Conversaciones con mis nietos
“Todo en el universo está dentro de ti”. -Rumi
Arsenio Rodríguez
Ha sido algo cotidiano durante casi 80 años. Me di cuenta por primera vez creo a los tres o cuatro años. Hasta ahí llegan mis recuerdos conscientes. Vivir.Este estar consciente de mí mismo, como un observador de las cosas que suceden, en mi cuerpo, mente y alrededor de mí. Igual que todos, aprendí los códigos culturales del lugar donde nací, además de ir descubriendo los instintos, capacidades y las tendencias inherentes de cuerpo y mente. Construyendo el ego y la personalidad, descubriendo las posibilidades, las limitaciones y la muerte, Siempre en total asombro ante esta cosa de ser.
La historia y la cultura se redujeron principalmente en mi país a los elementos básicos de la civilización occidental; el cristianismo, la historia europea, latinoamericana y norteamericana, y algún lejos de historia antigua romana, griega y egipcia. El resto de la historia de la humanidad, todas las experiencias, cultura y creencias religiosas, africanas, asiáticas y nativas americanas, eran inexistentes o notas al pie de página, en el contexto educativo que me rodeaba.
Yo tenía mucha curiosidad sobre la vida, descubrí la muerte todavía siendo niño y me cuestionaba la religión, sus contradicciones entre la presentación de un ser amoroso, creador de todo, y sus reglas de enjuiciamiento y castigo. Al comienzo de mi adolescencia, todo esto dejó de tener sentido para mí.
La ciencia, y la biología en particular, se convirtieron en mi forma de entender el mundo, tratando de saber todo, sobre la sustancia y los procesos que hacían posible la vida, para poder entender su propósito.
Por supuesto, junto con la búsqueda de explicaciones de los fenómenos externos, estaba presenciando mi propio desarrollo personal; las relaciones establecidas, mis obsesiones, gustos y disgustos, deseos y frustraciones, inhibiciones, mi lado oscuro y mi lado positivo, los excesos. Y luego también estaba la interacción con diferentes corrientes de pensamiento colectivo, política, prejuicios, ideologías, fanatismo, anarquía, etc.
La historia humana con su diversidad de percepciones evolucionaba a medida que la mente humana colectiva expresaba sus diferentes opiniones miedos y creatividad, y buscaba organización, libertad, y predomino de sus tribus. En el proceso fue creando belleza en su arte, manifestando instancias de amor más allá de la imaginación, desarrollando formas de procesar la información y relacionarse con el entorno, pero a su vez llevando generando cambios en la plataforma de vida que la sustentaba, y también cabo monstruosos crímenes de odio y subyugación a sus semejantes.
Y todo esto, mientras estábamos tratando de averiguar, desesperada y personalmente, o mediante la adhesión a un consenso establecido, que es esta cosa irremediable que ocurre del día a día -la vida.
Si esta manifestación tan asombrosa. Por ejemplo, nuestro cuerpo, contiene 37 billones de células y además un número aún mayor de bacterias, que viven en nosotros, y son esenciales para que nuestros cuerpos sobrevivan. Realmente somos ecosistemas andantes de entidades vivientes coordinadas. Y cada día descubrimos más sobre la interconexión de todo el universo. La relatividad del tiempo, la formación de las estrellas, la evolución de la vida a partir de un vasto cosmos que se despliega, hasta alcanzar «El Fenómeno del Hombre» como le llamó Teilhard de Chardin. Todo esta tan conectado en proceso y evolución que «uno no puede arrancar una flor sin molestar a una estrella«.
Pero entonces, ¿cuál es la razón de nuestro ser? ¿Para qué sirve esta consciencia de estar consciente que tenemos, esta mente que le da a nuestra especie, la capacidad de comprender, manipular, manejar, amplificar o sanar el sistema enredado del cual formamos parte, y al mismo tiempo la capacidad de destruirlo y causar un gran daño a nosotros mismos y a otros que prosperan en este concierto de vida?
