducción para viento sur: Loles Oliván Hijós
1. Adan Tatour y Lana Tatour, “The criminalization and racialization of Palestinian resistance to settler colonialism”, en Chris Cunneen, Antje Deckert, Amanda Porter, Juan Tauri y Robert Webb eds., The Routledge International Handbook on Decolonizing Justice (Routlede, 2023), pp. 91-102.
2. idib.
3. Khaled Anabtawi, “Uprising Amidst Liminality: A Study of the 2021 Karameh (Dignity) Uprising of Palestinians inside the Green Line”, Omran 12/46 (otoño de 2023), p. 133.
4. Majd Kayyal, “48 Capitalism: The Future», As-Safir Al-Arabi, 14/09/2019.
5. Nasreen Haddad Haj-Yahya, Muhammed Khalaily y Arik Rudnitzky, “Informe estadístico sobre la sociedad árabe en Israel 2021”, The Israel Democracy Institute (2022), p. 31.
6. “Data since 7/10/2023: Interrogations, Arrests and Indictments of Palestinian Citizens of Israel over the last month,” Adalah, noviembre 13, 2023.