Nuestra paradójica humanidad, que colabora para construir joyas de belleza, catedrales que sobreviven siglos, composiciones musicales que cautivan el espíritu, imágenes que combinan la visión interior con lo circundante, en colores y formas que cobran vida. Y que somos capaces de albergar, individualidad, creencias, prejuicios, miedos, servicio desinteresado, vicios, amor sin ataduras, consumismo egoísta y vano, codicia, amplitud de corazón, y cosmovisiones materialistas y espirituales. Y muchas veces nuestra credulidad y nuestros miedos nos hacen seguir falsos líderes carismáticos, y crear ideologías y cultos de masas, para escapar de enfrentarnos a esa profunda pregunta de ¿quién soy yo?
Me asomé de nuevo, a las perspectivas internas de mi propia vida y a los «otros» circundantes. Tratando de imaginar, un campo unificado de la vida. Jugando con la imaginación, me coloqué, un telescopio ultramicroscópico imposible en mis ojos, para mirar todo infinitamente de cerca y a la vez más allá de lejos. Vi un campo vibratorio continuo que se extendía desde mí, hasta los confines del universo, hasta donde el alcance del Espacio Webb se está enfocando ahora, capturando vistas de galaxias y estrellas que ya no existen.
Pensé en los innumerables otros que nos pasan por el lado, como extras de una película, aquellos con los que nunca intercambias una mirada, una palabra o un momento de corazón. La gente, la gente que fluye por todas partes, y que uno nunca nota realmente.
Recordé palabras de grandes místicos y poetas, describiendo un amor, una visión más allá del conjunto fragmentado de las cosas, cantando la canción del ser, cantando la unidad, susurrando una fragancia de un Amor tan profundo, que hace que uno se pregunte, reflexione y sea humilde, acerca de no saber, de qué se trata este Ser mientras a la vez presiente una esencia invisible, que lo impregna todo.
Esencia que no puede ser captada con conceptos y fórmulas, o predicha, diseccionada o descrita. Pero que está presente en un abrazo profundo, en un momento de asombro al amanecer, en una mirada o sonrisa amorosa, en un intercambio compasivo, en la fragilidad de una mariposa voladora y en el poder de un sol naciente. Los poetas lo llaman amor.
Convencido, que después de casi 80 años, todo lo que sucede todavía parece estar siguiendo el mismo guion, una totalidad, subdividida en una ignorancia, en disputa, buscándose, mientras crea en su camino de dualidad, belleza, historias de amor, odio e ignorancia. Conduciendo quizás, sospecho, hacia un momento, en el que cada punto alcanza y descubre la unicidad.
Bebiendo la taza de café matutino, me puse a ver las noticias en la televisión. Una vez más, las constantes disputas, el mismo libreto, las fuerzas hostiles, las voces opuestas, los odios, los intereses creados, la división en ideologías y tribus, el mismo pensamiento lineal. Ninguna percepción de la unicidad, de estar en el mismo barco, de la interconexión de la vida, de esa fuerza secreta, llamada amor que parece impregnarlo todo.
Tal vez, pensé, tal vez, estas fuerzas antagónicas son como productos químicos en un laboratorio, sus energías explosivas, el calentamiento y la mezcla y agitación, son parte de un proceso de síntesis. Tal vez, a pesar de que juzgamos y responsabilizamos a otros por esta o aquella acción, y afirmamos que debemos hacer lo que naturalmente sentimos que es nuestro papel, todos estamos, manifestando fuerzas opuestas almacenadas. Igual que las energías que desplegaron el universo. Al igual que los volcanes, cuya erupción es destructiva, pero simultáneamente crea condiciones favorables para la agricultura y el desarrollo de la vida.
Quizás estas energías opuestas están en todas partes, incluso en el desarrollo de los humanos a medida que evolucionan, tanto en la consciencia individual como en la civilización colectiva, mientras se mueven hacia la síntesis, hacia una toma de consciencia de la unicidad. No sé cuál es la respuesta.
Pero estoy asombrado, ante la increíble manifestación del ser en este universo, en esta vida asombrosa constituida por un entretejido de procesos que está pasando cada instante. Es un milagro.